Mirada Cruel

Capítulo 53

Este piso no es como los anteriores, descuidados y fúnebres.

Este no solo es diferente en lo estético, sino que no hay pasillos y salas por todas partes. Un corredor pequeño me recibe, pero al fondo hay dos puertas corredizas transparentes. Sin pensarlo me acerco y pego mi cara en las puertas. Lo único que logro escuchar es el tic toc de un reloj, debe estar pegado a una pared, de ahí todo es oscuridad.

Para mi sorpresa no hay cerradura. Extrañada, empujó una de las puertas, con facilidad se desliza a un lado. Retrocedo desconfiada. ¿Qué diablos?

¿Será una trampa de Aretha? No tiene sentido, no le agradan los Cacciatore. ¿Por qué querría ayudarlos?

Se acabaron los rodeos, entro sin pensarlo dos veces. Espero que suene una alarma o que las luces se enciendan, pero no pasa nada. Nada. Eso es suficiente intensivo para que me arriesgue a seguir caminando.

El lugar tiene un olor a aromatizante artificial, el piso está pulido y las paredes son de piedra, lujosas. Llego al final del corredor, en donde hay paredes parecidas a la de la entrada. Vuelvo a deslizarla y entro a otra sala con una mesa larga para reuniones y un mapa subterráneo del estado de Nueva York, eso sí roba mi atención. Bien, ahora sé por qué Skandar se ubica demasiado bien en las alcantarillas. No me quedó mucho tiempo viéndolo, además me cuesta entenderlo, está rayado casi por completo.

En la misma sala hay dos puertas, abro la del lado derecho, pero decido no cruzarla cuando me topo con otro maldito pasillo. Mi tiempo está medido, no me puedo arriesgar más. Entró a la del lado izquierdo y me encuentro con una modesta bodega. Por suerte solo hay una librera, y un archivo. Por la práctica que llevo, no me demoraré.

Comienzo en el archivo, donde me llevo mi primer golpe de suerte.

Fabiola Isabela Martini Colindres.

Nacimiento: 6 de noviembre de 1967.

Edad: 17 años.

No la contemplo mucho tiempo, prefiero seguir con la búsqueda.

Nada, ni siquiera encontré las de Kathia y la de Donato. Ni siquiera el bendito expediente de Dylan. Ya un poco fastidiada de la búsqueda me quedo sentada en el suelo viendo al techo. Estoy por rendirme cuando algo se asoma a mi vista. Algo que está arriba del armario y que, al alumbrarlo, me toma unos segundos recordarlo.

Una caja dorada, una caja que tiene grabada la letra L y M en el frente. Estor convencida que es la caja que Dylan le regaló a Lenina en su primera cita.

No pierdo el tiempo, me pongo de pie e intentó alcanzarla. Tengo que saltar un par de veces, para poder tocarla. Es menos pesada de lo que aparenta y el color se ha ido desgastando. Intento abrirla, pero está trabada, tengo que agacharme y poner mi teléfono a un lado, con ambas manos intentó abrirla. Me toma un par de intentos, pero por fin lo logró.

Casi olvido que es una caja de música, de no ser porque no más abrirla, una melodía instrumental suena y me hace saltar del susto. Suspiro aliviada al ver que la caja no está vacía, tiene unos papeles doblados. Los sacó con cuidado para echarles un vistazo. Está claro que son viejos, ni siquiera son blancos, tienen un color marrón. De la misma forma los abro y leo el primer nombre. Solo me basta con darle una mirada para que el corazón me dé un salto.

Dylan Blake Philiphs.

Nació el 15 de julio de 1967.

Edad: 17 años.

Me voy a la parte inferior para por fin ver su cara, pero algo que muy en el interior sospeche, se hace realidad. No hay foto. Con desespero me voy a la siguiente hoja.

Lenina Dianne Miller Johnson.

19 de agosto de 1967.

Edad: 17 años.

Leo paciente y luego pasó a las fotografías.

Tampoco hay una foto.

¡Maldita sea!

Y lo más perturbador es ver que en donde debería de estar la fotografía, hay restos de pegamento. ¿Quién rayos los arrancó? ¿Por qué alguien haría algo tan ruin? ¿Por qué razón están tan desesperados por desaparecerlos?

Decido tomarles un par de fotos a los expedientes y a la cajita.

Reviso la caja después de leer los papeles, la música aún no ha dejado de sonar. Está descuidada y por dentro bastante rayada, no es hasta que recuerdo lo que Lenina escribió en su diario, que mi interés por la caja regresa. Su toque especial, la versión pequeña de Lenina en lugar de la típica bailarina de una caja musical. Objeto que al igual que las fotografías también se esfumó. O más bien alguien se llevó.

Esto no hace más que aumentar mis dudas sobre esta pareja. ¿Quizás sabían demasiado? ¿Quizás en su afán por lograr una unión se deshicieron de ellos? ¿Quizás...?

Un ruido interrumpe mis pensamientos. Un fuerte golpeteo me alarma que por inercia me encojo.

Mi respiración se acelera, me levanto y empiezo a ordenar todo. Pensé en llevarme la caja, pero eso sería una estupidez. Además, ya tengo en casa el diario. Antes de lo previsto los golpeteos que suenan como pasos se intensifican, dejó la caja en donde la encontré justo con los expedientes.

Con precaución abro la puerta y me asomo, se me hiela la sangre al notar sombras en la entrada. Me agacho y me deslizo debajo de la mesa, para mi mala suerte entran dos hombres a los que solo puedo verles las botas. Me encojo aún más y me tapo la boca. Los tipos no se molestan en encender las luces, abren la puerta del lado derecho y se dirigen al pasillo. Espero unos minutos para ver si alguien más viene, pero ya no se escucha nada.

Esta es mi oportunidad.

Gateo hacia la salida y la atravieso, me pongo de pie y recorro el pasillo. Deslizo la puerta y salgo cautelosa. Estoy por dirigirme al graderío, pero en eso, escucho que alguien está bajando, un grito se me escapa.

—¿Quién anda ahí? — Demanda la voz de un hombre que acelera el paso. No lo pienso dos veces y empiezo a correr hacia el otro lado. Eso solo provoca que el hombre empiece una persecución. Mala idea —. ¿Quién diablos es usted? ¡Identifíquese!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.