Miradas del corazón

Capítulo 26 - Disculpas y despedidas

El teléfono sonó una, dos, tres veces… pero no quise levantarlo. No quería que me lo dijeran, no quería que me confirmaran aquel presentimiento que sentía que quemaba mi cuerpo por dentro. Se hizo el silencio, solo escuché de nuevo el repicar de la lluvia contra el cristal de la ventana y el latido de mi corazón, pero aquel instante de suspenso no tardaría mucho, pues a los pocos minutos escuché pasos en el pasillo, y luego una puerta abriéndose a mis espaldas.

-April…

Mi mamá aún vestida con bata de dormir estaba parada a pocos centímetros de mi cama, mirándome mientras estrujaba sus propias manos frente a su pecho.

-¿Christie?- pregunté yo en un susurro casi inaudible.

No contestó con palabras, se limitó a asentir lentamente con la cabeza y bajar la mirada hasta sus pies.

-Es James quien ha llamado…- exclamó con un hilo cuando levantaba la mirada-, ah preguntado por ti.

-¿Qué le has dicho?

-Yo, pues… le he dicho que estás bien- contestó encogiéndose de hombros.

-Sí. Está bien- fue lo único que se me ocurrió decir en aquel momento, no tenía más espacio para otro tipo de sentimiento.

-¿Quieres compañía?

-No, yo quiero estar sola un momento- repuse incorporándome y recargando mi espalda en la cabecera de la cama.

-Está bien- dijo mi mamá dando un paso hacía atrás para luego salir de la habitación.
 

La puerta se cerró tras ella con un suave chasquido y volví a quedarme sola en la oscura habitación. Abracé mis rodillas con ambos brazos y escondí mi cara entre ellos mientras cerraba los ojos fuertemente. Una lágrima se escapó de mis ojos, acompañada de un sollozo de mi alma, no quería creer lo que estaba pasando, no quería imaginar lo que estaba a punto de pasar; quería irme de ahí, estar lejos de todo aquello en aquel momento, deseaba olvidar lo ocurrido y que nada de aquello hubiera pasado.

Me levanté de la cama, el frío del suelo traspasó mi cuerpo como una corriente eléctrica, pero no me importó. Caminé hasta la ventana y vi la lluvia correr por la avenida como un río de agua turbia. El paisaje era desolador, el cielo estaba gris, el agua caía a cantaros, como lágrimas interminables y parecía que no había vida alguna en el exterior, algo parecido a lo que yo sentía en mi corazón en aquel momento.

Las horas se me pasaron frente a la ventana, con ambas manos sobre el cristal y lágrimas de mis ojos que resbalaban por mi rostro hasta caer de mi barbilla. Cerré los ojos, esperando que al abrirlos todo hubiera sido un mal sueño, pero al hacerlo nada había cambiado y mi frustración creció. Golpee el vidrio con una mano y este vibró amenazadoramente, pero no pasó nada.
 

-Hija, el desayuno está listo- dijo una voz tras de mí.

-No tengo hambre- contesté yo limpiando mis lágrimas con el dorso de la mano.

-Tienes que comer, te has alimentado muy mal estos últimos días y… me preocupo por ti.

-Está bien- dije al cabo de un momento.
 

Esperé a que saliera para después ir detrás de ella hasta la cocina. Caitlin ya estaba sentada a la mesa vestida con su pijama y el cabello alborotado; me miró un momento y esbozó una triste sonrisa como si quisiera darme ánimos, pero no pude responder a ella.
 

-Estarán velándola a partir de las doce de medio día…

-Mamá- exclamé interrumpiéndola-. No quiero escuchar nada de eso, por favor.

-Pero tienes que ir, era tu amiga- dijo ella.

-No puedo… no quiero verla ahí.
 

Y era verdad, no podía, no podría soportar ver a mi amiga en un ataúd… y de nuevo me desmoroné frente a los ojos de mi mamá y mi hermana. Tapé mi rostro fuertemente con ambas manos, sintiendo como el tibio liquido volvía a emanar de mis ojos sin poder controlarlo.

Unos brazos me rodearon con fuerza y yo la abracé también fuertemente, quería que el dolor se esfumara con el calor de su cuerpo, pero  no se iba, seguía ahí como una espina clavada en mi corazón.

-Bien, no irás si no lo deseas. Te comprendo y lo siento mucho, cariño- dijo mi mamá en un susurro mientras me abrazaba.

-¿Nosotras iremos, mamá?- preguntó Caitlin con voz chillona.
 

Sentí como mi mamá asentía con la cabeza en dirección a mi pequeña hermana, retiró los brazos de mi alrededor suavemente y se sentó a comer también su desayuno. Un par de horas más tarde las vi salir al exterior envueltas en abrigos y ambas bajo un enorme paraguas para protegerse del viento. Al salir, mi mamá mi miró por un momento, talvez esperando a que yo cambiara de opinión, sin embargo solo mi limité a mirarla para luego subir de nuevo a mi habitación. Al llegar hasta mi oscura habitación volví hasta la ventana, en donde de me dediqué a ver la oscura y lluviosa tarde. En mi interior había un mar de emociones que me destruían por dentro: sentía un gran vacío en mi corazón, y a la vez una enorme tristeza que en mi vida había sentido nunca, y de pronto me encontré en medio de un debate dentro de mi propia cabeza. No puedo, no lo soportaría, decía una parte de mí, Ella era tu amiga, ¿así es como le pagas?, exclamó la otra parte de mí enfurecida, y esa parte de mí era la que tenía la razón, Christie era mi amiga, ella me había mostrado el verdadero significado de la amistad. Después de todo había sido sincera conmigo, me apoyó siempre, y a pesar de amar a James, no se interpuso entre nosotros y prefirió mi felicidad junto al hombre que quería para ella misma.
 

-Iré- me dije a mi misma aún frente a la ventana que se empañó un poco con mi aliento.
 

Decidida en lo que estaba a punto de hacer fui hasta mi armario y tomé algo de ropa, me vestí lo más pronto que pude, tomé la bufanda que había hecho para James y me la puse en el cuello. Salí lo más rápido que pude de mi habitación sin siquiera haberme visto en el espejo, bajé las escaleras y crucé la estancia hasta llegar al vestíbulo, y al abrir la puerta me dí cuenta con gran alivio de que había dejado de llover. Solo unas finas gotas mojaban el suelo ya de por si bastante húmedo. Caminé hasta la acera chapoteando el agua bajo mis pies y empecé mi camino, notando como mi corazón latía cada vez más fuerte con cada paso.




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