Mirada distante

Epílogo

Nathan, luego de clases, asistió a casa de su amigo Nate, donde éste, alegre, le ofreció sentarse donde siempre para platicar, atentos ambos a lo sucedido en el día, felices de compartir, como es costumbre, sus experiencias y relatos.

Después de una charla alegre, Nathan observó al viejo con la mirada distante en dirección a la ventana, preocupado, a la par que el chico decidió hacerle la pregunta que temía podría ponerlo un poco incomodo.

–¿Has sabido algo de Hendrik? –preguntó Nathan, pues el viejo le contó lo que había pasado entre ambos, por lo que era normal que éste se diera cuenta cuándo pensaba en él.

–Te has vuelto más perspicaz en leer a la gente.

¡Meh! Es un don –aseguró el adolescente, presumido.

–Sí, hace unos días vino a disculparse. Se portó muy bien y acordamos dejar todo en el pasado –comentó Nate, tranquilo y con un rostro serio.

–Menos mal. Por un momento creí que jamás regresaría y siempre estaría obsesionado con el tal Cedris –expresó Nathan, aliviado.

–Por desgracia, una de ellas sigue siendo verdadera –sentenció el viejo, decepcionado el menor.

–Dime que no va a regresar –bufó.

–Me gustaría que así fuera –describió Nate, preocupado.

Hendrik, por su lado, se hallaba en su hogar trabajando en una pintura, en soledad.

–La obsesión de una persona por otra que ya no le ama es bastante dañina y corrosiva, difícil de eliminar cuando se amó demasiado. Entre más tiempo tenga el sentimiento dentro de él, más fuerte y profundo se volverá. Más peligroso será.

El hogar del hombre se notaba desordenado, todavía destruido, con muchas latas alrededor de la obra en creación, sobre múltiples periódicos que tenían noticias de varios siniestros perpetuados en los días recientes.

–Quien vive en el pasado sobre recuerdos que le lastiman, encuentra en su dolor caminos de donde no podrá volver y se transforman en cosas que nunca imaginaron.

La pintura del cuadro caía alrededor del caballete, roja y espesa, con un fuerte olor metálico que se esparcía por la sala.

–El dolor de un amor falso te convierte en un monstruo.

La pintura de Hendrik, una obra salida de una verdadera pesadilla, brillaba en tonos rojos y negros, resaltado el dolor en ella, amalgamado el horror dentro del corazón partido que latía dentro del pecho del artista, junto a las manchadas manos que escurrían del material usado sobre el lienzo.

–La conexión que tenemos con el amor es la más frágil y hermosa, pero también la más peligrosa. Es la pasión y el amor lo que nos incita a perpetuar los más oscuros actos. Es la depravación y el placer la llave de lo que llamamos «siniestro» –terminó de explicar Nate, contemplada por Hendrik la obra terminada, con una sonrisa torcida en el rostro, cuyos brazos iba abriendo hacia su trabajo, lleno de orgullo y dolor.

–¿No harás nada por él? –cuestionó Nathan, preocupado.

–Ya no hay nada qué hacer –sentenció Nate, a la par que Hendrik reía en soledad, presa de su propia locura.




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