Miradas del corazón

Capítulo 25 - Triste amanecer

Permanecimos un largo rato en silencio, era relajante y tan doloroso que casi se sentía . Había tantas preguntas que estaba tentada a hacerle, pero por algún extraño motivo me fue imposible sacarles desde dentro de mí, como si se tomaran fuertemente de mi garganta decididas a quedarse dentro de mí por miedo.
 


 

-April…- dijo al fin Christie decidiendo dar el primer paso-, James me dijo lo que pasó entre ustedes.
 


 

-¿Enserio?- me escuché incrédula, pero en cierta forma me había sentido sola en mi sufrimiento por la ausencia de James-. ¿Estuvo contigo ya?
 


 

-Hoy. Muy temprano esta mañana- repuso ella con un leve asentimiento-. Está sufriendo.
 


 

-¿Ah sí?- mi voz sonó resentida y nuevamente algo incrédula-. Si no te lo dijo, Christie, él fue quien terminó conmigo… además…
 


 

-Nunca lo había visto antes tan enamorado- dijo ella interrumpiéndome.
 


 

-¿Es esa su fase de enamorado? Vaya…
 

 

Mi voz se quebró en ese momento. Estaba furiosa, furiosa con la vida, por aquella jugada que me estaba poniendo, una dura jugada que sentía que no podría soportar: dejar mi vida llena de supuestos amigos  y llevarme hasta un pueblo en el que nadie quería ser mi amigo. Encontrar el amor y arrebatármelo de repente, y cuando al fin había encontrado una amiga, de nuevo me la quitaban.
 


 


-¿Tú lo amas?
 


 

-¿Que si lo amo?- pregunté yo con lágrimas en los ojos- . Me duele… duele de tanto que lo amo. Nunca pensé que el amor llegara a lastima de esta forma, pero ahora veo que sí.
 


 

-Pues entonces no lo dejes ir- exclamó ella con una sonrisa en sus labios.
 


 

-Creo que ya se me ha escapado- dije yo soltando un suspiro de dolor-. Todo es tan injusto, esto ya no tiene solución.
 


 

-Todo tiene una solución. todo… menos la muerte.
 

 

Mis ojos se desviaron hasta ella y me sentí como una tonta. Ahí estaba yo, quejándome de la vida, diciendo que nada tenía solución, maldiciendo mi vida, cuando frente a mí estaba una persona que a pesar de saber que sus días estaban terminando seguía manteniendo una sonrisa en su rostro.
 


 

-¿Cómo lo haces? ¿Cómo es posible que después de todo sigas sonriendo?... te admiro, Christie.
 


 

-Nunca tomé mi enfermedad como un castigo. Simplemente he pensado que en mi prueba han puesto obstáculos mayores que en las de otras personas. La vida es un camino, una prueba llena de obstáculos que nos preparan para el verdadero reto… la vida eterna- exclamó la muchacha sin dejar de sonreír-. Estas pruebas muchas veces te ayudan a saber apreciar mucho más lo que tienes y a vivir tu vida al máximo, como si fuera el último. Claro que yo sí lo estoy viviendo así ahora.
 

 

Tomé la mano de mi amiga con fuerza, sentí como si de pronto yo fuera la enferma, pero no lo estaba físicamente, mi corazón lo estaba sentimentalmente y Christie trataba de reanimarlo. Quise cambiar de lugar con ella, ser yo quien estuviera apostada en esa cama, ella debía ser quien viviera una vida larga y prospera, ella merecía a James más que yo.
 


 

Pasé el resto de la tarde junto a ella, entablando una charla más alegre por su propia petición, incluso me contó algunos chistes, muchos de esos el mismo James se los había contado.
 

 

-Es tarde ¿Por qué no vas a casa a descansar?- dijo ella echando un vistazo por la ventana. 
 


 

El cielo ya había oscurecido y algunas estrellas ya habían salido a iluminar la noche.
 


 

-¿Estarás bien?
 


 

-Mi mamá no debe tardar en llegar, no te preocupes- repuso la muchacha con una sonrisa tranquilizadora.
 


 

-Está bien, creo que necesito un baño- acepté yo poniéndome en pie-. Volveré mañana temprano.
 


 

-Está bien.
 

 

Tomé mi mochila que había estado reposando en el piso recargada sobre la silla que había estado ocupando, la cargué con un poco de esfuerzo y me la puse sobre el hombro.
 

 

-Hasta mañana- dije yo volviéndome hacia la cama en donde mi amiga se encontraba recostada.
 


 

- Hasta mañana - contestó ella con un gesto de la mano.
 


 

Salí de la habitación cerrando la puerta tras de mí suavemente, la pequeña sala de espera estaba vacía, solo una enfermera paseaba por los pasillos consultando que todo estuviera en orden en el hospital, me sonrió al verme y yo devolví la sonrisa con un poco de esfuerzo para después seguí mi camino.
 


 

Segundos más tarde abría la puerta de entrada del pequeño hospital del condado de Moore y salía al exterior, sintiendo la fría brisa rosar mis mejillas. Disfrutando de cada una de aquellas pequeñas e insignificantes cosas de la vida, de aquellos pequeños detalles que muchas veces no tomamos en cuenta: el crujir de las hojas bajo nuestros pies, el aire sobre el rostro, el olor de la fría hierba y latir de nuestros corazones… todo aquello que se nos puede terminar en un abrir y cerrar de ojos.
 


 

-¿En donde habías estado?
 


 

Una voz llamó mi atención en cuanto la puerta de mi casa se cerró tras de mí. Mi mamá me mirada fijamente frente a mí, tenía los brazos cruzados sobre el pecho y en su rostro estaba esa mirada severa que usaba siempre que va a reprender a alguien.
 


 


-En el hospital- dije yo con voz apagada.
 


 

-¿En el hospital?, ¿Estás bien?
 


 

-Sí, yo sí- exclamé dando un paso hacia atrás al ver que la mujer se abalanzaba sobre mí para verificar que me encontraba bien.
 


 

-¿Entonces?- preguntó mientras volvía a cruzarse de brazos.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.