Mirada Cruel

Capítulo 28

Pasó más de media hora, y por fin respiró aliviada cuando entró al auto de Janice. Violet se demora un poco al despedirse, así que solo quedamos Edmon, Janice y yo. Eso es lo que mueve a Janice a hacer una pregunta.

—¿Extraña familia verdad? Viven como si se dedicaran a la filantropía... — se ríe por lo bajo, casi en tono melancólico.

—Creo que todos aquí prefieren pretender — aventuro, viéndola por el retrovisor —, no se diferencia mucho de dónde vengo, y donde vivo.

—Eso tampoco lo dudo — frunce el ceño —, aun así, tendrás que hablar con Violet, ambos tienen que preparar una excusa muy creíble con sus encargados... — su tono alarmado me asusta.

—¿Cree que ya lo sepan...?

—¿Qué si ya lo saben? — Se carcajea, y luego se voltea de golpe. — ¡Te dije que fueras cuidadosa, te dije que no te metieras con esa gente niña y es lo primero que haces!

No le contesto, su arranque de malhumor me deja quieta, además no tengo cara para contraatacar y eso la anima más.

—Y no te arrepientas, porque ya no se puede hacer nada. Ahora solo toca esperar, pero algo sí te diré — me señala de forma acusadora —, no suelo fallar nunca con mis predicciones y desde ya puedo oler problemas.

—No cree que esté exagerando un poco — empieza Edmon.

—Oh y usted ni hable, me decepciona Llite — Edmon se agacha avergonzado —, tú también tendrás que preparar una buena excusa, porque cuando tu padre se entere, cuando los Cacciatore... — resopla —, es un hecho que ambos no pensaron antes de actuar.

—¿A qué clase de problemas se refiere? — me tiembla la voz.

—A los gordos niña — deja de hablar cuando ve que Violet se acerca a la puerta.

A partir de ahí, en todo el camino hacemos silencio.

Le pagan un taxi a Edmon, que lo llevará a casa de sus padres, en Queens.

Cuando vamos llegando a casa, Violet decide romper el hielo, con instrucciones.

—Según tengo entendido Fabiola piensa que estás en casa de los Robinson, pude hablar con la niña, Anni — me acerco a los asientos delanteros. — Quedamos en que tú y el niño pasaron la noche en su casa, ella se encargara de cubrirte.

—¿Y qué pasa contigo? — pregunto tratando de ordenar mis ideas.

— Nada, ellos jamás preguntan por mi paradero, ya estoy grande para eso. — Se arregla el cabello —, en todo caso si surge algo comenzarán con el interrogatorio, si eso sucede, te aconsejo que seas sincera.

—¿Qué es lo que tendría que suceder?

—Lo sabrás si sucede — suspiro rendida.

¿Por qué todos aquí nunca son claros? ¿Es mucho pedir que dejen de hablar entre líneas?

—Al menos explícame ese miedo, esa paranoia Violet — le pido con las manos temblorosas —. ¿De verdad se van a enfadar si se enteran?

—¿Qué no entiendes el concepto de familias enemigas? — se voltea Janice —, es peligroso Sanderson, podría generar más problemas entre los lados, y aunque suene estúpido, podría llevar consecuencias.

Consecuencias.

Todo esto me ponía ansiosa, pero no solo por esas consecuencias, sino por la avalancha de preguntas que se hacían en mi cabeza. Y la necesidad de respuestas, sobre todo de una que bajo ningún motivo me había atrevido a preguntar.

—¿Cuál es el trabajo de Alfonso? — la pregunta sale por sí sola, me quiero golpear por ser así de imprudente, pero algún día tenía que hacerla.

—¿En verdad no te has hecho una idea? — Violet me ve burlona —, yo no soy la persona correcta para darte una respuesta.

—¿Por qué? — suelto —, es solo una simple pregunta.

—Ciertamente lo es — acepta un poco decepcionada —, pero no es bueno que yo te la diga, no quiero meternos en problemas con Alfonso o Fabiola.

Y era eso lo que más me temía. Esa simple pregunta no debería meterme en líos, al contrario, debería haber tenido una respuesta desde que puse un pie en este estado, sin embargo, para ellas dos me podría meter en líos.

Con Joseph ya nos lo habíamos preguntado, ambos teníamos teorías distintas. Mi hermano aseguraba que Alfonso era dueño de una gran farmacéutica, porque hace tiempo en la madrugada alcanzó a ver como metían mercancía en la sala de estar. Esas cajas llevaban una etiqueta de una farmacia. Mi teoría era muy parecida, era el administrador de una cadena de farmacias en la ciudad.

Eso no es nada grave. Eso no tendría que meterme en problemas. Sin embargo, jamás me he atrevido a preguntárselo, solo me había dedicado a cerrar la boca, agradecer y ser complaciente. A este paso así seguiré, solo algo muy malo me llevaría a inmiscuir en las cosas de los Cacciatore.

Soy la primera en salir del auto de Janice, aunque sigue enfadada se despide de mí. Después me encamino a la puerta, mientras Violet se queda hablando con la entrenadora. Al entrar a la casa lo primero que oigo son voces en el comedor, me acerco y me encuentro a Fabiola entre mi hermano y Kalia. Al parecer se encontraban hablando, pero en cuanto me vieron hicieron silencio.

—¡Nataly! — Kalia salta de su silla, pero su madre la jala del brazo antes de poder alcanzarme.

—Termina de comer — demanda, luego se dirige a mí con una sonrisa. —¿Cariño cómo estás? — me alivio al notar su humor de siempre, incluso su aspecto sigue intacto. El cabello negro perfectamente peinado y su maquillaje discreto, resaltando sus ojos marrones.

—Muy bien, gracias. ¿Cómo están ustedes? — estoy por saludar a mi hermano menor, que al mirarlo a la cara, puedo notar su rostro de desvelo, ahora si me siento culpable.

—Buenas noches, hermanita -—me dice mientras se levanta de la mesa. La voz de Fabiola me retiene de seguir a mi hermano. Tomó asiento y me quedo platicando o más bien relatando mi maravillosa pijamada ficticia. Madre e hija lucen fascinadas con mi relato, que casi quedó convencida de que no se enteraran de lo que sucedió en realidad.

Uso la excusa típica del baño y corro a la habitación de mi hermano. Debido a que la puerta está entreabierta, la abro sin tocar. Estaba a punto de hablar, pero como siempre, él es más rápido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.