Mirada Cruel

Capítulo 78

DÍA DE LA ASAMBLEA

Me levanto, no... más bien Fabiola nos levanta a las cinco de la mañana. Con Kalia nos tomamos un café para despertarnos del todo. Desde esa hora la casa ha estado como loca. Por un lado, Alfonso, que ya está vestido, está teniendo una reunión de trabajo en su despacho. Fabiola lo acompaña por unos minutos antes de enfocarse en nosotros. Nos lleva a la cochera, que han convertido en un spa.

Me demoro unas dos horas en manicura, pedicura y masajes. Por suerte, nos sirven el desayuno en el proceso. Joseph y Violet no tardan mucho en unirse a nosotras. Fabiola nos dice que después tenemos que probarnos los vestidos y además nos dará algunas indicaciones sobre el protocolo.

Todo esto es un espectáculo y eso que la Asamblea empieza a las seis de la tarde.

Las maquilladoras no se demoran en llegar y las otras modistas nos ayudan a vestirnos. A decir verdad, el vestido está un poco ajustado, por eso me tomo mi tiempo con los tacones, que por suerte no son altos.

Salgo de mi habitación al pasillo, la primera que me encuentro es a Kalia, que lleva un vestido rosa que le llega a los tobillos y sus zapatillas blancas son aún más tiernas.

Me acerco detrás de ella, en un espejo de cuerpo completo que hay en el corredor, pero al quedar frente al espejo me desconozco. Me interesaba el maquillaje, disfrutaba verlo, sin embargo, no podía permitirme comprar todos esos productos. Por eso ver mi rostro así de... impecable, me deja sin palabras.

La risa de Kalia me distrae.

—Pareces una princesa — me dice emocionada, le sonrió.

—Y tú un pequeño angelito — le doy un guiño.

—¡Están hermosas ambas! — nos suelta Fabiola poniéndose detrás de nosotras, aunque su mirada se dirige más a mí —, hoy vamos a dejar un par de bocas abiertas mis niñas.

La escaneo y lo que veo me deja igual de asombrada. Sé que no me debería impresionar digo, es la impecable Fabiola de siempre, pero hoy se pasó. Su vestido al contrario del mío es pegado, adaptándose muy bien a sus curvas.

—Creo que deberíamos de llamar a una ambulancia — le respondo segundos después —, por si Alfonso se desploma al verte.

Ambas se ríen.

—Lo tomaré en cuenta cariño — me dice después se vuelve a Kalia —, acompáñame, los Grimaldi están en una llamada y Meredith quiere verte — le da la mano a su hija y se despiden de mí.

No tengo necesidad de tocar, solo empujó la puerta de la habitación de Joseph. Estoy por hablar, pero lo que la escena frente a mis ojos me roba toda palabra.

Alfonso está haciéndole el nudo de la corbata a Joseph, ambos están hablando y riendo. El corazón se me achiquita de solo verlo. Cualquier persona que los viera pensaría que son padre e hijo. Me quedo embelesada, que no me doy cuenta de que ambos me están viendo confundidos.

—¿Estás bien Nataly? — me pregunta Alfonso acercándose un poco.

—Sí, claro — trago saliva —, es solo que me impresionó ver a mi hermano tan... arreglado.

—Lo mismo digo — me contesta Joseph viéndome boquiabierto.

Alfonso se ríe.

—Esa es la reacción habitual de todos — nos dice divertido —, solo esperen a que lleguemos, hay quienes están irreconocibles. — Alfonso se dirige a la puerta, me muevo para que pase —, en una media hora nos vamos chicos.

Con estas últimas palabras nos deja y nada más quedamos los dos.

—¿Qué te hicieron esas mujeres en la cara? — me pregunta, aunque no lo dice de forma despectiva.

—Se llama maquillaje — tomo asiento en su cama, me tomo el tiempo de verlo, su traje es negro, pero resalta con su corbata roja, del mismo color que mi vestido —, pareces un principito de la realeza.

—Eso suena horrible — pone los ojos en blanco —, en cambio tú pareces estrella de cine.

—¡Eso suena increíble! — le digo animada, me tomo un momento para verlo —, estamos irreconocibles — suelto sin poder creerlo.

Me sonríe.

—Pero eso es bueno, ahora somos conscientes de que nunca fuimos feos y... — se sienta al lado mío —, hace un año nos poníamos la ropa heredada de nuestros abuelos — extiende sus manos exagerado —, ahora llevo puesto este traje de seda.

—Hace un año olíamos a pan quemado — murmuró.

—Y podrido — mi hermano hace una mueca de asco —, ahora desprendemos esencias francesas de más de trescientos dólares.

—¿Y eso es bueno? — me pregunto, pesimista —, Jo, nuestra vida dio un vuelco de ciento ochenta grados, pero a veces siento que nosotros no hemos cambiado...

—¿Cómo qué no? — me toma del brazo —, Naty, tu sonrisa regresó.

—La tuya igual — agrego, pero él frunce el ceño.

—La mía nunca se fue — saca el pecho orgulloso.

—¿Crees que estén orgullosos? — le pregunto y él sabe de quienes hablo.

—No lo creo, estoy seguro — me aprieta el brazo —, todo por lo que lucharon, todo lo que hicieron por protegernos, ahora vivimos los resultados.

Lo abrazo fuerte.

—Los extraño — digo en un momento de debilidad, su agarre se aprieta.

—Yo igual, pero ten por seguro que están en un lugar mejor — se aleja y me seca el par de lágrimas —, y están orgullosos de ambos, es lo que siempre quisieron.

—Tuvimos un golpe de suerte — le susurró apretando los ojos para no sacar más lágrimas —, vivimos con cuatro maravillosas personas...

—¿Cuatro? — su pregunta me interrumpe.

—Sí, cuatro Joseph — le pellizcó la nariz con rapidez —, Violet, Fabiola, Alfonso y Kalia...

—Puaj — exclama sacando la lengua —, saca a esta última de tu oración.

—Será mejor que empieces a practicar esa sonrisa porque hoy tendrás que aparentar que la quieres — le advierto señalándolo —, sobre todo frente a los invitados.

—No creo que pueda — me dice exagerado —, solo de pensar en verla me produce náuseas...

Alguien abre la puerta interrumpiendo la conversación. Es una muy elegante Violet, que lleva puesto un vestido plateado de manga larga y que llega hasta el suelo. Ambos nos ponemos de pie al mismo tiempo para recibirla. Cuando entra por completo no nos dice nada, solo se queda ahí, viéndonos con los ojos muy abiertos.




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