«Supongo es normal, pero cuando eres tan feliz, los días pasan extremadamente rápido.
Cedris y yo éramos tan dichosos en esos entonces, tan unidos, que sentía los días irse volando tras vernos, hablar y compartir tanto pudiéramos. Era mágico, divertido y especial, cada momento que estábamos juntos.
Mi cumpleaños llegó, y como cada año, se reúnen mis amigos más cercanos a celebrarlo conmigo. Lo vi como una oportunidad perfecta para presentar a Cedris, que conociera a quienes yo amaba tanto y que me habían apoyado desde hace años, cuando vivía tiempos muy oscuros en casa de mis padres.
En la noche, durante el festejo en mi departamento, todos, de manera inmediata, se acercaron a Cedris para hacerlo sentir cómodo, incluirlo en el grupo y hacerle ver que no tenía porque avergonzarse o sentirse presionado. Hubo preguntas, claro, mas nada malo o extraño. Muy por el contrario de lo que había sido con mis ex, Cedris se comportó como todo un caballero, ameno, lindo y pragmático. Todos se enamoraron de él.
—Es un buen tío, chica. ¿Vas en serio con él? —preguntó Roberta al estar ambos fuera de mi departamento, observado Cedris desde ahí, quien platicaba con Aide y Edgardo.
—Sí, muy en serio. Creo que es justo lo que siempre he querido —confesé al momento, sonriente al ver el hermoso rostro alegre del pequeño.
—Está muy enamorado de ti, como tú de él —explicó mi amiga, con una leve sonrisa—. Cuando te mira, chica, su rostro se ilumina. ¡Yuck! Que me dan arcadas de pensar en tanto amor y cursilerías. —Los comentarios me hicieron reír, a la vez que me sentí tan pleno de saber que no era el único que lo veía y se sentía tan enamorado. Todos lo notaban, Cedris estaba tan impregnado de mí como yo de él.
Ese día fue la primera vez que dormimos juntos, en mi cama, abrazados sin que nadie nos moleste, pues todos se retiraron aproximadamente a las cuatro de la madrugada, por lo que nos tomó media hora más poder caer en un profundo sueño.
Lo tuve toda la noche, envuelto en mis brazos, acurrucado a mí. Sentí su aroma, su cálida piel, su suave respirar y su lindo corazón. Por primera vez en mucho tiempo, dormí tan a gusto que no quería despertarme, de manera literal. La alarma sonó como es costumbre al día siguiente, pero no fui yo quien la apagó, sino Cedris, mismo que se volvió a acomodar conmigo.
Cuando desperté, horas después, y fue a él lo primero que vi, a mi pequeño. No dudé en darle un beso en su frente, cosa que terminó por abrirle los ojos, dado ahora un afecto en sus labios, tierno y lento, como nos gustaba tanto.
—Buenos días, bonito.
—Buenos días, grandote. ¿Dormiste bien?
—Como nunca. Me encanta tenerte aquí —respondí feliz, a la par que lo abrazaba fuerte y percibía su aroma, enamorado.
Luego de juguetear un rato en cama y platicar, por fin pudimos ponernos de pie e ir hasta la cocina, donde le preparé de desayunar, feliz de la compañía. Luego de comer, tuve que despedirlo, un tanto triste por tener que dejarlo ir, mas lleno de amor por la bella velada que había pasado.
Creí que nada podía arruinar mi día, hasta que recibí una llamada de mi hermano, cosa que me extrañó mucho. No me lo pensé tanto en contestar, desganado. Creí que, tal vez, sólo me marcaba para felicitarme en buena fe.
—¿Bueno? ¿Qué pasó? —pregunté desinteresado, sentado en la sala.
—Papá y mamá se separaron —explicó el joven, algo que me extrañó un poco.
—¿Eh? ¿Qué pasó?
—Desde que te largaste han estado peleando. Pero todo culminó en verdades, y una de esa es que papá tiene un amante, y un hijo con ella. —Eso último me dejó sin palabras, paralizado en el sillón. —Sí, Brayam, tenemos un medio hermano, y no es un bebé como tal. Tiene casi cinco años ya.
Ya no respondí nada al respecto, sólo escuché que me colgaron luego de decir que todo eso era mi culpa, sólo mía. No sabía si llorar, enojarme, reírme o, de verdad, sentirme culpable. “¿Por qué siempre que estoy feliz algo así debe pasar?”, me pregunté múltiples veces en soledad.
Luego del fin de semana, donde fingí estar bien para no preocupar a Cedris, tomé una decisión que tal vez fue un poco apresurada, mas luego de todo lo vivido, de lo felices que éramos, me parecía lo más correcto. Ya había pasado un mes y estaba más que listo para el siguiente paso. Debía hacerlo, quería llamarlo oficialmente “mi novio”.
Esperé a terminar de ver una serie en mi casa, acurrucado el chico en mis brazos, rodeado por estos desde atrás, pues me hallaba sentado en mi cama y él delante de mí, cómodos ambos y comiendo pochoclos de queso que tanto nos gustan.
Una vez que el capítulo acabó, Cedris me miró a los ojos impresionado, listo para comentar, besado por mí en el interludio de nuestras impresiones de lo visto.
—Oye, quiero decirte algo importante —mencioné con una sonrisa, a lo que su carita puso una mueca de extrañez. No puedo olvidar lo divino que se veía—. ¿Quieres ser mi novio? —Luego de la pregunta, a la faz se le fue yendo la alegría, mostrada incertidumbre y confusión de momento.
—¡Oh! Brayam, me halagas mucho. ¡No pienses mal! ¡Me gustas bastante! En serio, me encanta estar contigo. Me la pasó increíble, pero me gustaría llevar las cosas un poco más calmadas. ¡Por favor! Pregúntamelo un poco más delante, verás que la respuesta se sentirá mejor. —Me sentí confundido de inicio; no obstante, sonreí y me abrazó, prometido a besos que todo estaba de maravilla, sólo que creía que era muy pronto para formalizar».
El viejo, al escuchar esa parte, vertió un poco de vino en su copa, notado un silencio por parte del joven, por lo que entendió que aquel esperaba algún tipo de comentario u opinión de su parte. Lo hizo esperar un poco, bebió de su copa y, una vez exhalado un dejo de aire de sus pulmones, miró al moreno y respondió.
—¿Estabas realmente bien con eso? —La pregunta hizo dudar un poco a Hendrik, mismo que, después de unos segundos de pensarlo, respondió.
Editado: 05.10.2022