No sé si Skandar está impaciente, solo sé que con la rapidez en que mueve sus labios aumenta mis ansias. Llevamos así un rato, y solo hemos parado para respirar. Estoy apoyada en mi respaldo y él está casi encima de mí.
Tiene una mano en mi cuello y la otra está explorando mi pierna... ah no, ahora está subiendo a mi espalda, debajo de mi blusa. Su toque es lento y decidido, suspiro cuando empieza a besarme el cuello. Siento un dolor placentero en la parte baja de mi estómago que me hace retorcer, chocando con las piernas de Skandar, él jadea en respuesta.
Regresa su mano a mi pecho y la otra a mi cabello, estamos tan concentrados que no escuchamos a un oficial acercarse, hasta que somata el vidrio de la ventana del piloto. Skandar se levanta antes de que me pueda dar cuenta de lo que sucede.
—Maravilloso — susurra, se regresa a su asiento y se comienza a peinar —. Nataly agáchate y has como que estás buscando algo en el suelo.
Lo estaba haciendo mucho antes que me lo pidiera, entiendo su punto.
—Oficial, perdone está embarazosa escena — le dice justo cuando baja el vidrio —, nos dejamos llevar por...
—Si el lívido — oigo que le está diciendo —, me tuvieron que avisar unos turistas que el auto se estaba moviendo de manera extraña, imagínese la vergüenza que pase...
Genial, como si no se pudiera poner peor.
—Sí, una vez más perdone, no nos medimos — le responde de la misma manera que un niño haría si lo pescan escapándose de casa.
—Podría multarlo por esto — dice tajante, me pongo el cabello de un lado, para intentar ocultarme. Volteo con disimulo, el oficial está sacando una libreta —, dígame su nombre por favor, necesito tener sus datos.
Si alguien se entera de esto... ya me metí en un problema.
—Por supuesto — dice Skandar sumiso —, apunte, Michael Skandar Cacciatore.
—Claro, Michael Skan... — el oficial se interrumpe así mismo —. ¡Cacciatore!
—Justo como lo escuchó oficial — le dice Skandar complacido, el policía palidece,
—Señor Cacciatore yo no pretendía, perdone no quería... — tartamudea
—¿Multar? — se ríe —, yo creo que si lo quería, estaba muy seguro.
—¡No lo reconocí con esa vestimenta!
—Tienda de segunda mano — le comenta Skandar divertido —, a veces es un buen camuflaje.
—Yo le pido mil disculpas, no quise decir eso, es solo que... — dice el hombre apenado —, no volverá a suceder señor...
—No oficial, sancióneme — lo detiene Skandar.
¿Qué rayos está haciendo este idiota?
—Pero señor Cacciatore...
—Lo digo en serio, yo estaba haciendo algo indebido, merezco esa sanción.
—Yo no creo que sea...
—Por favor, insisto oficial — reitera Skandar amable —, solo quiero ser un ciudadano transparente.
El chico puede resultar convincente cuando se lo propone. Aunque siendo un Cacciatore no creo que necesite hacer una gran actuación, Skandar le puede pedir al hombre que le lame las suelas de los zapatos y el oficial no dudaría ni un segundo en hacerlo.
—Por supuesto — responde con la voz temblorosa.
Dejo mi cabeza entre mis piernas, el oficial no tarda en regresar y le da un papel blanco. Antes de dejarnos ir le da unas indicaciones a Skandar del pago de la multa.
—Muchas gracias Oficial Cage — Skandar le dice mientras enciende el auto —, le quiero pedir un poco de discreción, no quisiera que nadie se entere de lo ocurrido — se acerca un poco a la ventana —, a mi chica le gusta la privacidad.
—Jamás señor, de mí no saldrá nada — le promete el oficial volviendo a la fachada ruda.
—Así que... — digo rompiendo el silencio, minutos después de que nos fuimos —, Michael.
Niega decepcionado.
—Por favor no.
—En realidad es un nombre lindo — me atrevo a darle un empujoncito en el hombro.
—No cuando tu segundo nombre es Skandar, mis padres hicieron un pésimo trabajo al intentar combinar mis nombres —. Me explica apresurado — lo apreciaría si mi segundo nombre fuera Steven o Devon.
—Michael Skandar — pruebo a decir, él vuelve a negar.
—Es increíble lo que provoca que digas mis nombres — suaviza su tono.
—Explícamelo — le pido emocionada.
—Cuando dices el primero me gustaría ponerte cinta adhesiva en la boca — dice burlón —, por otro lado, cuando dices el segundo — hace una pausa —, me gustaría repetir lo que estábamos haciendo hace un rato.
No creo que pueda estar más sonrojada.
—A menos que te quieras llevar otra multa — le comentó sonriendo de lado —, aunque para ti sea sencillo salirte con la tuya.
—Con una tengo suficiente — me dice viendo de reojo el papel.
—¿Cuánto tienes que pagar?
—Trescientos dólares, y sin querer sonar como un imbécil, pero no te parece un poco injusto que sea solo yo el que pague.
—¿Qué? — suelto.
—Si — se ríe —, hasta donde yo sé, tú también participaste igual o más que yo.
—Como pretendes que le explique Alfonso esta situación.
—Yo se la explico — suelto una carcajada —, sería una conversación interesante.
—Terminaría castigada de por vida.
—Y yo con la nariz quebrada — agrega segundos después —, no te preocupes, yo la pagaré — me avisa mientras mira al frente. — ¿Tienes hambre? Por aquí hay varios restaurantes, solo quiero salir del centro.
En un par de minutos el lugar se había atiborrado de peatones y ciclistas, entendía su punto.
—Así que odias el centro de la ciudad.
—Sí, lo odio los fines de semana de enero a octubre, en noviembre y diciembre la cosa cambia bastante.
—Oh, con que eres fan de la navidad — sonrío con solo pensarlo.
—¿Y quién no lo es? — volteó por un segundo.
—Pues aparte del grinch, quizás Pitts.
—Hasta se parecen — me dice fingiendo un escalofrío —. Pero sin exagerar este lugar se transforma en algo bellísimo, es todo un espectáculo.
—Pues me muero de las ansias.
—¿Sabes patinar? — me pregunta tomándome por sorpresa.