Mirada Cruel

Capítulo 77

Una parte de mí esperaba que solo fueran guardaespaldas los que estuvieran en el pasillo, pero no. Los pasillos de Saint Lincoln no son solo largos, también son anchos así que puedo ver como ambos grupos de patriarcas nos voltean a ver.

No sé si es el simple hecho de verme al lado de Skandar lo que los asombra, porque no nos estamos tocando, de hecho estamos a una distancia prudencial.

A pesar de la escena que estamos montando y que nada me debería de hacer reír, tengo que aceptar que ver a Kathia y a Fabiola compartir una mirada estupefacta y luego acercarse a nosotros al mismo tiempo, provoca que me muerda la lengua para no soltar una carcajada.

Mantente sería Nataly, mantente sería.

—Nataly, te estuve mandando muchísimos mensajes — me dice antes que Katia pueda abrir la boca, me toma de los hombros y le lanza una mirada venenosa a Skandar —. ¿En dónde estuviste?

—Yo puedo responder eso por ella — interrumpe Skandar.

—Hijo no creo que sea necesario — Kathia lo toma del brazo y mira a Fabiola cautelosa —, no te metas en esto...

—No, lo digo en serio — reitera Skandar —, tuvo una serie de eventos desafortunados en los que me vi involucrado.

Lo vuelvo a ver molesta. ¿A dónde vas con todo esto?

—¿A qué te refieres muchacho? — se acerca Alfonso, que a comparación de su esposa se ve bastante sereno.

—Y sin rodeos Skandar — alza la voz Donato, que está un poco más lejos hablando con unas personas.

—Prefieres contarlo tú Nataly — siento como todos me voltean a ver —, así no hay malentendidos.

—Creo que lo sabes mejor que yo — pongo los ojos en blanco.

—Creo que no le caigo muy bien — dice Skandar viendo a Fabiola.

—Pues eso me tranquiliza — le responde entre dientes, luego me mira por un segundo muy sonriente.

—Por favor Fabiola, no es el momento — empieza Kathia sonando exhausta.

—No, no te preocupes — interrumpe Skandar por encima de su madre —, el sentimiento es mutuo — finaliza haciendo que las dos mujeres vuelvan a compartir una mirada asombrada.

—Por lo menos digan que fue lo que los atrasó — Alfonso ve su reloj —, porque ya es tarde.

—Venía del último edificio cuando un grupo de melodiosas voces me atrajeron — empieza Skandar a relatar —, no me hizo falta dar muchos pasos cuando me encontré a Sanderson en medio de un grupo de... coristas.

Un gran Oh se escucha por parte de todos. Está claro que, a nadie, o por lo menos a ningún Cacciatore siente afinidad por los coros navideños.

—¿Por qué los dejan entrar si tanto les molestan? — pregunto en un arranque de curiosidad.

—Fue un común acuerdo — me responde Donato de primero, el hombre deja que dos señores sostengan su maleta y se acerca a un lado de su esposa —, con el gobierno estatal.

—Y se hizo imposible deshacernos de él — agrego Alfonso.

Asiento sin animarme a preguntar más.

Skandar carraspea.

—¿Puedo seguir? — pregunta juntando las manos de forma teatral.

—Sí, pero ve al grano por favor — responde su padre.

—Claro, me acerqué y la vi un poco desesperada — continúa y me señala —, en un momento de bondad decidí ayudarle y espantar a los coristas. Les dije que Nataly estaba muy apurada y tras mucha resistencia la dejaron ir.

—Eso no explica la tardanza — suelta Fabiola —. ¿Qué le hiciste chico?

—¿Cuál es la necesidad de pensar mal? — pregunta Kathia después.

—Madre está bien, lleva un poco de razón — admite Skandar —, suena sospechoso, solo déjenme terminar.

>>En realidad yo no le hice nada, fue al revés — me volteo de sopetón —, en cuanto me vio se molestó y quiso irse, estaba a medio camino en el bosque y no se dio cuenta de que había una pequeña zanja en donde si no es por mí se hubiera caído.

—¡Cariño qué terrible! — Fabiola se voltea hacia los hombres que están parados detrás —, desde hace meses tenemos problemas con esas zanjas.

—De hecho, ya deberían de estar arregladas — Kathia pone las manos en sus caderas esperando respuestas.

—Ya hemos hablado con algunos expertos — le contesta la directora Lewis complaciente —, y vendrán pronto a arreglarlo.

—¿Estás bien? — me pregunta Donato adelantándose.

Ah, genial, ahora tengo que improvisar una respuesta.

—Muy bien, gracias — inclinó un poco la cabeza —, fue un casi accidente.

—Debieron verla, no quería tomar mi mano, creo que por un momento hubiera preferido caer al vacío — el comentario de Skandar no se hace esperar.

—No era la ayuda que esperaba, pero me sirvió — le digo fingiendo una sonrisa —, de todas formas, gracias.

—De nada — me dice sonriendo de la misma forma.

—Bueno, ya es momento — interrumpe Alfonso, viendo la puerta que tiene justo detrás —. ¿Qué tal si pasamos ya?

—Me parece — contesta Donato tomando la mano de Kathia y entran a la sala, le siguen unos ejecutivos y otras personas bien vestidas, detrás van Alfonso y Fabiola.

Algunos se hacen a un lado para que Skandar y yo pasemos. Aún dudosa me adelanto, estoy a medio camino cuando un objeto me hace tropezar, casi caigo, pero logró recuperar la postura. Volteo hacia ambos lados y me topo a un Skandar muy sonriente. No me toma mucho llegar a la conclusión que me metió zancadilla.

—Pero tampoco sobreactúes — le digo entre dientes aprovechando la poca distancia.

—Lo siento, me gusta entrar en el papel — réplica de la misma manera.

Recordatorio: jamás volveré a pedirle a Skandar que actúe como mi enemigo.

Esta sala de reuniones es del mismo tamaño que la anterior. La mayoría del espacio la abarca la mesa. En un estrecho hay tres sillas, Alfonso y Fabiola me ceden el espacio en medio de ellos. Cuando tomo asiento, Skandar está al frente a mí.

Y justo como la vez anterior el resto de desconocidos se sientan a los costados de la mesa.

El primero en hablar es Donato cuando se pone de pie.

—Sé que se estarán preguntando la razón de esta junta — hace una pausa viendo a su hijo y luego a mí —, verán, les tenemos una propuesta que puede que les guste.




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