Miradas del corazón

Capítulo 22 - Oscuro abismo

Tibias lágrimas que contrastaban con mi rostro helado resbalaban por mis mejillas hasta caer limpiamente. Era así como yo me sentía, caer de pronto de un precipicio, a un hoyo negro sin fin, sin fondo, como un abismo oscuro…

Cerré los ojos fuertemente haciendo que más lagrimas cayeran de ellos y los presioné fuertemente con ambas manos, rogando que todo fuera un sueño, pero el aire frío seguía gritándome al oído que todo era verdad. Fui hasta mi casa nuevamente. Estaba molesta, triste, ofendida, furiosa… eran tantas cosas que mi corazón experimentaba a la vez, que sentía no poder más con ellas. Crucé el vestíbulo sin mirar a ninguna parte, no quería saber nada de nadie, no quería que me hablaran, que me miraran…

-April- una mano me detuvo antes de que llegara hasta las escaleras y me di vuelta ante el tacto.

Julie me miraba con como si no supiera lo que había pasado, como si  no comprendiera nada de aquello; la odié en ese momento, quise tomarla por los hombros y zarandearla hasta que no quedara nada de ella y su odioso gesto de indignación e hipocresía.

-¡Déjame!- grité yo con toda la ira y coraje saliendo de mí sin poder evitarlo.

La muchacha soltó mi mano y dio un paso hacía atrás, no tenía idea de qué tanto se reflejaba el enojo en mi rostro, pero debía de ser suficiente como para que la hubiera hecho retroceder de esa manera.

-¡¿Era lo que querías?!... ¡¿Es a eso a lo que has venido, verdad?! - exclamé aproximándome a ella, quien retrocedió los mismos pasos que yo me acerqué - ¡A presumir que has tomado la vida que yo he dejado en San Diego y de paso a destruir la que yo he formado aquí!

-Yo no… - empezó ella a defenderse tomando un tono de voz más fuerte y decidida.

-No quiero verte- repuse con los dientes apretados de tal forma que sentí que casi rechinaban-. Nunca más, ¿has entendido?

Julie me miró sorprendida, pero no dijo nada más, solo me observó con la boca abierta cuando me di vuelta y subí las escaleras lo más rápido que pude hacia mi habitación. Abrí la puerta de golpe y la cerré con el mismo ímpetu, caminé hasta mi cama y me tiré sobre ella. No recordaba haber sentido ese dolor alguna otra vez, era un dolor que quemaba por dentro como carbones al rojo vivo, un dolor desesperante, que no parecía tener solución por más que se le buscara. En mi mente aún veía a James retroceder ante mi caricia, ante mi tacto, rechazándome de esa forma y el dolor se intensificó aún más. Mordí la almohada para ahogar un grito, pretendiendo que de esa forma el dolor cesara un poco, pero era inútil.

Perdí la noción del tiempo, no sé cuántos minutos, o talvez horas había permanecido ahí. Abrí los ojos de los que aún brotaban lágrimas y observé la ventana, el cielo estaba oscuro y desde ahí se alcanzaba a ver la luna. Me puse en pie y fui hasta ahí apoyándome de lo que encontraba a mi paso, cuando mi mano palpó algo que no estaba ahí antes, una tela de hilos gruesos y suaves. Bajé la mirada, era la bufanda que le había regalado a James. La tomé entre mis manos y la coloqué contra mi rostro, su perfume aún estaba en ella, como un recuerdo de lo que antes había tenido conmigo.

En el cielo nocturno cada vez fueron apareciendo más y más estrellas conforme pasaba el tiempo, al poco rato se escucharon susurros provenientes de la planta baja, pero no les tomé importancia, seguí recostada en mi cama con la prenda entre mis manos mientras miraba al techo.

-¿April?- alguien abrió la puerta de mi habitación.

Una silueta alargada y delgada caminaba por mi habitación a oscuras, se detuvo a corta distancia de mí como si no estuviera segura de que era yo quien estaba ahí.

-Mamá…- exclamé yo con voz ahogada yendo hasta ella y abrazándola fuertemente.

-¿Qué pasa April?- preguntó ella.

-James…- las palabras no salían de mi garganta y me dolían por dentro por el esfuerzo.

-¿Qué? ¿Qué le pasó?- decía ella con preocupación mientras mis lagrimas volvían a derramarse por mi rostro-. Me asustas, April… ¿Qué ha pasado?

-Hemos terminado- dije yo con voz cortada entre sollozos.

No lo había dicho en voz alta, y eso provocó un fuerte dolor en mi corazón. Abracé aún más fuerte a mi mamá y sentí como ella me devolvía aquel abrazo en un intento de calmar mi sufrimiento.

-Pero, ¿cómo pasó? ¿Por qué?- se separó de mi y me guió hasta mi cama, en donde se sentó frente a mí en la oscura habitación.

-Escuchó lo que Julie me dijo… dijo que era lo mejor para mí.

-¿Qué tiene que ver Julie aquí? ¿Qué fue lo que te dijo?- mi mamá me miraba con compasión y en ella podía ver un gesto de comprensión. Ella sabía lo que James significaba para mí.

-Él cree que se va a convertir en una carga en mi vida y no quiere que eso siga pasando. Cree que es lo mejor para mí- exclamé yo sin contestar la pregunta sobre Julie.

A mi mamá siempre le había caído bien la muchacha, y no quería que se molestara con ella. A pesar de todo aún sentía un cariño por ella, y no sabía por qué.

-Pero si hay posibilidades de que vuelva a ver- saltó ella al instante.

-Parece ser que no lo cree así, piensa que no dará resultado. Es por eso que no quiere ilusionarse con la operación.

-Ven…- mí mamá me abrazó fuertemente y sentí como nuevas lágrimas salían de mis ojos-. Iré abajo. Háblame si necesitas algo.

Se separó lentamente de mí y cruzó la habitación hasta la puerta. Segundos más tarde la oí bajar las escaleras hasta que sus pasos dejaron de oírse.

Tenía una extraña sensación, como si no supiera en donde me encontraba, como si no supiera que hacer a continuación, así que me recosté nuevamente, aún con la bufanda de James entra las manos. Durante momentos, ahí tumbada sobre la desaliñada cama, me sorprendí solo mirando la oscuridad sin pensar, sin sentir… como si hubiera caído en un hoyo negro del que no pudiera salir; un abismo sin fin, una oscuridad interminable.

La blanca imagen del techo, la cual resaltaba en contraste con la negrura de la desiluminada habitación se fue perdiendo de mis ojos, mis parpados se cerraban sin poder evitarlo, secos, sin una solo lagrima que seguir derramando. Con la imagen de un muchacho de cabello oscuro y piel cálida dentro de ellos, como una imagen adherida al interior de mis parpados difícil de quitar.




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