Nos miramos durante un largo rato en el que ninguna dijo nada. Mi mamá abrió la boca en varias ocasiones como si estuviera buscando las palabras adecuadas, y cuando al fin se decidió a hablar dijo:
— Bueno, es normal que pase eso — comentó de manera muy pensativa—. Cuando se tiene un amigo al que aprecias mucho suele suceder que quieres el mismo trato hacía ti, y cuando hay alguien más que buscando ese trato… bueno, ya sabes.
— Eso creo — dije yo hurgando en mis sentimientos para saber si eso exactamente lo que sentía.
Se hizo otro silencio en el que ambas miramos hacia otro lado, no tenía muchas de aquellas pláticas con mi mamá, y por lo mismo no sabía que decir o como reaccionar.
Miré instintivamente hacía la escalera, de pronto sentí ganas de salir corriendo hacía mi habitación.
— Bueno, creo que iré arriba — exclamé al fin en voz baja.
-Sí, sí … claro, yo seguiré en lo que estaba- dijo ella poniéndose en pie rápidamente, al parecer compartíamos ese mismo sentimiento de incomodidad.
Mi mamá desapareció en el pasillo y yo me encaminé lo más rápido que me fue posible escaleras arriba. Ya estando ahí puse algo de música en la computadora portátil que estaba en el escritorio al lado de mi cama, luego caminé hacía la ventana y eché un vistazo al exterior como si estuviera buscando algo. No supe hasta después de varios minutos que aquello que tanto buscaba era a James. Tenía la leve esperanza de verlo pasar por ahí, ¿y por que no?, de que volviera a mi casa una vez más. Cuando al fin me di por vencida de que el muchacho no aparecería por ahí fui hasta mi cama y me tumbe en esta con la vista aún fija en el exterior. Algo extraño me estaba pasando, estaba confundida… y al parecer todo aquello se debía solo a una persona: James Bennet.
— Y entonces la mandaron a la sala de castigados… ¿recuerdas, James? — decía Christie al día siguiente durante la hora del almuerzo.
Una vez más había sacado a la luz un tema de conversación en el que yo no podía participar, así que sin más que hacer saqué mi teléfono celular y empecé a escuchar algo de música en volumen un poco alto.
— ¿Tú estas escuchando esa canción?— preguntó ella de pronto interrumpiéndose en medio de un relato que al parecer era muy gracioso.
—Sí — contesté yo de manera desafiante.
— ¡Es mi grupo favorito! — exclamó ella de pronto con una sonrisa.
Aquello fue algo que me sorprendió completamente. Miré instintivamente a James, este tenía una sonrisa en sus labios como si hubiera estado esperando aquel momento.
— El mío también — dije yo en voz baja, aún sorprendida.
— ¿Cuál es tu canción favorita? — preguntó Christie a continuación.
— Este… ¿mi canción favorita…? — mis palabras no salían, pues todo aquello me había tomado por sorpresa.
— Vuelvo en un momento.
James se puso de pie mientras tomaba el bastón que había estado apoyado sobre la mesa y retiró un poco la silla.
—Te acompaño — dije casi al instante al ver que pretendía marcharse.
— No te preocupes, April. Volveré en un momento, no tardo. Ustedes sigan con su conversación.
Y sin más, el chico empezó a andar hacía la puerta de la cafetería dejándome a solas con Christie. Durante unos segundos ninguna de las dos dijo ni una palabra, la muchacha se había percatado de mi intento de huída y eso había generado una nueva tensión entre ambas. Levanté la mirada y me topé con la de la chica, quien abrió la boca algo vacilante.
— Escucha, April… — empezó ella, se detuvo por un momento y tomó una gran bocanada de aire —, sé que desde que nos conocimos me he comportado de una manera muy grosera y lo siento.
—Yo también lo siento — dije yo con la vista fija en la mesa.
— Bueno, y la verdad es que no tengo idea de por que lo he hecho — exclamó Christie con una sonrisa, como si todo lo ocurrido hubiera sido solo una anécdota bastante graciosa.
—Yo sí lo sé — comenté sin rodeos.
Levanté la mirada una vez más y me volví a topar con aquel rostro pálido de ojos oscuros.
—Y lo comprendo, estabas celosa y yo también lo estuve. Verás, en un principio pensé que toda la atención de James estaría en mí… pero llegaste tú.
Al aceptar aquello y decírselo a Christie en voz alta mientras sus ojos estaban sobre mí me resultaba un poco vergonzoso.
— Sí, tienes razón — dijo ella después de haber pasado un par de minutos en silencio—. Pero no importa — exclamó mostrando una sonrisa —, solo tengo que hacerme a la idea de que tengo que compartir el papel de mejor amiga contigo.
— Sí. Y… ¿querías saber cual era mi canción favorita? — pregunté yo dando por terminada aquella plática.
James llegó pocos minutos después, cuando Christie ya había comenzado a relatarme una divertida anécdota de sus tiempos de secundaria.
—Espero que no estés contando la de aquella vez que caí frente a toda la escuela — dijo James con una sonrisa al momento que volvía a tomar asiento junto a mí.
— No recordaba esa — exclamó Christie soltando una carcajada.
El resto de la hora del almuerzo nos la pasamos charlando. Nunca, desde el momento en que había ido a parar a Moore había pasado un rato tan agradable. Por fin sentía que volvía a tener amigos de nuevo.
Después de aquello, fui a mi clase de historia, al otro extremo del salón de ciencias, en donde James y Christie tendrían su clase, así que me despedí de ellos a mitad del abarrotado pasillo.
En cuanto entré el aquel salón me di cuenta de que algo nuevo pasaba, había un enorme cartelón pegado en una de las cuatro paredes y muchos alumnos se acercaban con curiosidad para ver. Yo no fui la excepción. Intrigada por aquello que todos los demás se amontonaban a ver me fui acercando poco a poco, pero era tanta la gente que me fue imposible ver con claridad aquel cartel de vivos colores.
— ¿Qué es? — le pregunté a una chica de rasgos asiáticos que estaba a mi lado.