Mirada Cruel

Capítulo 35

—¿De verdad estás castigada con ese ser petulante?

—¿Podrías dejar de recordármelo Claire? — estamos sentados en la cafetería, ella que todavía tiene comida en la boca niega.

—Si quieres te puedo acompañar — me propone Ted, algo que a Anni y a Edmon les parece deplorable.

—¿Acaso quieres tener un castigo del castigo? — pregunta Edmon simulando preocupación.

—Eso es una pésima idea — comenta Anni.

—No es necesario Ted, además estaré unos días sola — no solo es eso lo que me preocupa, hoy tengo la cita con Janice, eso es de por sí angustiante —. Y dudo que cumpla con su castigo.

—Eso no importa, debes estar preparada, ya tienes el cuarzo, lo que harás es conseguir un cuchillo, en la cafetería le preguntaré a Bertha si te presta uno — comienza Claire.

—¿De qué estás hablando?

—Defensa querida, no quiero que una de mis amigas sea cliente de la empresa de mis padres — oh, había olvidado que Claire es dueña de funerarias.

—Créeme, si ese tipo me quisiera matar, ya lo hubiera hecho — digo recordando el sábado.

—Eso si no le has dado motivos... — comienza de nuevo, antes que un grupo de chicos nos rodeen la mesa.

Volteo a verlos, curiosa me doy cuenta que algunos tienen brazaletes rojos y otros azules. Esto ha sido lo más cercano a la unión que he visto en esta escuela. Entre ellos está Lily, ya que es parte del comité, ella es la primera en hablar.

—Hola chicos, los invitamos a que se involucren en la ya cercana...

—Semana de la indulgencia — repetimos todos al mismo tiempo, los del comité no se lo toman de mala manera.

—Sé que están hartos, pero lo hacemos por su bien, es para la liberación.

—Oye Claire, te imaginas cuanto nos tardaríamos en liberarnos de nuestras cargas — Ted la codea y ella lo empuja divertida.

—Yo un día y tú, una semana.

—¿Una semana? Pensé que dirías un año — interfiere Lily que sonríe mirándolos a ambos —, por cierto, Ted, tú deberías estar con nosotros.

—Me tomé un descanso, no presiones Prescott — se recuesta en la silla, Anni pone los ojos en blanco.

—Un descanso de un mes — replica un chico norteño.

—Bueno, los dejamos — dice Lily, que continúa su recorrido con el comité en otras mesas.

¿Es normal que el tiempo pase rápido cuando algo que odias está por suceder?

Porque para mí es algo habitual.

Como si solo hubieran pasado segundos, me encuentro en frente de la biblioteca para cumplir con mi castigo. La directora ya está adentro, al verme se pone de pie y me indica donde está la bodega.

La biblioteca es enorme, así que pasamos por los pasillos de los libros, luego por el de los ordenadores, en el fondo hay una puerta metálica. Al abrirla quedó boquiabierta por la cantidad de archivos que hay. Enfrente de ellos hay una mesa igual de grande y un sofá. Pero la iluminación es nula, lo único que la salva es una lámpara que está en la esquina.

—Los expedientes están en la mesa, tienes que leerlos y colocarlos según su fecha — me dice señalando los documentos. — Cada archivo está ordenado por año.

—¿Cuánto tiempo estaré castigada? — le pregunto atareada con la cantidad de expedientes, tardaré semanas en ordenarlo todo.

—Según lo conversado, quizás un mes — me dice asintiendo, después saca unas llaves —, tenga estás llaves, le servirá para tener más privacidad, el ruido podría distraerla.

Pasan unos segundos, cuando me doy cuenta de que Lewis está hablando en singular.

—¿Directora y qué hay de Cacciatore? — Le pregunto prudente.

—No he tenido noticias del alumno, le aconsejo que se ocupe de lo suyo, nosotros nos encargaremos — me dice reacia a mi pregunta. — Cuando termine su jornada, firma la asistencia en la recepción de la biblioteca, que tenga buen día.

Entonces estaba en lo correcto, para Skandar no se aplican las reglas.

No solo en la mesa había expedientes, también en unos estantes pegados a las paredes. Dudaba que en cuatro semanas podría terminar esto, pero haría lo que pudiera. Quiero ser honorable y si, aunque pudiera saltarme el castigo no lo haré, porque yo si tengo decencia.

Decido clasificarlos primero, pero me doy cuenta de que la cosa será complicada. ¿Qué escuela guarda expedientes de los años setenta? Muchos de esos alumnos deben de estar muertos.

Para ir más rápido decido bajar los expedientes que están en los estantes. La altura me juega una mala pasada, al intentar tomar unos papeles, no me doy cuenta de que hay una caja de madera arriba, lo que provoca que empiece a caer. Asustada me hago para atrás para esquivarla, pero algo impide que me caiga en la cara.

No algo, sino alguien, la mano de Skandar agarra la caja con destreza. Retrocedo estupefacta por su repentina presencia. ¿En qué momento entró? ¿Por qué no me di cuenta?

—Deberías tener más cuidado — me dice con la caja en su mano y la deja en la mesa.

—Vienes un poco tarde — le recrimino.

—Oww, con que me extrañaste — frunce levemente el ceño y sonríe.

—No, es solo que no creí que te fueras a presentar — me justifico. — Además, pensé que preferías hacer tu castigo con los de deportes — le comentó, mientras recojo unos papeles.

—No, los pase por alto, creo que prefiero este lugar — le lanza una mirada a la sala.

—¿Por qué? — Pregunto confundida —, pensaba que odiabas la monotonía.

—Sí, pero también odio seguir órdenes, aquí por lo menos hay privacidad.

—De verdad harás esto — digo sorprendida —, estaba segura que no te ibas a presentar.

—¿Por qué haría eso? — toma algunos expedientes y los lee.

—Es obvio que nadie se pondría en tu contra, puedes hacer lo que quieras aquí — le digo sonando un poco resentida.

—Así que me has estado prestando atención — me dice alzando ambas cejas.

—No, claro que no — le contesto —, es lo que la gente dice de ti.

—Bueno, si estás tan interesada, te sugiero que me lo preguntes personalmente.




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