Me despierto de golpe, sudada y con el corazón acelerado. Por una parte, lo agradezco, tuve una pesadilla con monstruos de ojos azulados, diestros en armas y que visten Armani. Por otra parte, desearía no despertar jamás, esto me devuelve a mi cruel y putrefacta realidad.
Aún tenía que procesar lo que pasó hace horas, con Skandar. Dios, solo de pensar en él me da un temblor en todo el cuerpo. Como si fuera prohibido que se me pasara por la mente porque lo puedo invocar.
Y es que después de todo lo que acaba de pasar, desearía no verlo jamás.
Y no solo a él, desearía no ver a nadie más. Buscar a mi hermano y escapar lo más lejos que podamos, así sea el destino que me toque. Ahora todo me puede resultar una opción mejor que quedarme en este campo de batalla. Campo de batalla en el que no soy más que un objeto, un arma, una bala o una bomba.
Un peón en una tabla de ajedrez.
¿Es que nunca me vieron como una persona?
Con sentimientos, debilidades, joder con dignidad. Me he convertido en un objeto del que creen que tienen autoridad. Solo he sido usada, engañada y acosada.
Me secó las lágrimas y me quedo meditando mientras escucho a los búhos ulular.
Este tiempo de sueño me permitió calmar mi tristeza, mi culpa y mi duelo.
Ahora solo me queda algo que ha sido mi mecanismo de defensa desde niña. Ahora solo me queda el enojo, la rabia, solo me queda el resentimiento. Me aferro a esa intensidad, me aferro porque sé que es lo único que me va a salvar.
Se acabó la confianza. Se acabó la lástima. Se acabó la humildad. Y se acabó mi silencio.
Los haré pagar, a todos. Aún no sé cómo. Ni siquiera sé si mañana seguiré sintiéndome de la manera en que lo hago ahora. Solo sé, que no volveré a ser la misma de la que creen que se pueden aprovechar. Me hago una promesa a mí misma, de no dejarme humillar nunca más.
Y así, con esa determinación, vuelvo a caer dormida, esperando que mañana duela un poco menos.
FIN DEL PRIMER LIBRO.