Mirada Cruel

Capítulo 80

Edmon me había dicho que era un salón grande, elegantísimo para toda esta gente. Anni me gritó que tenía una excelente pista de baile. Claire se enfocó más en los adornos, las pinturas, estaba fascinada con las obras de arte. Por último, Ted me propuso acabarnos una de las treinta fuentes de chocolate, que era inacabable la cantidad de comida que pasaba.

Pero ni con todas esas descripciones me pude hacer una idea de lo que estoy viviendo ahora mismo.

Es un salón de tres niveles, al centro está la pista de baile y al fondo un escenario. Todo el piso es de mármol. Cuando alzó la vista me encuentro con un hermoso atardecer, el techo es de vidrio y hace contraste con los candelabros de cristal.

Otro graderío nos recibe, y los aplausos que pensaba que serían más serenos, no lo son. Al contrario, los gritos no se hacen esperar a tan solo segundos de que se abran las puertas. Está vez los flashes no me tomaron por sorpresa, aunque eso no quita que me siga poniendo nerviosa. Apretó el agarre y sonrió radiante o eso es lo que espero. Volteo a ver a Joseph, esta haciendo lo mismo.

No hay preguntas, para mi buena suerte. Solo posamos o intentamos hacerlo. Cuando terminamos de bajar, me pierdo entre el mar de gente que se acerca, supongo que a saludar.

De un momento a otro, el agarre de Ted desaparece. Lo busco con la mirada, solo para encontrarlo hablando con unos periodistas muy interesados en su vestimenta. Me rio y lo dejo solo. Por suerte Violet no se ha alejado, veo como estira su brazo para alcanzar a Joseph, que había empezado a correr hacia un lado.

—¡Tú no te vas a ningún lado! — Joseph la mira sorprendido —, tenemos que buscar nuestra mesa, cuando eso suceda vas a donde tenías que ir.

—Pero ahí está Francis — se excusa desesperado —, tengo que hablar con él del acto de hoy.

—Pues Francis puede esperar — me entrometo, luego veo a Violet —. ¿Tienes la menor idea de dónde está nuestra mesa? — le echo un vistazo a todo el salón —, a este paso necesitaremos un GPS o un mapa.

—Para tu suerte, siempre pido la misma mesa, así que el camino lo sé de memoria — nos dirige al centro está la pista de baile, nos demoramos por la misma aglomeración, alrededor de la pista están todas las mesas circulares. La nuestra está del lado derecho, ósea a la derecha del escenario. Sé que es nuestra mesa por los nombres pegados en ella. Ah y porque Janice está sentada leyendo un periódico.

Nos repasa a todos, pienso que va a terminar diciendo una broma, pero no, solo sonríe.

—Pero Violet, por poco y no te reconozco — es lo primero que dice.

—Lo mismo digo — le responde mientras se sienta a un lado de Janice.

La entrenadora no tarda mucho en ponerse de pie para saludarnos. Ahora nos toca a nosotras echarle un vistazo. No lleva un vestido, optó por ponerse un traje negro, con saco y pantalón de vestir. Pero siempre lleva su característica coleta de siempre.

—¿Cómo te fue con las cámaras? — me pregunta viendo el espectáculo de los periodistas, quedamos con la vista frente al graderío. — No debió ser sencillo pasar por esa... familia.

—Aunque no lo creas se me hizo fácil evadir las malas caras, tanto que ni las note — le comento subiendo un poco más la voz —, por lo demás creo que muy bien.

—Y se nota — alza las cejas viendo mi vestido —, tu semblante es muy distinto.

Ella podría estar hablando de mí, pero yo tenía mi atención en Janice, más específico, en su rostro.

—Pero Janice eso que veo es maquillaje — abro más los ojos, intentó tocarla, pero detiene mi mano a tiempo.

—Sí, de vez en cuando se recuerda de que es una mujer — interrumpe Violet disfrutando la escena, más bien el sonrojo de Janice.

—¡Pero se ha hecho el milagro! — exclamo al borde de una carcajada —, se ve divina entrenadora.

—Tampoco iba a humillarme con esta gente — se defiende cruzándose de brazos —, no me podrá gustar, pero un poco de vanidad tampoco es malo de vez en cuando.

Violet y yo compartimos una mirada, ambas sonreímos cómplices.

—Así que al fin conozco al mini Sanderson — continúa Janice, cambiando de tema —, no se parecen en nada.

—Gracias a Dios — susurramos a la vez.

Joseph, que todo el rato ha estado casi detrás de mí, por fin decide salir de su escondite y saludar.

—Buenas noches, mi nombre es Joseph Sanderson — le da la mano actuando muy diplomático —, soy el hermano de su alumna, de antemano pido perdón si ha avergonzado el apellido. No todos somos así — muy disimulada le pellizco el brazo.

—¡Auch! — exclama tocándose la zona afectada —. ¿Y eso por qué fue?

—¿De verdad lo preguntas? — pongo las manos en mi cintura.

—Sabes que tengo razón — se endereza arrogante.

—Yo soy la que debería sentir pena por ti — respondo —, por cierto jovencito, tú todavía me tienes que contar algo — le recuerdo lo del pasillo hace unos minutos.

Sus mejillas empalidecen.

—¿Puede ser más tarde? — baja la voz.

—Por esta vez sí — accedo misericordiosa —, solo porque no es el momento.

Suspira aliviado.

—¿Ahora si me puedo ir? — saca su celular —, Francis me necesita.

—Ve pequeñín — él celebra emocionado —, pero no por mucho tiempo, no quiero que te pierdas.

—Está bien— me promete y sin esperar respuesta se va corriendo.

No pasa mucho tiempo desde la escapada de mi hermano, cuando siento que alguien desde atrás me toma de la cintura, me sobresaltó un poco.

—Menos mal te encuentro, toma — es Ted, que me ofrece un palillo con fruta lleno de chocolate —, estás de suerte, el puesto estaba abarrotado de idiotas hambrientos.

Le recibo el palillo agradecida.

—¿Cómo te fue con las cámaras? — pregunto echándole un vistazo.

—Excelente, no faltaron los piropos, entre ellos, majestuoso ángel o irresistible adonis.

Chasqueo la lengua.

—No los culpo, estás que te caes de lo guapo — ironizo mientras nos movemos para que pasen unas personas —, ¿en dónde están los chicos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.