Donovan
Que lloviera en Nueva York, no era ninguna novedad.
Eran alrededor de las seis y treinta de la mañana, apenas estaba saliendo el sol y ya estaban lloviendo perros y gatos desde hace tres horas; pero claro, eso no era nada para detener al neoyorquino promedio.
Un panorama, del cual yo me mantenía como un simple espectador dentro de uno de los tantos automóviles estancados en el asqueroso tráfico mañanero de esta tumultuosa ciudad.
Mire mi reloj hastiado, maldiciendo a la causante de esto en mis adentros.
—Recuérdame ¿Por qué dejé que ella eligiera el lugar?
—Porque cuando ella te pregunto a dónde podían ir, tus exactas palabras fueron "No me importa, solo decide rápido y mandalo por correo” — Contestó mi asistente en la línea, haciendo énfasis con una pésima imitación de mí en la última frase.
—Pregúntale eso a alguien que evidentemente esté estresado, por supuesto que te va a mandar a la mierda.
—¿De qué te preocupas entonces?
—De qué escogió una puta cafetería en el epicentro de la ciudad. Con este tráfico ni de milagro llego a tiempo a la oficina.
—Yo me encargo de despejar tu agenda, te daré las primeras tres horas libres por si acaso. Ve con calma, traten de lo que tengan que tratar, y por favor, consíguete un café, que en verdad lo necesitas.
Colgué fastidiado, arrojando el teléfono contra el asiento del copiloto.
Me apuñalaría la mano con un bolígrafo antes de aceptar otra reunión de último momento a primera hora de la mañana en un lugar que no sea la oficina.
Estacioné mi camioneta junto a la acera, recibiendo de costado toda la llovizna antes de entrar en la atmósfera cálida de la cafetería.
Gracias al atascamiento, había llegado veinte minutos después de hora que había fijado, pero que importaba.
Toda la clientela que tenía el lugar estaba reunida en una sola fila frente al mostrador. Gente ocupada que seguramente apenas y tenía tiempo de ordenar un café para el camino mientras que por otro lado estaban las personas como Oliva Anderson, no entendía cómo una persona podía verse tan alegre a estas horas de la mañana.
Esto sería una pérdida de tiempo, no lo dudo.
—Buenos días, joven Green.
—Holdem, señorita Anderson —La corregí inmediatamente.
—Sí, lo lamento.
—Entonces va a decirme el motivo de la cita o…?
—El joven Tyler me pidió que le hiciera llegar estos documentos, quiere que revise todos estos permisos para el proyecto que tenemos en puerta —Sacó todo un bonche encarpetado de su bolso —. Exige que todo se ponga en forma lo antes posible.
—¿Me hizo quedarme estancado en el tráfico y venir hasta acá, por esto? —Solte hastiado.
—Bueno —Dejó los papeles sobre la mesa y ocultó rápidamente las manos entre sus piernas —, también quería aprovechar el éxito que tuvimos en el proyecto anterior para tal vez… invitarlo a desayunar.
No puede ser.
—Señorita Anderson —La llamé con tono frío. Esperaba que eso y la indiferencia en mi rostro bastaran para que se diera una idea de que esto no funcionaria.
—Buenos días —Una empleada hizo acto de presencia en la mesa con una sonrisa en el rostro, la pobre tenía la suerte de ser totalmente ajena al ambiente tan tenso que se había hecho a base de una conversación en menos de dos minutos —, ¿Ya saben lo que van a ordenar?
—Dos americanos para llevar.
—¿Y usted? —Le pregunto a la rubia en la silla del frente.
—Yo estoy bien así —Aclaró ella con pena antes de que la camarera se fuera.
—Escúcheme bien señorita —Me crucé de brazos, dejando caer la espalda en el respaldo de la silla —, no tengo la intención de ser grosero con usted y quedar como el vilano pero tampoco voy a darle falsas ilusiones. Si su plan era convertir esto en algo más que una reunión laboral, es mejor que lo detenga aquí.
—Lo comprendo.
—¿Trajo su auto? —Cuestione sin verla a la vez que metía los papeles a mi portafolio.
—No.
Claro que no lo había traído. Su casa quedaba a tres minutos a pie de este lugar, por eso lo sugirió. ¿Cómo pensaba irse después? A menos de que pensara pedir un taxi o esperaba que fuera yo quien la acompañara al trabajo después de esto.
Y como habían terminado las cosas aquí, no podía ser tan maldito e irme dejándola sola.
—Entonces, yo la llevo.
Al menos eso sirvió para que recuperara la sonrisa.
La camarera regresó con mi orden dentro de portavasos de cartón, pagando rápidamente antes de irnos.
&
—Y ¿Eso fue todo lo que pasó? —Jaxon preguntó mientras esperábamos a que el elevador llegara a nuestro piso.
—Efectivamente.
—Lleva aquí medio año.
—Y en este medio año he rechazado todas sus invitaciones a cualquier lado.
—Tyler ha tratado de invitarla a salir desde que la contrató y siempre le dice que no, en cambio, ella intenta llamar tu atención desde entonces y tú, simplemente la rechazas como si nada. Digo, no te da al menos algo de satisfacción estarle dando un buen gancho en el ego.
—Esto no lo hago por herirle el orgullo a Tyler. A mi ella no me interesa y creo, espero haberlo dejado claro.
—A ti ninguna chica te interesa —Soltó fastidiado, tecleando en su tableta —. Me da la impresión de que tienes una inclinación por el sexo masculino.
—¿Y eso te da alguna esperanzas?— Comente, haciendo que me siguiera el paso fuera del elevador.
—¿De qué?
—¿De qué me fijé en ti?
—Lo siento, pero aunque fuera gay, no estás dentro de mis estándares para el hombre ideal.
—Debes tener grandes expectativas —Comente, viéndole el lado divertido a esto antes de cambiar el tema.
—Tú quédate tranquilo, algún día te llegará una buena chica, linda, de preferencia y con estándares en los que si entres, solo ten paciencia.
Y ahí lo tienen, Jaxon era tan buen asistente como también era un buen amigo y un cabrón. Este tipo se las ingeniaba para soltarte insultos camuflados de lenguaje laboral profesional y dejarte como un idiota sin que uno se diera cuenta.
#15537 en Novela romántica
#2762 en Joven Adulto
novelaromantica, drama amor juvenil y familia, romance aventura amor juvenil
Editado: 12.05.2024