Mirada Cruel

Capítulo 58

Aún no sé cómo fui capaz de levantarme y caminar hasta llegar a casa. Skandar tuvo la amabilidad de dejarme a unas cuadras de ella. Con Claire sucedió lo mismo, a ella la fueron a dejar antes que a mí. Creo que nunca podré olvidar su balbuceo al intentar agradecerles. Yo les tuve que traducir sus confusas expresiones.

En todo caso una de las mucamas tuvo la suerte de estar despierta y abrirme, si no hubiera tenido que llamar a Joseph. Y me hubiera odiado de por vida, es una bestia cuando le interrumpen el sueño.

Recordatorio: pedirle una copia de las llaves a Fabiola.

Lo último que recuerdo es que fui directo a mis cobijas, ni siquiera me tomé el tiempo de ponerme un pijama decente. A las diez de la mañana me arrepiento, despierto adolorida y mareada, como si tuviera resaca, o eso es lo que dicen en las películas. No me demoro en bañarme y cuando bajó a desayunar un regaño me detiene.

—No es posible que esto haya pasado — está diciendo Fabiola dentro del comedor. Me asomo un poco, no quiero que me pesquen espiando.

—De verdad Fabiola, no entiendo tu enojo — le responde Violet de la misma manera. Oh no, otra confrontación de estas panteras.

—¡Cómo no lo vas a entender! — Exclamó enfadada —, te los llevaste sin mi autorización. A mi hija y a Joseph.

—Puedo ser capaz de entender tu enojo con Kalia — oigo a Fabiola resoplar —, pero con Joseph, es ridículo...

—Tengo la custodia de ese chico, es prácticamente mi...

—¡Ni te atrevas Fabiola! — El tono de Violet sube tanto, que pegó un salto del susto.

Intento acercarme más, no esperaba ese rumbo de la conversación. Es la primera vez que una discusión entre ambas tiene ese tono tan grave. Y no solo eso, lo que más me asusta es que están hablando de mi hermano.

Ambas se quedan calladas por unos segundos, Fabiola retoma la conversación mucho más calmada.

—Está bien, pido perdón, no debí decir eso, pero eso no quita el hecho de...

—Fabiola fuimos a pasear al zoológico, no los lleve a un cementerio, tampoco a un partido de béisbol que tanto odias — empieza molesta —, un patético zoológico.

—No me interesa a donde, la próxima vez avísame.

—Como si eso te vaya a...

Hubiera podido seguir escuchándolas, pero un carraspeo detrás de mí me distrae. Volteo un poco molesta y... Oh no.

—Con que estabas espiando — me dice Alfonso con una sonrisa de lado. El hombre desde temprano está bien vestido, con un traje azul y su reloj de oro resaltando más su buen aspecto.

¿¡Por qué no me traga la tierra de una vez!?

—No, yo no estaba, en realidad iba hacia... — empiezo a decir palabras sin sentido.

—Pero no te asustes — me dice riendo —, tampoco es ilegal fisgonear, claro con que ese par no te descubra.

—Oh no — pienso en la reacción de ambas si ese fuera el caso —, eso sería terrible.

—No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo — me dice dándome una palmadita en el hombro —. Tampoco es algo que nunca haya hecho.

Ya había tenido la oportunidad de conocer su lado paternal. Aunque de solo recordarlo seguía sintiendo extraño. Sí, es un hombre bastante frío, pero siempre nos traía regalos, y nunca le faltaban palabras para motivarnos. Creo que hasta nos ha tomado cariño.

—Igual, no volverá a suceder — le prometo intentando sonar convincente.

—Si claro — me dice alzando ambas cejas —, en todo caso debes estar hambrienta. Escuché que ayer te fuiste de fiesta.

Sabía que tendría esta conversación, pero por el amor de Dios, preferiría que fuera con Violet o Joseph, incluso Fabiola. Jamás me imaginé que sería con el gran patriarca del norte.

—Si, si, si, fuimos a una pequeña reunión con unos amigos — la voz me tiembla —, estuvo alegrísimo, pero fue muy tranquilo, no pasó nada malo.

—Claro que fue tranquilísimo — me dice carcajeándose otra vez —, ya te viste esas ojeras. Muchacha no necesitas mentirme, yo también fui joven.

—No lo hago, de hecho, había muchas bebidas alcohólicas — intento remediarlo —, pero yo no tomé absolutamente nada, lo prometo.

—Reitero, no necesitas mentirme, también fui joven — me dice sonando considerado.— Sé que es hipócrita que te prohíba tomar cuando yo también lo hice, pero a tu edad es peligroso además de ilegal.

—Pero yo... — pienso un poco más en mi respuesta —, tomé un poco, pero no me gusto para nada, fue asqueroso.

—Que respiro — me dice exagerado —, pero necesitas comer algo. Esa palidez que te cargas ya me está preocupando.

Se hace a un lado cediéndome el paso, agradecida entró al comedor donde por extraño que parezca, me encuentro a Violet y a Fabiola sentadas una frente a la otra, comiendo en silencio.

—Bien dicen que después de la tormenta siempre viene la calma — me susurra Alfonso burlón, bajo la mirada para que no se note mi sonrisa. Se me adelanta para sentarse en el centro de la mesa. Ambas mujeres me voltean a ver al mismo tiempo.

—Pero si es la adolescente rebelde — me dice Fabiola sonriente —. Siéntate aquí y cuéntamelo todo — me dice empujando la silla que está a su lado.

—Si es que recuerda que ocurrió — comenta por lo bajo Violet haciendo que Alfonso también se ría.

Al parecer alguien anda de buen humor.

—Si cariño, pero prefiero que coma primero — le dice Alfonso a su esposa, ella voltea los ojos molesta. Me acerco a la silla y tomó asiento. No se demoran mucho en servirme una taza de café y la comida.

—Viniste muy tarde cariño — me dice antes de darle el primer mordisco a mi pan —, se puso buena la fiesta.

Buena no, peligrosa. Terminé en una persecución con unos psicópatas. Ya no quiero recordarlo.

—Todavía recuerdo esas fiestas, era una locura — sigue hablando Fabi —, mi madre se enfadaba, llegaba a casa a las seis de la mañana.

—Olvidas un pequeño detalle, en casi todas estabas ebria — le dice un Alfonso juguetón.

—Yo también fui a una par — interrumpe Violet —, no te pierdes de nada Nataly, muchachos borrachos, licor barato, besos asquerosos y escenas no aptas para chicos de tu edad...




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