A partir de ahí, el polideportivo se comienza a vaciar. Todos salen en orden a pesar de tener un gran equipo de guardaespaldas. Cuando regresó a la bodega por mis cosas, me topo con que solo las mías siguen aquí.
Las tomó con rapidez y veo mi teléfono, reviso si tengo algún mensaje, solo tengo uno de Edmon. Este se resume en un largo párrafo sobre porque me inventé que estaba enfermo y que le tenía que contar que paso. Bien, pospondré esa explicación para mañana, en lo que me invento una excusa.
Me cercioro que no haya nadie cerca y camino por el atajo, por suerte solo quedan los que vinieron a colocar las sillas.
Todavía seguía ansiosa por la actividad de mañana, pero al ver la cálida actitud de los Cacciatore había logrado tranquilizarme. Aunque me sigue poniendo nerviosa eso de la presentación oficial, al menos no estaré sola.
Tengo que caminar despacio debido a las ramas, casi me tropiezo con dos hace unos segundos.
Creo que es por tener la vista puesta en el suelo que no me percato de los ruidos provenientes detrás de unos árboles. Es imposible que los recuerdos de la primera vez que pase por aquí no cayeran en mi mente.
¿Y si de nuevo son esos sureños?
No lo pienso dos veces, y doy media vuelta, vuelta que no es completada porque me topo con el pecho de alguien. Tropiezo y casi me voy de espaldas, de no ser porque esa persona me agarra de las manos.
—¡Me asustaste! — grito dándole un puñetazo a Skandar.
Se ríe burlón.
—Pero no me maltrates — me dice sobándose.
—Tú no me metas esos sustos — me cruzo de brazos —, te apareciste de la nada.
—Claro que no, estaba justo detrás de ti — inclina su cabeza —, creo que estabas un poco distraída.
—No estaba distraída, tú fuiste muy silencioso — lo miro, pero no me responde —, tal vez si estaba un poco distraída, lo acepto.
—Lo sabía. ¿Y se puede saber por qué? — alza ambas cejas —. No me respondas, estoy seguro de que estabas pensando en ese pastel.
Sonrió.
—No sabía que eras pastelero, estaba muy sabroso.
—Prefiero el nombre chef, o repostero — me aclara haciendo una mueca.
Frunzo el ceño.
—No te lo tomes a mal — reacciona —, toma el ejemplo de las costureras, ellas odian esa palabra, prefieren modista, todos tenemos esa parte pretenciosa muy dentro.
—Está bien, chef pretencioso — bromeo —, sus pasteles son una delicia, espero que eso te halague — digo exagerada.
—Gracias, pero ya lo sabía — pongo los ojos en blanco —. ¿Tenías planes para hoy?
Lo vuelvo a ver con los ojos muy abiertos.
—¿Por qué la pregunta? — entrecierro los ojos.
—Pues porque vi que tus amigos no están y que estabas vagando sola, como alma en pena — responde —, y me dio lástima.
—Pues tu caso no es diferente al mío — me cruzo de brazos —, no veo a ninguno de tus amigos, aquí y estás solo — como no me responde sigo —. ¿Necesitas compañía?
—Pero qué atrevida eres — su sonrisa se ensancha.
Hago una pausa.
—¡Tú me ibas a hacer la misma pregunta!
—No, lo que yo hice fue una suposición, no fui así de directo...
—Es ridículo, en cualquier momento me la hubieras hecho.
—Emm, eso no lo sabes — junta sus puños.
—¡Ya deja de confundirme! — suelto desesperada —, y por lo menos respóndeme.
—Está bien, está bien — alza las manos —, lo admito, venía en busca de compañía.
—¿Venía?
—Si, en realidad me encontraba trabajando...
—¿Trabajas? — preguntó curiosa —. ¿En qué?
—Estaba completando unos archivos en la computadora, luego me recordé de ti.
—¿Quieres que te ayude a completar unos archivos en una computadora? — intento adivinar —. Eso era lo que hacíamos en esa bodega — exagero un escalofrío al decir esas palabras.
—Sí, pero esta vez es en los sótanos — responde como si no fuera la gran cosa.
—¿Me estás invitando a esas catacumbas? — le pregunto helada —. Que tipo tan extraño eres — exclamo sin pensar.
—¿Extraño? — pregunta sin lucir ofendido, me consuela que no haya dejado esa sonrisa. ¿O quizás solo está disfrazando su enfado?
—Pues... pues — me tomó unos segundos pensar en una respuesta, pero al final decido ser honesta —, porque en un mismo día me regalas un pastel que tú mismo preparaste y después me invitas a una cita en el infierno — digo citando las palabras de Claire.
Me mira por los siguientes segundos.
—Pero a ti quien te dijo que era una cita — alzo las cejas —, al menos yo no recuerdo haberlo mencionado.
Me sonrojo al instante.
—Pues es lo que supuse — le digo irguiendo la espalda —, además ayer también lo intentaste y... — las palabras que tenía planeado decir desaparecen al instante —, pero si no es lo que... lo que tú...
—Está bien, está bien — me dice tomándome las manos —, solo quería que me acompañaras, no pretendía llamarlo cita.
—¿Por qué? — pregunto ofendida y sin mirar mis manos cubiertas por las suyas.
—Porque es ofensivo — contesta subiendo un poco la voz —, jamás sería capaz de invitarte a una cita en esas catacumbas — menciona riéndose —, y con el uniforme.
—¿Pará qué me quieres? — abro más los ojos.
Ya me miraba en otra persecución con la policía, huyendo de unos criminales o vomitando en un callejón.
—Me gustaría enseñarte algo en realidad — hace un ademán para que caminemos. No me toma mucho tiempo decidirme, es eso o quedarme en la biblioteca hasta que salgan Fabiola y Alfonso.
—Espero que sea algo bueno — le advierto aguantando una sonrisa.
—No creo que te vaya a decepcionar — me dice mientras suelta mis manos, me cede el paso y caminamos uno al lado del otro.
— ¿Cuánto nos falta por bajar? — le pregunto después de un rato, en verdad siento que este lugar me va a tragar.
—Poco.
—Creo que llevamos una eternidad aquí — le comento apretando más la mano, la linterna no me está sirviendo de mucha ayuda.
Nos mantenemos en silencio por los siguientes minutos hasta que veo una ráfaga de luz a lo lejos. Retrocedo cuando me doy cuenta de algo había pasado desapercibido.