¡mírame, Jhen!

Capítulo 2

18 de Mayo del 2018

 

Siempre he escuchado sobre cosas paranormales, mi familia ha vivido rodeada de esos mitos y leyendas.

Además, es común que un pueblo pequeño como el mío las tenga. Aunque, tampoco es que ayudara el que vivamos alejados de la ciudad y seamos un pueblo fantasma.

Mi familia nunca creyó en esas cosas, la palabra fantasmas en mi casa estaba prohibida y la sola mención de esta, significaba una buena golpiza.

Siempre creí que era por su temor hacia los muertos, pronto descubrirá que no estaba tan errada.

Pero a diferencia de ellos, yo nunca tuve miedo a nada relacionado con el más allá

A pesar de que yo sabía que lo que ellos llamaban mitos, no lo eran. Recuerdo que de pequeña solía despertarme por unos golpes en mi ventana. Estos siempre se daban a la media noche. No me acercaba, al menos no recuerdo haberlo hecho.

Eso fue lo más “paranormal” que me había pasado, al menos eso creía.

-¡Señorita!

Salte de mi asiento y vi todo de manera desenfocada hasta que poco a poco mi visión se aclaró. Toda el aula me miraba, eso no me importo, lo que de verdad me puso los pelos de punta fue la mirada molesta del profesor.

-¿Eh?-sacudí la cabeza-lo siento profesor.

-¿Cree que el colegio es para dormir?

Negué sin saber que responder a su pregunta sarcástica.

-Creo que se tomó muy literal lo de que es el segundo hogar-interrumpió Daniela

-Lo siento-murmure con las orejas calientes por la vergüenza al oír sus risas-no volverá a pasar.

-Eso espero

Fue lo último que dijo para voltearse hacia el pizarrón y seguir con una clase que no preste atención. Mire a Daniela que me veía burlona. Suspire aguantándome las ganas de decirle que no debía meterse en asuntos ajenos, pero no lo haría. Me conocía y no sería capaz de hacerlo.

Además, no puedo culparla. A ella le gusta también Jackson.

La hora paso rápida, más de lo que esperaba. Y cuando toco salir del colegio no pude evitar sentir que alguien me veía.

Hace días que sentía lo mismo, como si alguien siguiese mis pasos. Y eso me tenía muy paranoica y alterada. Además, no había podido dormir bien por los constantes golpes de las últimas noches en mi ventana. Pero no podía decirle eso a nadie y menos a mi familia.

Recuerdo que de pequeña les dije lo mismo, no me creyeron y me tacharon de mentirosa.

Apresure mis pasos pero la sensación de miedo solo hizo de incrementar, me aliste para correr, viendo que no haya nadie detrás mío pero no di ni un paso antes de que me chocara contra alguien.

-Lo siento-murmuré

No hubo una respuesta, alce la vista y no vi a nadie. Mire a mis lados sintiéndome confundida. Yo choque con alguien, estaba segura. El dolor en mi frente me decía que lo que paso fue real.

Suspire, tal vez solo estaba alucinando cosas.

Aunque no lo creía.

Una mano cayó de golpe en mi hombro haciendo que salte del susto. Voltee con rapidez y me encontré frente al rostro inexpresivo del chico de ojos negros.

-¿Q-qué quieres?-murmuré con voz temblorosa

Como siempre que me topaba con él, solo me veía fijamente sin decir nada. Fruncí el ceño irritada, hoy no estaba para juegos.

-¿No dirás nada?-pregunte, más el no respondió-Bien

Le di la espalda reanudando mi camino. No escuche nada por varios minutos hasta que una mano helada agarro la mía. Me tense y vi a mi lado como el me había detenido.

-Espera-habló por primera vez aquel chico-tenemos que hablar

-¿Yo? ¿Contigo?-asintió-¿Sobre qué?

-Aquí no podemos-murmuró-vamos a otro lugar

-No-me solté de su agarre retrocediendo-no iré a ningún lugar contigo. No te conozco, no sé ni tu nombre. ¿Por qué debería de confiar en ti?

-Por qué me necesitaras

Me reí.

-No, no lo creo

-Como quieras-se encogió de hombros-pero cuando no haya noche que puedas pegar un ojo, búscame. Para entonces esperemos que no sea tan tarde.

-Estás loco

El solo se encogió de hombros y se dio la vuelta regresando hacia el colegio. Si en ese momento de mi vida hubiera sabido mi destino, le habría escuchado, es más, le hubiera suplicado que no se fuese, que se quedase.  

Pero no lo hice, solo lo vi irse y no lo detuve. Aunque algo en mi estómago me decía que había dejado ir una oportunidad.

No debí dudar de mi intuición. Debí oírlo, esa simple conversación me hubiera ayudado bastante.

 

 




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