Me doy la vuelta rápidamente solo para ver a una persona sentada en el otro costado de la mesa. Enciende una lámpara justo a su lado, y me demoro un poco distinguirlo. Cuando lo logro creo que el corazón se va a salir de mi pecho.
–¿Y tú cómo llegaste aquí? – me pregunta Skandar luciendo una sonrisa arrogante.
No puede ser cierto.
Intento buscar una excusa coherente, no sé si alguna lo logrará convencer. Pero eso ni siquiera es el problema, mi estúpida lengua no cede, es como si pesara dos toneladas. Aunque Skandar tampoco luce ansioso por una, desde que me habló solo se la ha pasado contemplándome. Y eso solo me pone más nerviosa.
¿Qué estará pasando por su cabeza ahora mismo? ¿Qué piensa hacer ahora...?
Estoy considerando en huir, sería sencillo, pero otra vez me encontraría perdida y...
–Ni se te ocurra en lo más mínimo — me dice de nuevo y como si hubiera leído mis intenciones le echa un fugaz vistazo a la puerta —. Siéntate — me pide o más bien ordena.
Me quedo quieta.
No tengo un buen presentimiento.
—Siéntate Nataly — vuelve a decir Skandar señalando la silla, se endereza de forma sagaz, marcando terreno. Quizás sí debería huir, estoy más cerca de la puerta y esos segundos de más serían beneficiosos...
—Nataly siéntate, no me hagas ir por ti y obligarte hacerlo — me dice veraz, su sonrisa se le borró por completo y es reemplazada por una línea recta —. Solo quiero ahorrarte un momento no muy cómodo, siéntate.
—No, yo no — comienzo a decir por primera vez.
—¡Pero si por fin te dignaste a dirigirme la palabra! — me dice manteniendo esa expresión —, pensaba que ya habíamos pasado esa etapa en donde te hablaba y tú no me decías nada coherente.
—Es que no sé qué decir — le digo avergonzada, apretó los puños por escucharme tan estúpida.
—Yo te puedo ayudar con eso, pero estás un poco alejada — alza ambas cejas expresando su punto. Me obligo a caminar, además, no quiero que venga por mí, no puedo ni imaginar lo que pensaba hacer. Me siento en la silla y pongo mi mirada en la mesa.
—Debería irme — digo por lo bajo.
Bufa.
—Pero si acabas de venir, además no hemos conversado nada — masculla de nuevo sonando sarcástico —. Comencemos por el principio Sanderson, explícame con lujo de detalle cómo entraste a los sótanos y en ese estado — su mirada me repasa.
—En realidad no hay muchos detalles...— le digo, ahorrando tiempo para pensar en una excusa creíble.
—Que lastima, porque quería escuchar la excusa que tienes. Además, que no eres muy buena mintiendo — chasquea la lengua antes de continuar. — Pienso que deberías usar esta oportunidad para inventarte una buena historia.
—¿A qué te refieres?
—A qué vas a tener que ser muy creativa para convencerme — se recuesta en la silla muy entretenido —, porque todo esto no me huele nada bien Nataly.
—¿Qué pretendes que te diga? — Pregunto confusa, pero solo se encoge de hombros, divertido de la situación —. Está bien, pero si no me crees es tu problema.
–No, ese será tu problema — reitera sin dejar el humor, apartó la mirada nerviosa.
—Hace unas semanas regresé a la bodega donde teníamos el castigo — empiezo —, cuando vi que la librera que estaba pegada a la pared tenía un enorme hueco, me acerqué a inspeccionar.
—¿Inspeccionar? — Pregunta divertido.
—Revisar, chequear, comprobar, registrar... ¿Eso te complace? — Le digo impaciente.
—Me complacería una historia más entretenida, casi me duermo con lo que llevas.
—Lo lamento tanto, pero así fueron las cosas — me concentro en donde iba —. Después de eso no me atreví a entrar, solo me picó la curiosidad. La escena se siguió repitiendo, hasta que hoy decidí echar un vistazo.
—Sabía que te habías inventado el cuento de los clips aquel día que estabas inspeccionando debajo de la librera.
Hago una pausa.
—Bueno, no sé tú — continuo —, pero no es normal tener una compuerta secreta en la biblioteca de la escuela — murmuro por lo bajo sonando tímida —, bueno eso es todo lo que ocurrió...
—Que es aburrido y menos mal me toca hablar — pone una mano en la mesa, muy cerca de las mías —. Al inicio tenía dos teorías — me señala —, la primera es que me estabas siguiendo, aunque esa ya la descarte — eso último lo agrega al ver mi expresión —. Y la otra y más segura es que tu amiga de cabello rosado estuvo involucrada.
La sola mención de Claire de la boca de Skandar me descompone por completo.
—¡No! — Musito sin pensar. — Ella no tiene nada que ver en esto, yo estaba en...
—Solo me lo acabas de confirmar Sanderson, pero tranquila admiro esa fidelidad — sin pensar me enderezo y lo miró atenta —, admito que si la hubieras echado de cabeza me hubiera decepcionado.
Orgullo, si eso acabo de sentir y no me gusta nada.
—¿Y ahora ya me dirás cómo salir de este laberinto? — le digo, aunque preferiría no irme aún. Antes me gustaría preguntarle qué es este lugar y quienes son los ancianos. Pero él no responderá ninguna de mis dudas.
—Oh no cariño, si recién empezamos — menciona satisfecho —. Además aún no me has dado la respuesta que quiero.
—¿Y esa es...?
—Creí que era obvio— se acerca más —. ¿Por qué razón estás aquí?
—Ya te lo dije, curiosidad.
—Dime la verdad Nataly — dice muy despacio.
—Ni siquiera es importante, quería tener un lindo detalle con Fabiola, pensaba que obsequiando un anuario de su año de promoción lo lograría — suspiro desesperada —. Claire me dijo que aquí podría encontrarlo, eso es todo.
Esperaba que reciclando esta mentira funcionara y Skandar me creyera. Por suerte no sigue insistiendo, solo asiente en acuerdo.
—Digamos que lo que dices me convence, eso no explica por qué estabas corriendo despavorida de Jones. Y tampoco explica tu presencia en el quinto piso.
—Si eso lo puedo explicar también — mis palabras tropiezan.
—Sin contar el hecho que no deberías estar aquí — prosigue sin escucharme —, ya que la existencia de este lugar es confidencial.