12 de Junio del 2018
El ambiente estaba tan sombrío que cualquiera desearía salir huyendo de ese lugar. Ella no fue la excepción. Annabelle apenas abrió los ojos supo que algo estaba mal. La neblina rodeaba todo a su alrededor sin dejarle ver nada más que vacío y oscuridad.
Se sentó sintiendo como ese simple movimiento rompía su cabeza en mil pedazos, llevo sus manos a ella en un intento en vano de que parara de zumbar.
En medio de tanto silencio sintió como aquel lugar le era conocido. Como si fuera parte de ella, como si de alguna manera ella ya hubiera estado ahí. Y lo mismo pasaba con sus sentimientos, la incertidumbre y el pavor, resonaban en un lugar lejano de su cabeza.
-¿Dónde estoy?-pregunto a la nada como si esta le fuera a responder.
Miró a los lados tratando de buscar una salida pero encontró oscuridad que parecía ser infinita.
-Es feo no saber qué es lo que te rodea ¿verdad? Sientes la incertidumbre ahogar tus pulmones y el miedo erizar cada uno de tus poros. Sientes que de pronto no hay una salida, que todo está oscuro, que estás perdida. ¿Y sabes por qué es eso? todo se resume a una sola palabra: Miedo. Por qué el miedo te ciega, te hace ambicioso, te hace un cobarde.
Aquellas palabras bien podrían no haber sido oídas pero el silencio que les rodeaba a ambas permitió que aquellos susurros se oyeran como si fueran gritos.
Annabelle alzó la cabeza y enfrente suyo, a unos pocos metros de distancia había una sombra.
-¿Quién eres?-preguntó
-Jhen-soltó sonriendo
Annabelle sintió como aquel nombre le erizo la piel. Y entumecida observo como aquella sombra se acercaba hacia ella. Un paso, dos y tres, cada uno acortaba la distancia entre ellas haciendo crecer la tensión.
De la oscuridad salió una joven de cabello caoba con facciones finas y delgadas. Labios agrietados y pálidos que no daban ni la ligera idea de cómo habían sido en un pasado. Y unos ojos verdes con gris muy profundos.
Era la belleza de la muerte en persona.
Porqué su vestido pálido y roto dejaba ver las curvas que tenía su cuerpo. Y unas largas piernas que salían del vestido. Tenía la piel pálida pero al contrario de vérsele mal, la hacía parecer más irreal e inalcanzable.
Annabelle no pudo evitar compararla consigo misma y verse. Jhen se dio cuenta de esa acción y sonrió con sorna.
-A uno nunca le gustara su comida, siempre deseara la ajena. Y todo por el simple hecho de que cree tener menos de lo que la otra tiene.
-No sé de qué hablas-trató de negarlo Annabelle.
Pero Jhen sabía de este juego. Ya había caído una vez y aprovecharía que aquella mocosa estaba indefensa y sin memoria para jugarle en contra.
-Siempre mentirosa-gruñó malhumorada-Ya me tienes harta.
Annabelle se asustó al ver como el vestido blanco de Jhen empezó a incendiarse y como poco a poco se empezó a teñir de sangre. Ahogo un grito de terror cuando vio que la sangre se acercaba a ella.
-Vaya-murmuro Jhen-al parecer tu sangre te reclama.
Se rio con fuerza como si no le doliera que se le quemase la piel y es que, de verdad ella no sentía nada. Mientras que por otro lado Annabelle tenía el estómago en la garganta.
-Por qué no dejamos que vuelva a tu alma y yo a mi cuerpo.
-Estás loca-murmuró Annabelle sin saber de dónde saco la valentía.
Ese pareció ser el detonante del control de Jhen porque sin esperar más se abalanzo sobre la joven tirándola al suelo. Annabelle soltó un quejido de dolor mientras forcejeaba con Jhen.
-La única loca fuiste tú. ¡Me quitaste mi vida!
Las manos de Jhen volaron hacia el cuello de Annabelle mientras que las de está trataban de evitarlo.
-¿Qué quieres de mí?-preguntó entre jadeos mientras traba de quitársela de encima.
-Quiero tu cuerpo-gruñó el espectro.
-¿Mi cuerpo? ¿Para qué quieres mi cuerpo?
-Por tus mismas razones, quiero vivir.
-No te daré mi cuerpo-gritó y la empujó con fuerza-Es mío. Y yo también deseo vivir.
Aprovecho que Jhen se había alejado y trato de correr ¿hacia dónde? No tenía idea pero sabía que debía alejarse. Pero cuando toco una pared sintió que la sangre se le fue. No había salida.
-¿Sabes lo gracioso de vivir en esta mierda?-preguntó Jhen caminando despacio-que lo conoces como la palma de tu mano. Y me has facilitado las cosas, te has encerrado tu misma.
Esas palabras hicieron que confirmara que ella conocía ese lugar. Por qué había dado en el blanco. Annabelle sola se había encerrado.
La pelirroja quiso maldecir por su estupidez pero no pudo decir nada porque una mano la cogió de la pierna y la arrastró. Soltó un grito que mezclo el terror con el dolor. Pues aquellas manos en vez de uñas tenían garras afiladas con las cuales rasguñaban su piel.