La clase comienza a llenarse, eso hace que regrese a lo que me tenía preocupada. Lewis en definitiva arruinó mis planes, pensaba sorprender a Claire justo cuando saliera del sótano secreto. Ahora no me dejarán entrar a la bodega sin un permiso, y como ya no tengo detención...
Diablos, jamás deseé ser castigada con tantas fuerzas.
Ahora tendré que hallar una forma de convencer a Claire.
Por fin entran a clase mis amigos, espero paciente a Edmon, cuando me ve, solo sonríe.
—¿Y? — Le preguntó, él capta mi pregunta.
—Perdimos — me dice sonriendo aún más.
—¿Y por qué estás tan feliz? — Le vuelvo a preguntar.
—Porque aquí está el desalmado — murmura la voz de Claire, ella y Anni se sientan frente a nosotros —, y la élite sureña, si nos escuchan nos podrían obligar a beber de esos líquidos químicos solo por diversión.
—O nos podrían disecar — agrega Anni exagerada —, y exhibirnos en la próxima feria científica.
—O nos podrían abrir el estómago y sacar nuestros órganos y venderlos al mercado negro — continúa Edmon casi al borde de la risa.
—Síganse burlando y no contarán con mis servicios funerarios cuando esos psicópatas los maten — les advierte una Claire seria, se voltea cuando ve que entra el profesor, y todos nos concentramos en sus indicaciones.
Tengo que trotar un poco para alcanzar a Claire, la chica camina bastante acelerada. Me tomo el atrevimiento de agarrarla del brazo derecho, ella salta del susto, pero cuando me ve se calma.
—¡Sanderson no hagas eso! — exclama con los ojos muy abiertos. — ¿Qué pasa si no te hubiera visto? Te pude haber tirado por el precipicio — me dice señalando a su derecha, estamos en uno de los puentes que une a los edificios C y D.
—Es urgente, créeme — ella se cruza de brazos y me hace una mueca extrañada.
—¿Qué hiciste chica? — Su sonrisa pícara se ensancha. — Necesitas ayuda con ventas, falsificaciones, necesitas intimidar a alguien o te quieres vengar...
—¿Qué? ¡Claro que no! — respondo.
—Sabía que tenías un lado oscuro, esa cara de inocente engaña fácilmente eh...
—¡Claire! — La interrumpo con un grito. — No se trata de eso, de nada de lo que acabas de decir.
— ¿Para qué me necesitas? — frunce el ceño.
—Necesito que hoy al salir de clases me... — pone los ojos en blanco.
—Oh, ya sé a dónde va todo esto — dice por encima de mí. — Quieres ir al infierno, de verdad Nataly, eres tan extraña.
—¿Extraña? — frunzo el ceño.
—Si, de todas las cosas que puedes querer de mí, me pides que te dé un recorrido por un sótano polvoriento, húmedo y lleno de basura. ¿Por qué? — La última pregunta la hace con gran curiosidad.
—No sabes la ayuda que me harías, Fabiola ha estado muy triste y me gustaría ayudarla, quizá si encuentro sus reconocimientos o anuarios se sienta mejor.— Le miento, aunque a medias, no he encontrado ni el expediente ni la cara de Fabiola, o cualquier Cacciatore en esa bodega, eso ya es muy extraño, para inquietarme.
—Que altruista, pero qué mejor que hacer felices a los Cacciatore, nuestras vidas dependen de ello — me dice entrecerrando los ojos. — ¿A qué hora? — su pregunta me hace sonreír de alivio.
—A las seis, en la biblioteca — le digo, ya que es justo cuando termino mis lecciones con Janice —, por favor.
—Seis — me dice asintiendo —, bien, sé puntual Nataly — me dice antes de despedirse de mí.
Conócete.
Ten confianza en tus instintos.
Nunca pierdas la pista de tu adversario.
Encuentra las debilidades de tu oponente.
Nunca subestimes a tu oponente, podrías llevarte una sorpresa.
Son las reglas que he aprendido con Janice en todas mis lecciones. Ya me la podía sacar de encima, y estaba familiarizada con los típicos movimientos de un atacante. Es mucho mejor anticiparlo, ya que sabes cómo evitarlos o por lo menos que no te tomen por sorpresa. Lo inesperado es fatal en cualquier batalla.
—Recuerda, cualquier distracción es importante, gritos, insultos... secretos — me está diciendo mientras me rodea —, enderézate un poco más niña.
—¿Y si no conozco sus secretos? — Le pregunto mientras doy manadas al aire.
—Sé astuta entonces, tendrás que reprimir tus sentimientos, al hacerlo se te hace más sencillo encontrar debilidades en tus oponentes.
—Digamos que entiendo solo la primera parte Janice.
—Es lo que te he intentado decir antes, utiliza más la vista, la audición y cierra la boca — me señala acusadora.
De un segundo a otro me ataca, siempre en los segundos menos oportunos. Hace unas semanas me hubiera derribado, esta vez la anticipé. Me vuelvo hacia ella con destreza y apartó su mano, intenta meterme zancadilla, pero con mi brazo la empujo.
—¿Eso es todo lo que tienes chica? Un empujoncito, aprovecha los codos, las rodillas, Nataly.
—No quiero enviarte a un hospital, nos quedaríamos sin entrenadora — le digo alzando una ceja. Ella por suerte se lo toma con gracia.
—No te confíes pequeña — me dice acercándose.
—No lo hago, te he ganado los últimos días, he tomado por sorpresa a la gran Janice — le digo sonando orgullosa —, creo que me merezco una ovación. Y después romperle la cara a Cressida.
—Si lo mereces, y también que esa niña pague, pero necesitas practicar más.
—Pensaba que la confianza en mí misma era importante — le digo sonando decepcionada.
—Confianza no es lo mismo que altanería, o superioridad — mi cara debe reflejar confusión, ya que ella agrega —, lo estás haciendo de maravilla Sanderson, pero necesitas entender un par de cosas.
—¿Sacarme de una emboscada? Eso ya me lo enseñaste, aunque no creo meterme en una. No soy una buscapleitos Janice.
—No, eso lo sé muy bien. Tú no los buscas, los problemas siempre vienen a ti — toma un respiro y solo pienso en lo nerviosa que me pone su cambio de humor. — Lo único que intento decirte es que habrá situaciones en las que no podrás salir librada.