Miradas del corazón

Capítulo 29 - Soluciones y posibilidades

Mis pasos resonaron en el pasillo mientras andaba con mi cabeza gacha hacía el piso, completamente abatida, sintiéndome impotente… pequeña y débil. Yo no podía hacer nada. Por un momento en realidad había creído que hablando con el médico todo se arreglaría, pero ahora lo veía como un plan tonto y poco pensado, pero entonces, ¿qué podía hacer?

La enfermera que me había indicado en donde estaba el consultorio me miró fijamente en silencio, parecía sorprendida y a la vez asustada. ¿Habría escuchado? Bueno, la verdad no sabía y no me importaba, yo solo seguí mi camino y mantuve mi vista fija en el piso.

La tarde empezaba a caer una vez que salí al exterior, el sol empezaba a ocultarse poco a poco tras los árboles, como mi felicidad se ocultaba dentro de mí. Suspiré mientras observaba el cielo que poco a poco se iba tornando de un azul cada vez más oscuro, limpié las últimas lágrimas de mi rostro y me eché a andar de nuevo.

Crucé el parque una vez más, pero de nuevo no reparé en nada de lo que se encontraba ahí. Quería ir a casa. Ni siquiera quería ver a James y decirle que no había logrado nada. Sabía que solo lo desilusionaría aún más y no podría soportarlo.

-Hola- exclamó mi mamá en cuanto  me vio entra en la casa.


No contesté.
 

-Dije hola- repitió ella dándole énfasis a su saludo.

-Hola- contesté yo con desgana.

-¿Qué pasa?

-No pasa nada, mamá- mentí yo para zafarme de aquello.

-¿Has discutido con James?- insistió ella no conforme con mi respuesta.

-No- atajé yo dándole la espalda.

No quería hablar de ello, pero sentía como desde mi interior las palabras estaban a punto de surgir sin poder contenerlas.

-Entonces…

-¡Es ese maldito doctor Anderson!- grité  explotando al fin.
 

Mi mamá me miró sin comprender, como si no me conociera. Ella no entendía de qué estaba hablando, pero parecía dispuesta a ponerme la mayor de las atenciones, por si eso me ayudaba un poco.

-¡He ido a hablar con él y aún así no le dará a James el trasplante! ¡¿Cómo se atreve…?!

El rostro de mi madre aún seguía confuso, parpadeando una y otra vez, mirándome fijamente con aquellos ojos verdes tan parecidos a los míos. Caminó hasta mí lentamente y colocó una mano sobre mi hombro.
 

-April…- exclamó en voz baja y lenta-. No comprendo del todo de lo que me estás hablando. Mira, siéntate y trata de relajarte un poco.
 

Me llevó de la mano hasta uno de los sillones de la sala y se sentó junto a mí.

-Ahora sí, cuéntamelo todo.
 

Tomé aire. No sé cuanto tiempo tuve ahí a mi mamá mientras yo me relajaba, pero ella siempre se mantuvo serena, esperando a que yo estuviera lista para poder hablar. Y se lo conté todo. Cada palabra que salía de mi boca dolía en mi corazón. Tanto esperar, tantos meses desde que James nos había dado la noticia de las posibilidades de que pudiera ver, tantos meses de ilusiones. Ilusiones suyas y mías. Pero más que simples ilusiones de ver sus ojos por primera vez mirando los míos, era el placer de que sus sueños se hicieran realidad, de ver a James feliz.
 

-Todo saldrá bien- fue lo único que dijo ella cuando yo terminé de contarle lo ocurrido.

-¿Y si no?

-Solo hay que tener fe- dijo ella sonriendo para animarme.

-¿Y si no?- repetí yo un poco frustrada.

-Ya le contaré yo a tu papá para ver que podemos hacer.

Asentí lentamente aún con las esperanzas en el piso, pasé mis manos sobre mi cara y me estiré un poco.
 

-Ya es tarde- exclamó mi mamá poniéndose en pie y mirando hacía la ventana, en donde el exterior ya estaba completamente a oscuras.

-Sí, creo que iré a dormir.
 

Me puse en pie también y suspiré con melancolía, ya no podía llorar, simplemente no podía. Me despedí de mi mamá, quien dijo algo sobre preparar la cena para mi papá que no tardaba en llegar, así que fui sola hacia mi habitación.

La puerta de la habitación de Caitlin estaba entreabierta, y dentro se podía ver el pequeño bulto sobre la cama. Su respiración era profunda; no pude evitar mirarla dormir, estaba tan tranquila, sin preocupaciones, y pensé: Cómo anhelo aquellos días en que mis preocupaciones eran tan solo los deberes de la escuela. La vida se va haciendo cada vez más complicada conforme se hace mayor, llegan más y  más obligaciones, más personas a la vida, más deberes, más preocupaciones…

Cerré la puerta lentamente, y seguí mi camino hasta mi habitación. Abrí la puerta y sin siquiera encender la luz me metí en la cama completamente vestida. Pero no pude dormir, di vueltas en la cama durante horas, pensando una y otra vez en alguna nueva manera de convencer al doctor Anderson. Y de pronto la pregunta, ¿a quién le quiere dar el trasplante que era para James? ¿Lo merece más que él?... No, no lo creía así. James se merecía más que nadie aquel trasplante. Aquel trasplante que era suyo, y sin embargo no obtendría.

Un rayo de luz entró por la ventana, como un duende saltarín que no me dejaba dormir, torturando mis ojos, pero estos se resistían a abrirse. Aún no estaban preparados para despertar, habían dormido tan poco que parecía que acababan de cerrarse.
 

-April…- la voz de mi mamá sonó tras la puerta de mi habitación-. Caitlin y yo iremos a ver a la señora Kotler. Hay cereal en la alacena.
 

Permanecí en la cama por unos minutos más, después  me di un baño, esperando que con el agua mi mal humor se fuera, pero no resultó del todo.

Era un día espléndido, no había ni una sola nube en el cielo, y con las últimas lluvias el pasto y los árboles empezaban a enverdecer de nuevo para dar la bienvenida a la primavera que ya estaba por llegar. Sin embargo, yo me quedé en mi casa, mirando televisión con las manos cruzadas sobre el pecho y el entrecejo fruncido, o eso intentaba, pues cuando los comerciales comenzaron, me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba viendo antes de que estos salieran. Pero no tuve mucho tiempo para pensármelo, pues entonces alguien llamó a la puerta y no tuve más remedio que ir a ver de quién se trataba, pero de quien se tratara parecía estar desesperado. Golpeaba la puerta con tanta insistencia que estaba a punto de tirarla.
 




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