Me abalancé sobre el muchacho y lo abracé con fuerzas que no creía poseer. Estaba emocionada, más de lo que había estado en mucho tiempo, quizá más emocionado de lo que había estado en toda mi vida.
Lo besé. Besé a aquel chico que se había robado mi corazón por completo, aquel que me había enseñado el verdadero significado de lo que era el amor. Un amor que era más potente que todo lo que yo conocía, un amor que dolía de tan solo sentirlo, pero que a la vez me era indispensable para vivir mi vida.
Sentí que el aire se me escapaba entre sus labios y el fuerte retumbar de mi corazón, el cuál era como un potente tambor al que le habían conectado un enorme amplificador. Pero yo no era la única a la que le faltaba el aire, James también respiraba con dificultad, pero aún así ninguno quería ceder. No había poder humano que deshiciera aquel beso… o eso pensamos nosotros por un momento…
-¡Ejem, ejem!
Una tos fingida resonó tras de nosotros y por encima de nuestras cabezas, pero no hicimos caso al instante.
-¿Interrumpo?
Fue entonces cuando lo comprendimos. No estábamos solos en la casa, alguien acababa de hacer aparición en la misma sala en la que nos encontrábamos.
-Hola, papá- saludé yo sintiendo como las mejillas se me encendían y tomaban un tono escarlata.
-¿Qué tal, señor Wilson?- exclamó James a su vez.
Era increíble como solía tomarse James las cosas tan a la ligera, como si nos hubiera encontrado discutiendo las noticias matutinas de aquel día. Pero la verdad era que yo amaba esa forma tan suya de reaccionar.
-¡Vaya!... James. ¡Que gusto me da verte!
Si la reacción de mi novio me había sorprendido, aquella no tenía nada que envidiarle.
Mi papá tomó fuertemente la mano del muchacho y la estrechó calurosamente, como quien saluda a un viejo amigo que no había visto desde hace años.
-Veo que son novios nuevamente- dijo al momento de dar un paso atrás y vernos detenidamente con una sonrisa-. En verdad me alegra… Bueno, yo solo venía por unos papeles del banco que he olvidado.
Dicho esto, se dirigió hacía las escaleras y se perdió en la planta alta. Instintivamente miré a James sin saber que decir, esperaba una llamada de atención, pero aquello era mejor.
-Eso fue extraño- repuse mirando las escaleras que mi papá acababa de subir-. ¿Cómo es que lo haces?
-¿Qué te puedo decir? Tengo tacto con los padres- dijo él con una sonrisa de sabelotodo.
Por si las dudas, James se separó unos centímetros de mí. Al parecer él también estaba un poco sorprendido por la reacción de mi papá, y aseguró que le hubiera encantado ver su reacción, pero no se arriesgó una vez más, pues no creía correr la misma suerte dos veces.
Pasados un par de minutos mi papá volvió a bajar las escaleras cargado de una pila de papeles. Al pasar por nuestro lado lanzó una sonrisa y luego salió a la húmeda tarde de aquel sábado.
Aquel fin de semana fue uno de los más difíciles de mi vida, los últimos los había pasado con Christie en su habitación del hospital. Siempre platicando como si no fuera a pasar nada, como si todo estuviera bien; ella lo quería así. Y de pronto no estaba, y yo me sentía confusa, triste, sola… y a la vez sentía que una gran parte de mi alma había vuelto junto con James. Todo era confuso.
-¡April!- alguien gritaba desde la planta baja de la casa.
Yo seguía ahí, frente al espejo con unas enormes ojeras bajo los ojos. Entre buenas y malas noticias no había podido dormir los últimos dos días.
Por mi parte hubiera preferido quedarme en casa para tratar dormir un poco, o quién sabe, quizá no ir a clases en unos cuantos días más. Pero dentro de mí había una voz que me impulsaba a seguir mi camino y no dejar las cosas así como así.
De pronto la puerta se abrió y mi mamá asomó la cabeza por ella.
-April, James te espera.
-Gracias, mamá. Ya bajo- respondí quitando la vista de mi demacrado rostro.
Caminé al lado de James hasta la preparatoria Moore, como antes lo hacíamos. Se sentía extrañamente familiar el ir a su lado, respirando el aire puro con olor a pasto húmedo; escuchando el suave trinar de las aves y sintiendo el asfalto bajo nuestros pies mientras andábamos lentamente hasta nuestro destino. Y ahí, alzándose majestuoso frente a nosotros, estaba el edificio que conformaba la preparatoria.
No se me pudo escapar ningún detalle de aquel momento, fue como si todo empezara a marchar en cámara lenta y el mundo solo se centrara en nosotros… o por lo menos las miradas de los alumnos lo hicieron. Vi claramente el rostro indignado de Justin Blair mirarnos cuando pasamos a su lado tomados de las manos; Michael, Camil y Norah sonrieron al ver la escena; por lo demás, los demás alumnos solo se limitaron a poner caras de asombro. Por un breve momento volví a sentir lo que era ser el centro de atención, pero eso ya no me importaba. Tenía a James, y era lo único que quería para ser feliz.
-¡Esto es genial! ¡No saben lo emocionada y feliz que estoy por ambos!- exclamó de pronto alguien sentándose en la mesa de la cafetería que James y yo compartíamos.
Una chica de color nos miraba fijamente con una radiante sonrisa, y casi al instante se le unieron dos personas más: un chico alto y de color y una chica morena de largo cabello oscuro.
-Hola- saludó mi novio un poco desconcertado.
-James, ellos son Camil, Norah y Michael- dije yo presentándole a los recién llegados.
-¿Qué hay?- exclamó Michael tomando la mano de James y haciendo un extraño saludo.
-Ajá, sus amigos y paños de lágrimas cuando la chica estuvo desolada y triste- dijo Camil con su habitual manera de hablar.
-Me alegra que hayan estado con ella… gracias.
-No es nuestra especialidad, pero no hay de qué- dijo Camil sonriendo-. Pero ya que lo dices sería bueno dedicarnos a esto, ¿no creen chicos?