Mirada distante

Cuarto Relato: Fortuna

Dentro de la casa de Hendrik, solitario, se hallaba el pintor, apenas salido de darse una ducha, listo para recibir una importante visita que había estado esperando desde días atrás, preocupado por que todo se viera bien en casa, listos los aperitivos, refrescos, cervezas y la televisión que sería el instrumento principal de entretenimiento de la tarde.

El timbre sonó, por lo que el anfitrión anunció con un grito que ya iba hacia la puerta, abierta aquella para revelar que, parado en la entrada y somnoliento, se hallaba Cedris, mismo que vestía ropas un tanto cómodas, algo que extrañó un poco al artista.

—Hola, bienvenido. ¡Pasa, por favor! —pidió Hendrik, contestado por una sonrisa tierna del pequeño, introducido aquel a la morada del artista y dirigido al sofá, delante de la pantalla—. ¿Quieres galletas, frituras o una cerveza? —La ofrenda provocó que Cedris pusiera un rostro de desagrado, confundido el alto por ello.

—No cerveza, por favor. ¿Tienes limonada?

—Pues… ¡Sí! Deja servirte. —Sin pensarlo, el pintor tomó lo poco que quedaba de la bebida y se la sirvió en un vaso grande a su invitado, agradecido éste, feliz del gesto.

—¡Justo esto necesito! ¿Estás listo para ver el capítulo de Cosmos Track? —cuestionó el arquitecto, sonrojado el rostro del moreno de momento.

—¡Claro! Hemos esperado ya casi tres meses por esta temporada. Muero por verlo —aseguró el anfitrión, colocado al lado del pequeño, encendida la televisión e iniciado el capítulo de la serie de ciencia ficción que tanto amaban ambos.

La trama de lo visto los envolvió tanto que hubo gritos, emociones a flor de piel y muchas preguntas, además de teorías que los traían vueltos locos.

Al terminar el capítulo y platicar de forma amena sobre lo presenciado, Hendrik sonrió con el corazón lleno de amor al ver el rostro lindo y alegre de Cedris, quien le miraba con mucha emoción y sencillez, justo como más le encantaba observarlo.

—Bueno, ¿tienes más limonada? —preguntó el de lentes, cosa que sacó del trance a Hendrik.

—No, por desgracia se me acabó, pero puedo hacer más —propuso al ponerse de pie e ir a la cocina, apresurado en complacer al chico.

—¡No! No te molestes. Agua o soda está bien.

—Bueno, soda será —decidió el hombre, servido un vaso mediado de ésta para el invitado.

—Perdona si no bebo contigo. Es que ayer salí de antro con unos amigos y estoy crudísimo —explicó Cedris con un tono de arrepentimiento en su voz, desparramado en el sofá.

—¡Bobo! ¿Por qué no me dijiste eso? Pudimos ver el capítulo otro día.

—¿Y que me caigan spoilers cómo bombardeo asesino en LR? ¡No, gracias! —exclamó jubiloso, tomado el refresco en manos por parte de Hendrik—. Me gustaría comer algo, pero tengo el estómago revuelto.

—¿Pues qué bebiste, hombre?

—Cerveza y vodka. Mala combinación. Nos pusimos hasta la madre y terminé besándome con un sujeto que estuvo ahí insistiéndome como media hora. —Ese comentario, en un instante, borró por completo la sonrisa de Hendrik.

El pintor sintió un vacío, como si le hubieran atravesado con una lanza el pecho y la hubieran retirado, creado un hueco dentro de su ser, cuyo dolor le estaba torturando por dentro, en completo silencio.

—¡Te pasas de verdad, Cedris! ¡Ja, ja, ja! —Fingió estar bien y continuó con la conversación, apenado el invitado por ello.

—¡Ya sé! No me vuelve a pasar. Lo bueno es que no me pudo sacar número ni nada por el estilo. Así que sólo fue esa ocasión y ya. ¡Adiós, desconocido!

—¿Y tus amigos? Me habías dicho que siempre estaban al pendiente de ti.

—No siempre. Estaban igual de borrachos y borrachas como yo. Y, creo que, les caía bien el sujeto. Fue amable con todos, para ser honesto. —Cada palabra que salía del tema agrietaba más la herida del pintor, cuyo rostro sonriente demostraba todo lo contrario, presionada su propia mente al no poder externar otra cosa que no sea felicidad.

—Me alegra que te hayas divertido anoche. ¡Y muy mal por venir crudo!

—Sí, perdona. Tenía ya un acuerdo contigo y no quería faltar por nada del mundo. Debí rechazar la salida de anoche o no beber tanto.

—No beber mucho era la solución, supongo. Mas no te culpo. Te lo mereces. Trabajas demasiado en el servicio social y las prácticas.

—Eso sí —aseguró Cedris, suspiró hondo, terminó de beber su soda y se puso de pie—. Será mejor que me vaya. Quiero dormir bien en casa antes que me vuelva loco —comentó el hombre, detenido por Hendrik.

—¡Hey! Puedes dormir aquí. Yo estaré pintando un rato y nadie va a molestarte —sugirió el hombre, cosa que hizo pensar al chico.

—No, quiero mi cama. Estoy seguro que, cuando despierte, mamá tendrá la comida lista y deseo mucho algo preparado por ella para que me ayude con la cruda. Te veo luego, bato.

—¡Está bien! ¡Cuídate y manda mensaje cuando llegues!

—¡Claro! —Cedris abandonó la casa y Hendrik cerró la puerta tras él, parado ahí sin hacer un sólo movimiento más. Inerte, con un rostro sin emociones, agachó para ver al suelo, puesta la frente sobre la salida de su hogar, derramadas lágrimas de sus ojos sin cambiar de expresión.

El pintor se quedó ahí una docena de minutos al menos, hasta que respiró hondo, se apartó del lugar y se dirigió a la cocina, arrojada una botella de cerveza al suelo con coraje, quebrada aquella en el proceso y esparcidos los fragmentos por todo el lugar, seguido de un grito de dolor del adulto, hincado ahí donde se hallaba, sin poder evitar llorar al abrazarse a sí mismo, en soledad.

Una vez más, desde temprano, Hendrik asistió a la casa de su amigo, mismo que le esperaba sentado en su cómodo sofá, con una copa de vino en mano y una mirada que le indicaba al pintor que parecía ya saber lo mal que él se encontraba.

—¿Hoy no vamos a desayunar?




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