Sé cuando estoy teniendo una pesadilla, porque las empecé a padecer este año. Y porque casi siempre tienen el mismo escenario. ¿Es eso normal? No lo sé, para mí se volvió cotidiano, al menos hasta hace un tiempo. Cuando me mude cesaron. Quizás fue el cambio de ambiente, el cambio de gente y el cambio de vida. Aunque las secuelas quedaron, estaba agradecida de ya no tener que soportar esas tenebrosas escenas.
Hasta hoy.
Otra vez estoy en la sala de mi casa, de vuelta en Los Angeles. Otra vez tengo esa porquería en mi mano y otra vez sigo sin poder soltarla de mi mano. Es como una extremidad más, en un intento vago por deshacerme de ella sacudo mi brazo, pero eso logra el efecto contrario. Las balas salen salpicando, haciendo un caos de gritos y... sangre.
Alzo la vista y el horror me atropella de frente. Mis abuelos y los jodidos Petterson están tirados en el suelo, sin vida. El único en pie es Joseph. Mi hermano me está diciendo algo que apenas puedo escuchar. En un intento por acercarme, mi hermano me vuelve a gritar, estoy por preguntarle qué le pasa, pero mi mano se vuelve a salir de control.
Haciendo que el siguiente en caer, sea Joseph. Sin vida. Por mi culpa.
Ni siguiera puedo gritar en mis sueños, porque me despierto de ese infierno mucho antes. Lo primero que siento son mis mejillas mojadas, como siempre me reservo el derecho de llorar mientras estoy inconsciente. Aún no sé si soy muy cobarde para hacerlo en voz alta o valiente.
Lo siguiente que siento es a mi estómago protestar, antes de que prosiga corro al baño a vaciarlo. Me quedo recostada en el lavamanos cuando me lavo la cara. Ni siquiera soy capaz de verme, respiro un par de veces tratando de tranquilizarme.
Ya fueron suficiente ataques por hoy, maldita cobarde.
Ya estás a salvo, joder. Ya estás a salvo, deja de llorar.
Clamando por paz, vuelvo a intentar conciliar el sueño, quiero justificar la rapidez con la que caí dormida con la agitada noche que tuve.
La segunda vez que despierto, es debido a Violet, que me menea de forma delicada —, Despierta niña, ya nos hicieron el desayuno — eso si me hace abrir los ojos.
—¿Desayuno? — pregunto entre bostezos.
—Sí, eso que comes en las mañanas — dice sentándose en la cama, pongo los ojos en blanco mientras me estiro.
—No es eso, creo que no deberíamos de ir, estamos siendo muy impertinentes.
—Ya estoy comenzando a pensar que te gustan los parloteos de Fabiola y las discusiones de Joseph y Kalia.
—No me gustan, más bien estoy anestesiada de ellas — me justifico.
—Te cambias, te arreglas, bajas y desayunas, no te lo estoy preguntando cariño, apresúrate — me dice antes de salir de la habitación.
Miro la hora, son las diez de la mañana, por lo menos logre descansar algo. Salgo de la cama, abro la bolsa de ropa de Kathia, me sorprendo al ver un vestido celeste y unas sandalias blancas.
Suspiro de alivio, menos mal me rasuré ayer.
Ya vestida salgo hacia el desolado pasillo, una melodiosa canción llama mi atención, es música clásica. Llamó un par de veces a Violet, pero no la veo por ninguna parte. Comienzo a caminar por el pasillo sin rumbo alguno, hasta que me topo a una chica del servicio. Ambas nos sobresaltamos al encontrarnos, pero yo le hablo primero.
—¿Ha visto a Violet? — le pregunto tímida —, es una mujer de la tercera edad, su cabello es blanco y habla mucho.
Se ríe de mi descripción.
—Sí, la acabo de ver en la biblioteca — me dice bajando la voz —, está al cruzar esté pasillo, a un lado del baño — me dice señalando detrás de ella.
—Muchas gracias por su ayuda — le digo antes de caminar hacia la biblioteca.
No batallo mucho para encontrarla, quizás es porque la música me dirige hacía ella. Empujó las puertas y la melodía clásica llena mis oídos. La sorpresa que me llevo es grande, hay unos ventanales en el techo, la luz del sol atraviesa los cristales, iluminando todo de colores claros. Sin pensar, entró en la sala, y comienzo a pasar entre las libreras. Deben tener un buen presupuesto para poder comprar esa cantidad de libros.
—¡Violet! — la llamo —, soy Nataly, por si te olvidaste de mí — digo mientras camino por los pasillos.
Llegó hasta el fondo de la sala, en donde al parecer alguien estuvo aquí. Hay una mesa y encima una taza de café a medio terminar. Me acerco al sofá pegado a la ventana. Si bien me podría quedar embelesada por la hermosa vista que tengo enfrente de los jardines, no quiero que nadie me pesque aquí husmeando.
Estoy por irme, cuando algo llama mi atención, la torre de libros encima del sofá. Pienso en echarles un vistazo rápido, pero algo me lo impide. Más bien el título del primer libro me lo impide.
"Memorias de Lenina" Dice, con una impecable caligrafía. Un nombre que desde antes de ayer no era importante, pero que ahora me hace fruncir el ceño. Escucho la voz de Carol Bardi en mi cabeza, hablando de algo importante, un plan Lenina.
¿Será mera coincidencia que encuentro un libro con ese nombre en la biblioteca de los Cacciatore?
Debería dejar de hacer conjeturas e irme, pero mis acciones no hacen caso a mis pensamientos. Mis manos abren el libro, que resulta ser un diario personal. La caligrafía del título del libro se plasma en las palabras escritas en las hojas.
Es el intensivo suficiente para meterlo en la bolsa que me dio Kathia, en donde además está mi ropa sucia de ayer. No lo pienso más y salgo del lugar. Cuando estoy afuera de la biblioteca, es cuando soy consciente de lo que acabo de hacer.
¿En verdad me estoy robando un libro?
Es obvio que lo estoy haciendo, pero si el plan Lenina está ligado al libro que acabo de hurtar, no puedo dejarlo pasar. Ya estoy viviendo en este mundo, mi hermano igual. Ya no puedo pecar de ignorante. Con ese pensamiento en mi mente, me dirijo al comedor.
Me toma unos minutos encontrarlo, se encuentra en el primer nivel al lado izquierdo del vestíbulo. Esta modesta casa es un laberinto, y no ayuda que todos los pasillos sean iguales. Aunque lo mismo pensé de la casa de Alfonso, quizás es de acostumbrarse.