Mirada Cruel

Capítulo 92

Regresa una hora después, lo sé porque tome el tiempo del reloj que está colgado en la pared. Para eso yo ya terminé de comer y ahora estoy sentada como idiota viendo hacia el panorama verde de la ventana. Tal parece que estamos en el medio de la nada.

—Bonita vista, ¿no es así? — me pregunta con una silla de madera en sus brazos, la pone justo a lado de la cama.

—¿En dónde estamos? — le pregunto de mala gana.

—Eres pésima con las direcciones, ¿crees que puedes saber si te digo la ubicación? — él también está viendo hacia la ventana, interesado.

—Solo dilo, he vivido aquí por seis meses, me sé ubicar — le contestó tajante, me enderezo más por si logro alcanzar a ver al menos un edificio, pero no hay nada —, a no ser que esté en otro estado o país, en ese caso no me sorprendería.

—No estuviste sedada tanto tiempo, además hubiera sido imposible sacarte del país — me dice tomando asiento, me doy cuenta de que lleva un folder verde debajo del brazo —, no Nataly, sigues en Nueva York.

—En un bosque en el medio de la nada — comentó para mis adentros.

—Tampoco, en realidad no estamos tan lejos — responde sacando el folder y poniéndolo la cama —, desde aquí no lo puedes ver, pero si sacas tu cabeza de la ventana y la volteas un poco a la derecha, vas a ver un par de edificios conocidos.

Sus palabras me intrigan. ¿Será su casa? ¿O la mía? No, no creo que se hayan arriesgado a tan peligrosa acción. Si Alfonso y Fabiola me están buscando sería el primer lugar al que irían.

—Podrías ser directo — le pido dejando un mechón de mi cabello detrás de la oreja, ahora desearía tener una coleta —, es imposible que lo logre adivinar.

—¿No tienes ni idea? — niego sin ánimos —, bien, te vas a sorprender. — Se echa para atrás y deja su tobillo sobre la rodilla, jamás lo había visto sentarse de manera tan incorrecta —. Seguimos en Manhattan — me asegura haciendo que recupere la esperanza —, y a unos diez kilómetros de distancia de aquí, está Saint Lincoln — abro más los ojos por su revelación.

¿Cómo? ¿Hay un manicomio cerca de la escuela?

Se hace un silencio. Skandar me ve, como si me estuviera evaluando mientras pienso en lo que acaba de decir.

Pero los recuerdos regresan, regresan a no hace mucho. Unas de mis primeras semanas en Saint Lincoln, cuando tomamos un atajo debajo del puente. Una hermosa mansión se robó toda mi atención, por lo impotente que lucía desde abajo. A pesar de que ya sé mi ubicación, no me tranquilizo. La impotencia se hace presente.

Estoy tan cerca y tan lejos.

—¿Fueron las enfermeras las que me vistieron y sanaron? — le pregunto cambiando el tema por un momento. Sé que la pregunta que más se esfuerza por salir de mis labios no será respondida, por eso debo aprovechar que se encuentra tan accesible.

—Fue un trabajo en equipo en realidad — siento mis mejillas palidecer, algo que Skandar nota al instante —, ellas te bañaron, ellas te vistieron y yo me involucré cuando toco curarte las heridas — señala mis piernas y brazos.

Me siento aliviada, no sé qué hubiera hecho sin las enfermeras. No digo nada y eso lo anima a seguir.

—Bueno la cosa es así, no quiero que esto se demore — apoya sus brazos en sus rodillas, aproximándose —, entonces vengo a proponerte un trato — lo miró pensando que va a seguir hablando, pero no, me está cediendo la palabra.

—¿En ese trato me dirás en dónde está mi hermano? — cierra los ojos luciendo un poco exasperado —, sí, sé que quizás te cansó mi pregunta, entonces deja que la reformule — mi enojo solo aumenta —, ¿sabes en dónde está?

No me dice nada, solo se me queda viendo, pasado unos segundos asiente en respuesta.

Pensaba que la respuesta de esa pregunta me iba a relajar, al contrario, el dominio que me propuse tener sobre mis emociones me traiciona. Haciendo que en lugar de acostarme aliviada intente salir de la cama, la maldita cadena me lo prohíbe. De nuevo la comienzo a jalar desesperada.

—Llévame con él — le pido casi exigiendo que lo haga, sigo jalando esa cadena sin cesar —, ¡llévame con él! — le gritó viendo que no me responde.

—Nataly, quédate quieta o te olvidas del trato anterior — me dice en un tono demasiado tranquilo, sigue sentado de la misma manera, sin lucir afectado por mi arranque —, basta, te di la respuesta que querías y no puse reparos, te toca escucharme a mí — enfatiza cada palabra, ya no me ve como ayer, ahora su mirada es indiferente y su tono lo es aún más.

—¿En dónde está? — le susurro sin hacerle caso, imágenes de mi hermano en unas mazmorras o en un pozo desnutrido, golpeado y sediento se atropellan en mi mente, eso me pone aún más ansiosa —. Por favor, solo responde eso y te prometo que haré caso — se vuelve a quedar en silencio por otros segundos, hasta que suspira.

—Si te lo digo, pero no te quedas sosegada y no paras de moverte como esquizofrénica, te puedes ir olvidando del trato anterior — me amenaza de nuevo, pero esta vez deja la burla de lado, habla muy en serio —, ¿entendido?

—Si — murmuro sintiéndome impotente.

—Tu hermano está aquí – ahora ya sé por qué me amenazó de esa manera. De no ser porque no quiero que me ate de pies a cabeza, estoy segura de que hubiera intentado arrancar mi mano con tal de ir en búsqueda de Joseph —. En otra ala opuesta, es un lugar bastante grande, así que si se te ocurre escapar — me dice con el afán de asustarme, lo peor es que lo logra —, de una vez te advierto que te encontraría antes que de siquiera puedas dar un paso.

—¿Y cómo crees que podría escapar? — le señaló la cadena —, ¿acaso no ves esto?

—La desesperación es un buen intensivo para hacer locuras, Sanderson — me dice entrecerrando los ojos. — Pero creo que eso lo sabes de sobra.

La paranoia se hace presente de nuevo, por el hecho de que haya escogido esas palabras. Parece que me quiere decir algo entre líneas, lo que me pone aún más alerta. ¿A qué rayos se refiere? Clamo porque no sea lo que creo, porque de ser así, estaría sentenciada.




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