Miradas del corazón

Capítulo 31 - El final perfecto

 

Parpadeé varias veces, como si quisiera adaptarme a la oficina tenuemente iluminada de la directora Wells. Por un momento había sentido que de nuevo estaba en aquella pequeña habitación del hospital de Moore, iluminado por los rayos rojizos del sol del atardecer. Miré a la mujer que se encontraba frente a mí tras aquel fino escritorio de madera embarnizada. Ella aún parecía estar esperando a que yo continuara con la historia.
 

-¿Qué pasó con James?- preguntó con la voz llena de curiosidad-. ¿Funcionó la operación? ¿Pudo ver?

-¿Usted qué se imagina?- exclamé yo a mi vez esbozando una sonrisa-. ¿Cuál piensa que es el mejor final?

-Que todo salió bien, claro.
 

No contesté, solo mi limité a sonreír nuevamente y mirar al reloj que se encontraba a lado derecho de la mesa de la directora, junto a unas fotografías de ella con algunos niños de la estancia.
 

-Entonces… debo pensar que me llamará- dije yo poniéndome en pie, dando a entender que la historia había terminado-. Mi teléfono se encuentra  escrito en la hoja de solicitud.

-Sí, yo…

-Ha sido un gusto conocerla, profesora Wells. En verdad un gusto enorme- exclamé estrechando la mano de la mujer.
 

Me di vuelta hacia la puerta que conducía al pasillo y puse mi mano sobre la perilla de ésta dispuesta a salir, pero entonces…
 

-¿Puedes empezar este lunes?

-Claro- dije yo volviéndome nuevamente hacia ella y observándola atentamente.

-Hasta el lunes entonces.

-Hasta el lunes- respondí yo antes de volver a poner la mano sobre la perilla y abrir la puerta-. Gracias- dije antes de salir.
 

Caminé nuevamente por aquel colorido pasillo, ahora alejándome de la bonita oficina de la profesora Wells.

Estaba feliz, verdaderamente feliz de haber obtenido el trabajo, mi rostro reflejaba claramente aquella emoción. Al llegar al vestíbulo de la estancia, me despedí con una rápida sonrisa de la recepcionista del lugar, la cuál respondió igualmente con un amable gesto.
Es un día hermoso, pensé al salir de allí, una perfecta tarde de abril, cálida y soleada. Unas ligeras nubes blancas manchaban en cielo graciosamente. Sonreí nuevamente mirando hacia el horizonte, caminé hacía mi auto y emprendí mi camino, aún tenía cosas que hacer aquel día. 
Conduje tranquilamente el auto mientras escuchaba un poco de música en la radio, conocía perfectamente la ciudad, no había manera de que me perdiera o algo así.

Y ahí estaba. La universidad de San Diego se alzaba frente a mí poco a poco conforme yo me acercaba más y más, majestuosa como siempre, bordeada de enormes árboles, bancas y llena de estudiantes que iban presurosamente en todas direcciones. Estacioné mi auto, y me encaminé hacía el edificio, ya quería contárselo, sabía que él estaría tan contento como yo.

El área de literatura era el más próximo, así que no me costó mucho encontrarlo. Tal parecía que la clase acababa de finalizar, James recogía sus cosas en silencio, así que decidí quedarme ahí y no hacerme notar aún.
 

-Hasta luego, James- dijeron unos chicos al pasar por su lado, y luego salieron del aula.

-Adiós, chicos- respondió él.
 

Se quedó en silencio por un momento y entonces se volvió justo hacia donde me encontraba.
 

-¿April?

-Y ahí va otra vez- exclamé-. Tendré que dejar de usar este perfume que siempre me delata.

-¿Por qué? A mí me gusta- dijo él colocándose bien las gafas y desdoblando el bastón que había tenido recargado junto al banco.

-Bien, solo por que insistes- caminé hasta él y me di un beso en la mejilla.

-¿Y?- preguntó entonces él.

-¿Y qué?- dije yo como si no supiera que me estaba preguntado sobre el empleo.

-¿No vas a contármelo?

-Pues…- empecé yo haciéndolo de emoción-. ¡Tengo el empleo!
 

James me abrazó fuertemente y me dio un beso en los labios con aquella ternura que solo había sentido salir de él. Aún sentía cada beso de aquel chico como el primero, todo el tiempo con aquella descarga de emoción que solemos sentir cuando aquella persona nos besa por primera vez. Pero con él era distinto.
 

-Sabía que lo obtendrías- exclamó sonriendo.

-¿Seguro?

-Bueno…

-Mejor vámonos, se hace tarde- dije yo antes de que continuara.
 

Él posó su mano sobre mi hombro y salimos juntos del edificio, hablando animadamente y fantaseando con mi nuevo empleo.
 

-¿Te pusiste nerviosa?- preguntó el muchacho una vez que el auto estuvo en marcha.

-Ni un poco- mentí yo en forma de broma.

-¿En serio?

-No. La verdad es que sí estuve muy nerviosa al principio, pero después las cosas fueron fluyendo- comenté en el momento que daba vuelta en una esquina.

-Lo bueno es que todo salió bien y te dieron el trabajo- dijo él sonriendo abiertamente-. ¿Estamos cerca del parque?

James ya conocía a la perfección el trayecto de la universidad hasta el departamento que teníamos juntos desde que nos mudamos a San Diego, cuando concluyeron nuestros estudios en preparatoria.
 

-Sí- contesté divisando la pequeña extensión de árboles y bancas que se encontraba más delante-. ¿Quieres que nos detengamos un momento?

-Sí. Quisiera recordar los atardeceres en el parque de Moore, ¿los recuerdas?

-¿Cómo olvidarlos?
 

Estacioné el auto nuevamente y ayudé a James a bajar de él; tomó mi mano y dejó que lo guiara hasta una banca próxima.

Había que reconocer que aquel parque no se acercaba en lo más mínimo al hermoso parque del condado de Moore, con sus enormes y verdes árboles, sin mencionar aquella banca que fue testigo de muchos momentos que James y yo tuvimos en ella. Tantas pláticas,  secretos,  emociones… tanto amor. Pero sin lugar a dudas, era el mismo cielo, los mismos colores, la misma sensación. Sobre todo al tener a James a mi lado.
 

-¿Cómo es?- preguntó quitándose las gafas de sol.




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