Mirada Cruel

Capítulo 68

Cuando salgo del polideportivo me sorprendo de ver a Anni esperándome. No se da cuenta de mi presencia hasta que me acerco, cuando me ve, se despega de la pared y camina cautelosa.

—¿Nataly cómo estás? — pregunta, viendo hacia el suelo.

—Mejor — finjo una sonrisa —, no te preocupes.

—Discúlpame, pero no te creo — me dice acelerada —, lo que te hizo esa chiflada es...merece pagar y deberíamos acusarla.

—Janice me dijo que se encargará de ella, tranquila — le digo tratando de sonar despreocupada —, ya no me quiero meter en problemas.

—¿Estás segura? — pregunta haciendo una mueca.

—Por supuesto Anni, está bien — le aseguro antes de cambiar el tema —. ¿En dónde están los demás?

—A Edmon lo vinieron a traer sus padres, me pidió encarecidamente que lo llamaras en cuanto salieras — me dice alzando la vista —. Ted no tengo idea y Claire me dijo que tenía que hacer algo de muchísima importancia — termina de decir exagerada.

—Supongo que solo quedamos las dos, a menos que tengas que ir con Gonzalo...

—No, tiene un compromiso con sus papás — me aclara tomándome del brazo —, acompáñame al salón de maestros, tengo que dejar una papelería.

—Claro, no tengo más que hacer — respondo siguiéndola. Hoy Ben se demorará, las compras de fin de año han aumentado el tráfico y el pobre está atorado en una calle del centro de Manhattan.

La sala de maestros está en el segundo nivel del primer edificio, nos demoramos un poco tratando de pasar por la marea de alumnos. Al llegar ambas notamos que no hay ni un alma en la sala, eso nos da la libertad de entrar por completo.

—¿Crees que aquí hacen planes para hacernos sufrir? — le preguntó en broma, pasando por el escritorio de cada profesor.

—Pues claro, hasta deben de tener una compuerta secreta — alzó la vista alarmada, por suerte Anni está de espaldas —, en donde nos vigilan cada segundo del día — termina de decir riéndose.

<<Es una broma, no puede saber que lo que dijo, es parcialmente cierto>>

—Eso explica muchas cosas — sigo la broma.

El teléfono de Anni comienza a sonar con una musiquita navideña. Mi amiga se sonroja y antes de contestar me mira.

—Es mi papá — dice preocupada —, esto será rápido, espérame aquí, ya vengo.

Asiento y ella sale por la puerta del otro lado de la sala a contestar. Me dedico a fisgonear los escritorios, pero para mí desgracia, no estoy mucho tiempo sola, la puerta del frente se abre de golpe y una chica entra.

Y como si se tratara del peor día de mi vida, mi vista se topa con los ojos marrones de Carol Bardi.

Su mirada no es enloquecida como la de Cressida, está seria. La chica se toma su tiempo para observarme antes de romper el silencio, que ya me tenía alarmada.

—Creía que te había dado una orden — me dice caminando hacia mí —, al parecer no la escuchaste bien.

—¿Una orden? — me mofo de la elección de sus palabras.

—Sí, una orden que acabas de romper — enfatiza más esa última palabra —, no te hagas la imbécil.

—Se más clara — le pido impaciente.

—Ya deja de hacerte la estúpida — para por un momento, eso me da tiempo para caminar alrededor de la mesa, haciendo que nos separe —, que no te queda.

—Solo hemos hablado dos veces en la vida, perdona si no pongo como prioridad esos recuerdos — esta vez la veo a los ojos, estos se ven cansados pero muy amenazantes.

—Quieres que sea clara, bien lo seré — suelta llena de odio —, si estas tan dispuesta a estafar a don Alfonso, a engañarlo pues adelante, pero con Skandar te aviso que no podrás.

Sus palabras me llevaron aquel día en el baño. Cuando me acusó de ser una caza fortunas y quién sabe de qué más. Dios mío, si esta chica supiera de dónde vengo, de lo que tuve que pasar, dejaría de decir tanta estupidez.

—Cierra la boca — estallo casi al borde de la paciencia —, no tienes ni la menor idea de las mentiras que estás hablando, deja de repetir eso.

Se ríe cínica.

—¿Qué más se puede esperar de una chica de barrios bajos? — me mira de arriba abajo —, no mucho, así que no nos culpes por desconfiar.

—No me interesa cambiar tu percepción sobre mí — admito exhausta —, solo quiero que me dejes en paz, ya tuve suficientes problemas hoy — su carcajada de interrumpe.

—Es la primera vez que Cressida hace algo útil en su vida — su afirmación me deja muda.

—¿Seguimos hablando de la misma chica? — le pregunto intentando entenderla.

—Claro que sí, si ella no te ponía en tu lugar lo terminaría haciendo yo o alguien más, aprende que no somos del mismo estrato — abre los brazos dramática —, quedas advertida, no le pongas ni un dedo encima y ni siquiera oses en verlo o te juro que...

¿Todo esto por un chico?

—Estás alucinando y tienes serios problemas de celos — le digo intentando hacerla entrar en razón —, no sé qué viste en el ensayo, pero te aseguro que...

—Sé lo que vi, te le estabas tirando encima, parecías una babosa — continúa hablando, aunque ya no me está viendo, se enfoca en el suelo y sus manos comienzan a temblar.

—¿Te encuentras bien? — le pregunto viéndola con detenimiento, su rostro se empalidece haciendo que parezca enferma —, deberías ir a la enfermería.

—¡A ti que te importa! — alza la voz y se acerca a la mesa —, ya me estas colmando la paciencia, no descansaré hasta sacarte del maldito estado.

—Excelente, entonces deberías hablar con don Alfonso Cacciatore al respecto — le propongo ya harta de su actitud —, pero a mi déjame en paz y te aconsejo ir con un psiquiatra, tienes serios problemas.

Es este último comentario lo que la hace reaccionar, pero en lugar de rodear la mesa se sube a ella. Se tira encima de mí con todas sus fuerzas, por suerte logró prever ese movimiento y me muevo a un lado. Me intenta dar un puñetazo en la cara, pero logró esquivarlo, lo que si no logro evitar es el empujón. Me topo con la mesa que tengo detrás, pero eso no me distrae y alcanzó su brazo derecho, intentó inmovilizarla con una llave, pero logra tomarme del cabello.




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