El lunes, cuando estoy por entrar a la biblioteca, escucho que alguien me llama. Al voltear me llevo una horrenda sorpresa. Es Dante con una caja de chocolates y lo que parece ser un oso de peluche.
Tenía tres opciones: ignorarlo y seguir mi camino, golpearlo con mi libro de biología o escucharlo. Por ser una cobarde, escojo la tercera.
Pero no le hablo, solo me cruzo de brazos enseñándole que estoy dispuesta a escuchar.
—Sé que querías ir conmigo a la cena de...
—En realidad tú eras el que quería ir conmigo — le interrumpo seriamente y sin poderme contener —, tú me invitaste en primer lugar.
—Sí, lo sé, es solo que pasó algo con mi chica, Carol. ¿La conoces?
—Sí, he escuchado sobre ella — respondo cortante.
—Me llamó llorando, me dijo que se sentía muy sola — me dice y como no le respondo, prosigue —, ha tenido muchos problemas en casa, y no pude dejarla. Ambos tenemos una historia un poco complicada, pero sabemos que estamos profundamente enamorados.
¡Eso es real solo en tu diminuta cabeza!
—Y no podía abandonarla, tengo prioridades. ¿Me entiendes?
—Oye no te preocupes, lo entiendo — le digo haciendo la sonrisa más falsa del mundo —, hiciste lo correcto, nadie puede contra el poder del amor.
El chico no parece captar mi sarcasmo, al contrario, piensa que me importa lo que le pase con esa chica.
—Gracias por entenderme Nataly, te traje un regalo de disculpa — me sonríe y me entrega la caja de chocolates y el peluche. — ¿Quizás a la próxima podemos ir?
Ni porque me tengan bajo amenaza, ni porque me paguen una suma millonaria. Jamás.
—Oh, lo mejor será dejarlo aquí, no creo que sea buena idea — Dante frunce el ceño confundido.
—¿Por qué? — su expresión me anuncia lo ofendido que esta.
Hora de mi venganza.
—Verás, pensaba cancelarlo desde el miércoles, pero no te encontré. Hable con Alfonso y la idea lo horrorizó — cuando termino de decir eso, la cara de Dante se descompone, el chico palidece en un segundo.
—Eso no es posible — dice incrédulo, alguien parece rebosar de arrogancia.
—Sí, se ofendió muchísimo, jamás lo había visto así — me acercó. — Aquí entre nosotros, creo que no le agradas mucho.
—Pero si él y mi papá son mejores amigos desde la infancia — niega con cada palabra —, hasta me regaló una camisa para navidad, no puede ser cierto...
—Entiendo tu frustración.
—Debería invitarlo a cenar, unos Martinis, quizás eso le gustaría — comenta sonando desesperado.
Algo me dice que Alfonso odiaría eso, el hombre es demasiado frío hasta con su hija.
—Lo mejor será que guardes tu distancia — le aconsejo sonando apenada.
—¿Tú crees? — Me pregunta viéndose aún peor que hace unos segundos.
—Si claro, quizás así le caigas bien — respondo como si me importara.
—Quizás, gracias Nataly — se despide de mí con un asentimiento, da media vuelta y se va.
De nada, imbécil.
Cuando estaba por entrar a la bodega, la bibliotecaria me detiene y me dice que Janice me mandó a llamar. Cuando le pregunto en donde, me dice que el campo de fútbol. Me quedo extrañada por la ubicación y por la repentina llamada. Pero tras pensarlo un poco, decido ir con todo y mis cosas. Ya no quiero defraudarla.
Le echo un vistazo a los vestidores de primero. El campo es bastante extenso y está rodeado por árboles, por eso me tomo mi tiempo para buscarla. Grito su nombre una infinidad de veces y solo obtengo silencio como respuesta. Cuando me doy cuenta de que no hay nadie, comienzo a preocuparme. Lo mejor será que me vaya antes de que me pillen, así que decido regresar.
Tengo que volver a caminar por el sendero oscuro, por eso aceleró el paso. Los pelos se me ponen de punta cuando escucho pasos, muchos. Volteo, pero no veo a nadie cerca, acelero aún más, que casi troto.
Estaba por subir el graderío que me lleva a los edificios, pero dos fuertes brazos me jalan hacia atrás. Casi resbalo, pero esas manos me sostienen evitando una caída, me enderezo con rapidez.
—¿Estás bien? No pretendía asustarte — me dice la voz de Jason Vissoni, me alejo al segundo de verle la cara. Cuando veo a mi alrededor me doy cuenta de que estoy rodeada de chicos con bandanas rojas. Y en el medio está su líder, Skandar. Que se encuentra en el centro, de brazos cruzados y con un porte sombrío.
—Quítenle la mochila — ordena, y en menos de un segundo tengo a dos chicos casi arrancándome la bolsa, a pesar de que pongo resistencia —, Jason, Jack ábranla.
En ese momento me abalanzo hacia mi mochila, por suerte logró quitársela a Jason antes de que siga la orden de su amigo. Retrocedo y los cuatro cómplices me voltean a ver sorprendidos. Skandar no lo hace, su expresión no cambia.
—Dámela — me dice con severidad.
—Yo no tráfico drogas, armas o lo que sea que pienses — la voz me tiembla con cada palabra. — Tampoco me robe nada, te aseguro que solo encontrarás libros, lápices y basura.
—Dámela — me vuelve a decir dando un paso al frente.
El temblor de mis brazos me juega una mala pasada, haciendo que mi mochila caiga de mis manos sin darme cuenta. Jack se me adelanta, la agarra y la abre. Sacan cosa por cosa, no se entretiene tanto, lo que me da un respiro. Mientras tanto me quedo parada viendo como usurpan mis cosas.
—Lo tengo — dice Jack, cuando miro lo que saca, me confundo aún más —, es un chocolate y un...
—Oww, que bonito oso. — Jason lo toma como si de verdad le emocionara, pero eso cambia cuando ve los chocolates, le tira el peluche a Skandar y toma los dulces. — Muero de hambre. ¿Nataly, pensadas comerlos?
—Jason, concéntrate — dice Skandar viendo con interés el oso, frunzo el ceño ante su acción. ¿Qué está haciendo? —. Dame las tijeras Jack.
—Eso es mi regalo — logro decir sin tartamudear —, es inofensivo.
—Lo es verdad, que facilidad tienes en confiar Sanderson — me responde Skandar aun viendo el oso de peluche —, las tijeras.