Mirada Cruel

Capítulo 91

Un rayo de sol interrumpe mis sueños, no abro los ojos cuando despierto, ni tampoco lo hago cuando oigo voces afuera de la habitación. Cuando la puerta se abre pretendo estar dormida, escuchó a dos personas conversar y despedirse antes de que la puerta se vuelva a cerrar. Entreabro los ojos, pensando que otra vez estoy sola, pero no. Hay alguien más.

Un chico ya conocido.

—Ya abre los ojos Nataly, sé que estás despierta — me dice Skandar mientras abre las cortinas por completo, la luz me golpea de repente, me tapo el rostro con la sabana.

Me quedo ahí como mecanismo de defensa, como ilusa pensando que una manta me podrá proteger. Al parecer a Skandar eso no le afecta, de un solo movimiento me quita la sábana de la cara y la deja caer en mis piernas.

—Buenos días — me dice cuando decido verlo molesta. Me tapo la boca al darme cuenta de su estado, tiene una venda en su mano izquierda, y un par de tiritas en sus cejas. Pero la mejilla derecha está al descubierto, dejando que su moretón sea el centro de atención. Al menos también se cambió de ropa, tiene una camisa negra y pantalones del mismo color. — Por lo menos dame una sonrisa, me la merezco después de defenderte anoche.

Bufo, seguirá usando esa estúpida excusa en lugar de explicarme las cosas. Como por ejemplo qué pasó anoche. En dónde está mi hermano y porque tanto secretismo al respecto. Y la más importante, porque el exceso de protección conmigo.

—Sería bonito que me respondieras — prosigue después de arreglar unas cosas en un closet a la par de la puerta, regresa con un par de sábanas y las deja en la mesita —, acepto cualquier clase de insultos, aprovecha que no será todo el día.

Su mirada me reta, estoy por caer es su juego cuando un golpeteo en la puerta nos distrae.

—Puede pasar Greta — alza la voz viendo hacia la puerta.

Una mujer de baja estatura entra a la habitación con una bandeja en sus manos. Por el olor que emana sé que es comida, aunque solo alcanzó a ver el humo que sale de una taza de café. La mujer tiene ropa color rosa pálido y unas zapatillas.

—¿Cómo amaneció señorita? — me dice con una inusual sonrisa, me doy cuenta de que le falta un diente delantero, deja la bandeja en la mesita de noche —, espero esté hambrienta, porque el desayuno viene cargado.

No aparto mi mirada de Greta, aun cuando va a saludar a Skandar, ambos se hablan como si fueran viejos amigos. Ambos me ven a la vez, esperando un veredicto de mi parte.

—Muchas gracias — me escuchó decir, me impresiona que siquiera haya logrado sacar esas palabras —, huele delicioso.

—Me alegro mucho — me dice complacida, vuelve con Skandar —, bueno muchacho, tengo que seguir con la jornada...

—Espera Greta — la detiene Skandar —, ¿vas a ir con...?

—En una media hora — le responde viendo su reloj —, ya sabes que detesta que se le interrumpa en sus sesiones de yoga, por suerte ya no tardan en venir sus visitas.

Skandar asiente, aunque luce insatisfecho.

—Bien, veré si las visitó en un rato — le dice antes de que Greta cierre la puerta por completo. Skandar se queda viendo la puerta por unos pocos segundos de más, luego regresa a mí como si no pasara nada.

—Me vas a tener que regalar un poco de esos waffles — me dice terminando de acomodar las cortinas —, yo tampoco he comido así que...

—¿Quién es ella? — lo interrumpo dejándolo callado por un segundo, me voltea a ver curioso.

—¿Greta? — señala la puerta —, es una enfermera.

Enfermera, una jodida enfermera.

—¿Enfermera? — pregunto intentando encontrarle una explicación a esto —, una enfermera, por, por, ¿una enfermera...?

—Sí, una enfermera — me repite —, son las que apoyan y auxilian a los doctores, aunque en la actualidad aprenden un poco de medicina básica...

—¿En dónde estoy? — le preguntó sintiendo como me tiemblan las manos, vuelvo a hablar reprimiendo mis ganas de gritar —, ¿qué es este lugar?

No me responde, solo se acerca a la orilla de la cama y me contempla. Quizás esperando que le pregunte otra cosa. Al final suspira antes de hablar.

—Bienvenida al Instituto Psiquiátrico Ophelia — me responde dejándome aún más confundida.

¿Un instituto psiquiátrico? Me vino a meter a un psiquiátrico.

¡Me vino a meter a un psiquiátrico!

Me le quedo viendo por demasiado tiempo, esperando que se ría, que se burle de mí. En verdad deseo que esté bromeando o exagerando siquiera. Es tal mi situación que espero que haya una jodida cámara escondida jugándome una mala broma.

Pero no.

Se queda serio, esperando que le responda.

—Me metiste en un psiquiátrico — empiezo intentando no caer en la paranoia —. ¡Me metiste en un manicomio!

—No es con exactitud un manicomio, aquí se rehabilita... — empieza a decirme sin inmutarse por mi estado.

—Y a mí que jodidos me importa lo que se haga aquí — empiezo ahogando un grito, tengo que calmarme lo más posible —. Me quiero ir, me tengo que ir, no... — intento moverme, pero de nuevo el dolor en las piernas me lo impide —. Mi hermano está solo, sácame de aquí...

Bueno, no solo el dolor me lo impide.

—Me temo que eso no se va a poder — suelta como si le apenara mi situación.

—Si se va a poder — le digo viendo a todas partes —, no me puedes retener aquí, es una locura...— pienso en todas las cosas que tengo que hacer, no puedo quedarme aquí sin saber dónde está Joseph.

—No te estoy reteniendo — me dice —, solo que ahora debes quedarte aquí...

—¿Por qué?

—Por seguridad — me dice recostándose en la pared.

—Seguridad — repito irónica —, esto no es seguridad, estoy en un estúpido manicomio...

—Lamento mucho esta situación Nataly, en serio — me dice, pero su voz no cambia, todo se vuelve tan artificial.

—Lo lamentas — me rio amarga —. ¿Con exactitud qué es lo que lamentas? Haberme drogado, perseguido, no responder sobre el paradero de mi hermano que me prometiste buscar — empiezo, dejándome llevar por mi enojo —, o lamentas meterme a un loquero con gente peligrosa — me intenta interrumpir, pero hablo por encima de su voz —. ¡O quizás solo lamentas haberme encadenado a esta estúpida cama como si fuera una maldita criminal!




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