La asamblea será dentro de dos semanas, eso quiere decir que me quedan catorce días para aprender a bailar y buscar un vestido rojo. O más bien hacer que me entre un sexy vestido rojo. Y los pastelillos de Kathia Cacciatore no me están ayudando mucho.
Skandar ha estado llevando postres por los últimos dos días y está claro que no me he interesado en la dieta. Creo que tiene intenciones de engordarme, pero espero que solo sean suposiciones.
—¿Qué estás esperando? — Le pregunto a Edmon que está recostado en una pared. Estamos cerca del edificio D, en el pasillo que da a unos jardines.
—Anni me pidió que la esperara — me responde —. ¿En dónde estuviste?
—Me iba a dirigir a la siguiente clase — mentí, en realidad estaba pensando en cómo tomar prestado el llavero de Claire, pero recordé que vive pegado a él y sería tarea imposible —, supongo que esperaré contigo, tenemos unos minutos libres.
—Gracias, Anni dijo que la secretaría la cito — me dice mientras zapatea el suelo —, pero ya se demoró un poco, debe de... — se interrumpe así mismo cuando ve detrás de mí. — ¡Anni, al fin te dignaste a venir!
Doy media vuelta, solo para darme cuenta de que no está sola, viene con Gonzalo, su pareja de la asamblea. Admito que el chico es guapo, es más alto que Anni, no es del todo fornido, pero tiene lo suyo. Su cabello castaño está desordenado, lo que hace que se vea adorable. Es del grupo de los populares, parece uña y mugre con Dante.
—Lo siento chicos, no es mi culpa — nos dice Anni mientras señala a Gonzalo —, me detuvo en el camino.
—Perdone madame, la vi necesitada de compañía — le dice Gonzalo mientras pone un brazo sobre su hombro y la atrae —, no pude contenerme — ambos se ríen como niños, mientras se susurran cosas.
Quisiera decir que son tiernos, realmente lo son, pero... esto es demasiado incómodo. Miro a Edmon, luce igual que yo, y eso que me estoy esforzando por ocultar mi pena, pero a mi amigo no le importa ser directo.
Edmon carraspea y por fin la pareja se fija en nosotros.
—Saben, es mejor si Nat y yo no vamos...
—No, Gonzi ya se iba, tiene entrenamiento de baloncesto — nos dice Anni de imprevisto —, solo se los quería presentar, Gonzi ellos son Edmon y...
—Y Nataly, Ann los conozco — la interrumpe, el chico nos voltea a ver después —, pero no nos habíamos presentado, soy Gonzalo Bianchi — le extiende la mano a Edmon.
—Me llamo Edmon.
—Sé quién eres, fuiste una leyenda en el Lutazio y además intentaste salvarle el lindo trasero a mi chica — Anni se ruboriza mientras se ríe tímida.
¿Acaso todos los enamorados lucen así de desconectados?
—Emm gracias — dice Edmon sonando más como una pregunta.
—No, gracias a ti, quien sabe lo que el salvajismo sureño pudo hacerle — dice mientras toma la mano de Anni y la aprieta.
—No hay necesidad de recordar eso — dice Anni como si le diera escalofríos.
—Sí, lo sé, pero me enfurezco solo de recordarlo — le responde Gonzalo, después el chico me voltea a ver y sonríe. — Nataly Sanderson ¿verdad?
—La misma — le respondo cordial.
—¿Qué se siente vivir con los Cacciatore? — Me pregunta sonando asombrado —, debe ser todo un honor desayunar con don Alfonso, ese hombre es admirable.
Él no es el único que me ha preguntado eso, durante mi primer mes aquí, me la hacían a diario, algunos con sorna y otros con interés. Pero no solo en la escuela, cuando salía con Fabiola, o las pocas veces con Alfonso, siempre era todo un protocolo tener que escapar de miradas y cámaras. Y el ejército de guardaespaldas tampoco era de ayuda.
Está más que claro que los Cacciatore son lo más parecido a la realeza en Nueva York.
—Toda la familia lo es — le respondo imitando su asombro.
Él asiente, me iba a contestar, pero una voz masculina lo llama. Para desgracia mía, es la voz de Dante. Y para más desgracia no está solo, tiene a Carol agarrada de la cintura y a su lado está una muy triste Tiffany. O eso es lo que puedo percibir, pobrecilla, la chica debe de estar muy prendada de Gonzalo.
—¿Qué quieres? — Le grita Bianchi con un poco de molestia.
—Quiero tu asqueroso trasero en el polideportivo ahora mismo — le grita Dante —, tenemos que patearles el trasero a un par de maricas sureños.
—¡Ya voy! — Le grita en respuesta —, lo siento chicos, tengo que dejarlos — le da un beso en la mejilla a Anni —, nos vemos luego linda.
—Adiós — dice cuando le da un abrazo, después el chico sigue a sus amigos.
—Bueno, será mejor que caminemos ya o llegaremos tarde — es lo primero que nos dice Anni, pero Edmon y yo no estamos de acuerdo con ella.
—Lo lamento, pero primero necesitamos el contexto de lo que acabamos de presenciar — le dice Edmon y yo asiento en complicidad.
—¿Qué quieren saber? — dice con los ojos muy abiertos.
—Quizás si empiezas con el Gonzi — le recuerdo haciéndole burla —, o esos toqueteos repentinos, mucho mejor.
—Oh qué hay del trasero de mi chica — contraataca Edmon —. ¿Cuándo pasó todo esto?
—Durante el último mes, nos hemos estado escribiendo y resulta que tenemos mucho en común —ambos asentimos muy interesados —, no les había querido decir por qué no tenía la certeza de que iba a ser algo serio, y con lo de hoy al parecer sí lo es.
—Qué bueno Ann — le digo dándole un breve abrazo —, me agrada saber que no es igual de baboso como su mejor amigo.
—Ni los menciones, Gonzi si es inteligente — me dice haciendo una mueca.
—Para serte sincero, si me agrado — admite Edmon —, ojalá continúe así.
—Y lo será — nos responde dando una enorme sonrisa.
Solo espero que Anni no se esté ilusionando de verdad, hay algo con esos chicos que aún no me cierra. No tanto con Gonzalo, aparenta ser un buen chico, pero su mejor amigo no. Y eso me preocupa.