Mirada Cruel

Capítulo 71

En eso voy pensando mientras camino por la banqueta del desolado jardín delantero. Inundada en esos frustrantes pensamientos, no soy consciente de un carro negro que camina a mi lado. El piloto no tarda mucho en bajar el vidrio y hablar.

—¿Por qué estás tan sola? — en cuanto oigo la voz de ese idiota mis piernas empiezan a temblar —. ¿Necesitas que te lleve?

No contestes, no contestes.

—¿No me oyes? — vuelve a preguntar —, te estoy ofreciendo un servicio de taxi gratis.

Me hubiera puesto los auriculares, al menos así tendría una excusa válida para ignorarlo.

A pesar de eso, sigo sin contestarle.

—¿Nataly me estás volviendo a ignorar?

Silencio.

Empiezo a acelerar el paso, pero el chico sigue igualando mi velocidad.

Maldición.

—¿Me puedes explicar qué mal te hice ahora? — prosigue —. Porque hasta donde yo sé, en el ensayo me sonreíste, creí que me ibas a buscar después.

Me quiero golpear, si es cierto, le sonreí al muy idiota. Pero él me guiñó el ojo antes de eso y aún no había sucedido lo de los vestidores.

Le regalo otro silencio. Pero esta vez no me responde con palabras. Siento como algo diminuto se estrella en mi cara, veo al suelo para darme cuenta de que es una gomita. No pasa ni un segundo y siento como otra gomita se estrella en mi cara.

En verdad el desalmado Skandar Cacciatore me está tirando gomitas en la cara.

Otras tres gomitas más y ya perdí la paciencia. La siguiente la atrapo con agilidad y lo volteo a ver, molesta. En un inicio se sorprende por mi acción, pero no pasa mucho antes que se comience a reír.

—¡Al fin te dignas a verme! — dice recostándose en su asiento aliviado —. No sabía que tenías esos reflejos, esa precisión... — antes de que termine le tiro la gomita, que cae justo en su frente.

—Que solidaria estás hoy — dice agarrando de nuevo la gomita y metiéndosela en la boca. La mastica como si fuera un gran manjar.

No pienso verlo más, regresó la vista a mi camino y de nuevo acelero. Lo puedo oír suspirar un poco cansado.

—Por lo menos dime que hice de malo — vuelve a decirme —, así entenderé esa cabeza temperamental que tienes.

En verdad que es un idiota. Sigo pensando que tendré que lidiar con él un poco más, hasta que una luz de esperanza se ilumina justo frente a mí. El portón de entrada. Está a pocos metros, si corro muy rápido será sencillo entrar a la cafetería.

No creo que quiera arriesgarse a hablar conmigo en un lugar público, al menos es lo que espero.

Bueno, tendré que arriesgarme.

Oigo que sigue hablando, pero ya no le prestó atención. Al contrario, empiezo acelerar más el paso hasta empezar a correr. Veo el portón cerca, muy cerca. Estoy a poca distancia, pero como si el propio Skandar hubiera previsto mi movimiento, acelera bloqueándome el acceso al portón. El movimiento fue tan repentino que del asombro, caigo de bruces contra el suelo.

Pienso más rápido, y en menos de lo que esperaba ya me estoy poniendo de pie. Justo en eso escucho que sale del auto. Cambio de planes, no podré salir por la garita así que tengo que regresar a la escuela a toda costa. Doy media vuelta y vuelvo a empezar a correr.

Una parte de mí esperaba que se rindiera, que volviera al auto y se fuera de una vez por todas. Pero no, estaba equivocada. Aparte de escuchar mi respiración entrecortada, lo escucho corriendo detrás de mí y llamándome. Me alcanza en menos de lo que esperaba, pero no es sutil o siquiera respetuoso con el espacio personal. Siento como ambos brazos me agarran de la cintura, en un movimiento ágil y me alza dando una vuelta.

—¡Suéltame! — le grito mientras siento su cómo sus manos se aprietan en mi estómago —. Aléjate de mí — vuelvo a decir, cuando me deja en el suelo.

—Tranquilízate — me dice en voz baja, aun sin soltarme, se acerca un poco a mi oído —, y te suelto.

—Suéltame de una maldita vez — exclamó mientras me retuerzo entre sus brazos, pero su agarre es firme —, lo digo en serio o si no voy a gritar más fuerte.

—Grita — dice como si no le importara —, ya es tarde, la mayoría se fue y los que quedan están demasiado lejos para escucharte.

—¿Qué piensas hacer conmigo? — le pregunto mientras intento soltarme —, suéltame y te librarás de problemas.

—No, tranquilízate y tú te librarás de los problemas — me advierte.

—Pero si ya estoy tranquila — le digo con la respiración acelerada. — ¿Qué no me ves?

—Por eso lo digo — siento su respiración en mi nuca y eso me da escalofríos —, relájate, y deja de pelear, esto es imposible.

—Prométeme que si lo hago me vas a soltar — le pido adaptando un tono de voz neutro.

—Te lo prometo — me dice de nuevo acercándose a mi oreja.

Dejó de luchar, dejó de hablar y regulo mi respiración, de manera que mi corazón vuelve adaptar un ritmo más o menos normal. Digo eso, porque con la cercanía de Skandar es imposible tranquilizarme.

Se toma su tiempo antes de soltarme, suspiro aliviada después de sentir como me libera.

No me despido, doy un paso para regresar cuando Skandar habla.

—Bien, ahora hablemos — me dice como si nada.

Me volteo para verlo, debe de estar loco.

—¿Hablar? — le cuestiono —, no, no quedamos en eso.

—Tal vez tú no, pero yo necesito una explicación...

—Pues búscala en otro lado — le digo olvidándome con quien estoy hablando.

Alza las cejas sorprendido.

—No se te ocurra dar un paso — me dice demasiado calmado —, porque la escena de hace unos segundos se va a repetir, eso te lo aseguro.

¿Hablar o estar aprisionada?

Qué más da, en ambas salgo perdiendo.

—¿De qué rayos quieres hablar? — pregunto escogiendo la opción menos peor.

—De lo que acaba de pasar — me dice frunciendo el ceño —, explícame que sucede contigo y ese cambio de humor tan repentino.

Lo contemplo por unos segundos confusa, si está fingiendo ignorancia, es un buen actor.




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