-Y yo te amo a ti- contesté sintiendo el calor de su cuerpo.
Sonrió. Una luz de alegría traspasó mi corazón al ver aquella sonrisa emanar de sus labios. Los últimos días habían sido para mí tan oscuros y tristes que era como ver salir el sol después de pensar que nunca volvería a iluminar mi mundo.
Me puse en puntillas y lo traje hasta mí nuevamente con suavidad. Lo besé. Lo besé una vez más y el respondió a mi beso.
Una lágrima se derramó de mis ojos, pero era una lágrima de alegría, de volver a tenerlo a mi lado una vez más. Lo amaba, lo amaba tanto.
-Te extrañé mucho - exclamó él una vez que nuestros labios se separaron un poco.
-Y yo a ti…
-Nunca debí haber hecho esa estupidez... - declaró él tristemente.
-Ya. Eso ya no importa, James- repuse yo interrumpiéndolo-. Estamos juntos de nuevo.
-Sí- dijo James abrazándome fuertemente contra su cuerpo.
El calor de su cuerpo inundó el mío hasta que todas las células de mi anatomía se reconfortaron por completo. Era como estar entre las alas de un ángel, pero él lo era. James era mi ángel, mi mejor amigo, el hombre con el que quería pasar el resto de mi vida. Lo pensé por un momento, y sé que era una decisión presurosa, pero después de casi perderlo era lo que yo quería. Estar siempre junto a él.
No supe cuanto estuvimos ahí. Minutos, talvez un par de horas, pero ni él ni yo queríamos separarnos.
-Quisiera estar así siempre- exclamé después de un rato.
-Y yo- coincidió él soltando una risita nerviosa-. Pero si nos quedamos posiblemente enfermemos de hipotermia.
-¿Tienes mucho frío?
-Un poco, pero no quisiera ir a casa- respondió él estrechándome entre sus brazos.
-Ni yo, pero tenemos que hacerlo en algún momento. Será mejor que nos vayamos acercando.
-Bien- aceptó asintiendo con la cabeza.
El muchacho pasó uno de sus brazos por mis hombros y juntos emprendimos el camino hacia las afueras del parque.
En verdad había salido de aquel abismo que durante largo tiempo me había tenido prisionera en su oscuro infinito, todo a mi alrededor era diferente. El parque volvía a tener ese encanto que había llamado mi atención desde un principio, un encanto que se acrecentó con la presencia del chico que ahora iba a mi lado. La oscuridad ya no era total, el olor de al rededor era como una fina fragancia que bañaba cada centímetro del lugar, y el eco de nuestros pasos contra el camino de cemento era como una suave melodía que nos acompañaba en nuestro andar… todo volvía a ser… no, no era perfecto. En mi interior aún había un oscuro vacío, el vacío que deja una persona importante al irse. El vacío que Christie había dejado y que nadie llenaría nunca.
-¿Cómo está Caitlin? ¿Y tu mamá?- preguntó de pronto James, haciéndome salir de ese ensimismamiento que de pronto me había consumido casi por completo.
-Bien, ambas están bien- contesté yo tratando de dibujar una sonrisa que salió más como una mueca-. ¿Y tus papás?
-Bien. Todo ha ido bastante bien desde que hablaste con mi papá- dijo él.
-Me alegra mucho saberlo.
De nuevo se hizo el silencio, no podía pedir una conversación divertida y entretenida, habían pasado tantas cosas aquel día, que suponía que James se encontraba cansado y bastante deprimido, al igual que yo. Caminamos en silencio durante un momento. Solo se escuchaba el sonido de nuestros pasos contra la acera. Cuando de pronto, el muchacho se paró. Miré hacia mi derecha y lo comprendí, habíamos llegado.
-Bueno, supongo que es ahora cuando nos despedimos- dije yo después de mirar la casa por un momento.
No tenía muchas ganas de entrar, o más bien, no quería despedirme de James.
-Solo por unas horas- exclamó él, tomando mi mano.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo. Vendré mañana a primera hora- declaró él esbozando una sonrisa.
-No es para tanto- dije yo sonriendo sin poder contenerme-. Solo quiero estar segura de que mañana volveré a verte.
-Todos los días si así lo quieres- dijo él acercándose a mí.
Sus labios se juntaron una vez más con los míos y los rozaron suavemente.
-Hasta mañana- dijo James al separarse de mí.
-Hasta mañana.
James sacó el bastón que llevaba doblado dentro de su chaqueta y lo apoyó contra el suelo antes de darse vuelta, pero justo antes de que emprendiera su camino…
-¡James!- lo llamé antes de que diera el primer paso.
-¿Si?- exclamó él dándose vuelta hacía mí nuevamente.
Caminé hasta él mientras me quitaba la bufanda que llevaba alrededor de mi cuello. Por un momento había olvidado que la traía conmigo. Se la coloqué protegiéndolo del frío de aquella noche húmeda.
-Gracias…- dijo al sentir la prenda.
-Es tuya, yo la hice para ti- respondí en un susurro que solo él pudiera escuchar.
Aunque no hacía falta, pues nadie más se veía a lo largo de la calle.
James acarició mi mejilla con un delicado movimiento de su mano y se acercó a mí para besar mi frente suavemente. Sentí su tibia y suave respiración en mi rostro y mis sentidos se impregnaron de su fragancia, y cerré los ojos al notar sus calidos labios sobre mi piel.
-Bueno…- dijo al fin dando un paso hacía atrás-. Se hace tarde.
-Sí. Tu mamá debe estar esperándote, la mía de seguro si.
-Hasta mañana- se dio vuelta por segunda vez y de nuevo emprendió su camino- ¡Ah!- exclamó de pronto a poco más de dos metros de distancia-. Dile a tu mamá y a Caitlin que las he extrañado.
-Se los diré- repuse sonriendo.
James me dedicó una sonrisa y un te amo sin articular sonido alguno, pero él sabía que yo lo observaba aún.
-Yo a ti- exclamé antes de que se diera vuelta.
Y lo observé alejarse. Hacía tanto tiempo que no lo hacía… verlo caminar lentamente por la acera hasta hacerse cada vez más pequeño y luego perderse de vista. Fue una sensación extraña y familiar, pero la había extrañado mucho.
Cuando el muchacho ya no se vio más a lo largo del camino, volvió a mí otro sentimiento. Como si hubiese esperado a que James se fuera para volver a aparecer. Gritando a voz en cuello que aún seguía ahí para atormentarme más, era una voz que me repetía solo una cosa una y otra vez: Christie se había ido.