Pasó más de media hora sola acomodando expedientes, incluso ya me había hecho la idea que Skandar no se presentaría. Pero mi tranquilidad se fue a la basura, cuando la puerta se abre y Cacciatore entra por ella. No lo volteo a ver, hago como si no existiera por los siguientes veinte minutos. No sé si eso lo molesto, pero él es el que rompe el silencio.
—No sé a qué clase de conclusiones llegaste con mis palabras — su tono es delicado, casi como si sintiera pena y eso me enferma —, pero solo intento ayudarte.
—En ningún momento pedí tu ayuda — contesto intentando no sonar herida mientras acomodo unos documentos —, no la necesito.
—La necesitas más de lo que piensas, solo sé que los Montessori son gente nefasta.
Bufo.
—Y a ti que más te da, esto es ridículo — lo interrumpo, aunque él se muestre molesto —, ese ser nefasto, ha sido de los pocos que me ha tratado bien desde que vine y ahora solo intenta ayudar. Sé que no hay nada de malo en eso...
—Oh, te aseguro que no sabes nada.
—¿Por qué? — pregunto frunciendo el ceño.
—Porque eres una recién llegada, no tienes ni idea.
—Ahórrate el discurso, ya me lo han dicho antes, ese chico se ha comportado bien conmigo, no como muchos — bajo la voz, desesperada.
—No, estás siendo más que una torpe ilusa que por un trato amable se ilusiona, es patético.
—Se por hechos que mis amigos y ese chico han sido de los pocos que me han tratado como una más — me tengo que alejar un poco, ya que él ha ido cerrando nuestra distancia —. A comparación de otros, que no me ven como una provinciana de un barrio de clase baja de Los Ángeles.
—Deja de decir tonterías, solo te estoy advirtiendo de...
—Ya te dije que no lo necesito, en todo caso. ¿A ti qué te importa? — Por su mirada sé que esta pregunta no le agrado —, deberías preocuparte por dejar de ilusionar a ese par de chicas, y en tus peleas ilegales, a mi déjame en paz — suelto sin poder moderarme.
—Pero veo que te has puesto al día con mi vida — alza una ceja.
—Es muy sencillo hacerlo, cuando hacen una puesta de escena tan dramática, la manera en que te llevaste a Carol Bardi fue digna de un oscar, quizás la manera en que la ilusionas sea mejor — le digo sonando muy enfadada.
—Oh, solo estás celosa — me dice con una sonrisa, estoy por contestarle, pero vuelve hablar —, ahora entiendo porque siempre te sacas cada idiotez...
—Si no quieres oír idioteces, deja a esta estúpida, huérfana y provinciana en paz — de repente mi boca tiene vida propia y no la puedo parar —, sería mejor si te vas de aquí, si puedes pasar encima de quien quieras, no creo que nadie te ponga peros si te saltas el castigo.
No me dice nada por lo que parecen horas, solo se la pasa contemplándome, suelta un suspiro —. No tengo ni la menor idea de por qué no puedo dejar a esa estúpida provinciana en paz, solo sé que por alguna razón la quiero ayudar.
—¡No lo necesito! — subo la voz.
—¡Ya cierra la boca y déjame terminar por una vez! — su interrupción me deja muda —. Ni siquiera sé porque estoy discutiendo, no eres más que una ignorante y una necia.
—Una ignorante que sabe distinguir muy bien a los imbéciles, como estos que les gusta humillar a una chica nueva, y burlarse de su situación...
—Ah en serio, cuéntame más... — me dice sin alzar la voz mientras se acerca a pocos centímetros frente a mí, puedo ver que no le gustan mis palabras, eso de alguna forma me motiva a seguir.
—¡Que su maldita reputación no le hace honor, porque es aún peor! — sus ojos van cambiando, sus pupilas se dilatan más —, es una porquería, tú y toda tu maldita descendencia lo son, no creo que...
De repente tengo su mano en mi cuello, seguido me empuja a la pared, puedo ver que está furioso, pero no solo eso, hay algo más, algo indescifrable. Su toque no está apretado, pero si firme. Tampoco me trata con brusquedad y eso de alguna forma, hace que no esté asustada.
—No sabes el tormento que me has causado — me susurra, pero no me da tiempo de contestarle porque estrella su boca con la mía. Intento empujarlo, pero su boca está tan decidida que las fuerzas se me van.
Skandar huele a un perfume que me marea, tampoco ayuda tener su boca enredada con la mía, ni que tiene una mano en mi cuello y la otra sobando mi espalda.
Mi poca experiencia en esto hace que casi me ahogue, tengo que separarlo para tomar aire.
—Skandar — susurro, él toma aire y al igual que yo, está sonrojado.
—Stella — me llama por mi segundo nombre. ¿Sabrá que es el único que me llama así? — Vuélvelo a decir.
—¿Qué cosa?
—Mi nombre.
—Skandar — en un milisegundo vuelo a tener su boca sobre la mía, pero esta vez no es tan delicado, esta vez tengo su lengua explorando mi boca, que ambos terminamos gimiendo. No sé qué hacer con mis manos, así que las paso por su cabello, su suave cabello liso.
Pierdo la noción del tiempo, es como si estuviera en una burbuja en donde los segundos son horas. Tanto que no soy consciente de lo que estoy haciendo, quizás porque lo estoy disfrutando. Hasta que esa burbuja explota, dejándome muy avergonzada.
Lo primero que hago es empujarlo, con fuerza. Él no opone resistencia, así que los dos nos separamos al mismo tiempo. Nos contemplamos, por un rato un poco incómodo. Quizás pensando en lo que acaba de pasar, quizá arrepintiéndonos.
—Debería irme — dice Skandar de primero, sonando ansioso.
¿Qué?
—¿Qué? — reaccionó un poco eufórica. Por lo menos debería de darme una explicación de sus acciones, o algo más que no sea huir sin razón aparente.
—Tengo que irme — musita un poco apresurado.
¿Idiota por qué no lo hiciste hace diez minutos?
—Claro — susurro sin darme cuenta de que él ya tomó sus pertenencias y está saliendo por la puerta.
Por una parte, me siento aliviada, agradecida de poder pensar libremente. Pero lo acepto, me dolió su indiferencia, su frialdad. Aunque el chico es tan indescifrable o demasiado bueno ocultando sus sentimientos (si es que tiene) que no puedo dar por sentado que piensa.