Bruno:
Mientras azotaba a Ana, sentí una mezcla de emociones. La excitación y el deseo eran inevitables, pero también sentí una punzada de celos. Edward había sido el primero en tomarla, y aunque sabía que era parte del acuerdo, no podía evitar sentir que estaba perdiendo el control.
—Te lo mereces por ser tan habladora —dije, intentando sonar firme, pero mi voz traicionaba mi inseguridad.
Ana gimió y se retorció bajo mi latigo. Su cuerpo respondía a cada golpe, y yo sentía cómo mi excitación crecía. Pero también veía cómo Edward la miraba, cómo su conexión era más profunda que la mía.
—Eres mía —dije, azotándola de nuevo—. Solo mía.
Ana asintió, jadeando, y yo sentí una oleada de posesividad. Pero sabía que no era solo mía. Era de todos nosotros, y eso me hacía sentir inseguro.
—Pronto será mi turno —dijo Edward—. Y cuando lo sea no te olvides de quién soy.
Edward sonrió, pero no dijo nada mas. Solo me miró con una intensidad que me hizo sentir que estaba desafiandome.
Observe a Ana, que me miraba con una mezcla de deseo y temor. Su cuerpo estaba marcado por los azotes, pero su mirada era fiero y sensual.
—Te vas a venir en mi —dije, acariciando su cabello—. Solo en mí.
Ana asintió, jadeando, y yo la tomé con fuerza. Sentí su calor envolviéndome, y mi pasión explotó. La besé profundamente, mientras mi cuerpo se movía en ritmo con el suyo.
—Eres mía —repetí, embistiéndola con fuerza—. Solo mía.
Ana gritó de placer, y yo sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo el mío. Juntos, alcanzamos el clímax, y nuestra unión fue intensa y apasionada.
Después, nos quedamos allí, jadeando y Ana me miraba con ojos brillantes, y yo supe que había conquistado su corazón.
Pero sabía que no era solo mío. Era de todos nosotros, y eso me hacía sentir inseguro.
Lucas:
Mientras Bruno y Ana se recuperaban de su pasión, me acerqué a ellos. Mi hermano me había dejado claro que Ana era para todos nosotros, y yo estaba listo para reclamar mi parte.
—Ahora es mi turno —dije, sonriendo a Ana—. ¿Estás lista para mí?
Ana me miró con ojos cansados pero sensual, y asintió. Bruno se retiró, dejándome espacio para tomar a Ana en mis brazos.
—Eres tan hermosa —dije, acariciando su cabello—. Tan mía.
Ana sonrió, y yo la besé profundamente. Mi pasión era diferente a la de Bruno, más suave y sensual. Pero Ana respondió igual, con fuego y deseo.
—Quiero sentirte dentro de mí —dijo, jadeando—. Quiero sentirte en todos lados.
Me reí, y la tomé con fuerza. Nuestra unión fue intensa, con movimientos lentos y sensuales. Ana se retorció bajo mí, gritando de placer, y yo me dejé llevar por mi pasión.
Mientras estábamos unidos, sentí cómo Frank y Edward nos observaban, esperando su turno. Sabía que Ana era para todos nosotros, y que nuestra relación era única y complicada.
Pero en ese momento, solo me importaba Ana y mi deseo por ella.
Frank:
Después de Lucas, fui yo quien tomó a Ana. Mi pasión era más oscura, más intensa. La miré con ojos fieros, y ella me respondió con una mirada igual de sensual.
—Quiero sentirte en lo más profundo —dije, acariciando su cuerpo—. Quiero que te sientas mía.
Ana asintió, jadeando, y yo la tomé con fuerza. Nuestra unión fue explosiva, con movimientos bruscos y apasionados. Ana gritó de placer, y yo me dejé llevar por mi deseo.
Mientras estábamos unidos, sentí cómo mis hermanos nos observaban con lujuria. Pero ya no me importaba. Solo me importaba Ana y mi pasión por ella.
—Eres mía —dije, embistiéndola con fuerza—. Solo mía.
Ana se retorció bajo mí, gritando de placer, y yo sentí cómo mi pasión la consumía.
Fue un momento intenso, un momento que nos unió a ambos.
Después, nos quedamos allí, abrazados.
Pero no por mucho tiempo, porque era el turno se Edward.
Edward:
Después de Frank, fui yo quien tomó a Ana. Mi pasión era más íntima. La miré con ojos llenos de amor y deseo.
—Eres mi todo —dije, acariciando su rostro—. Mi corazón late por ti.
Ana sonrió, y yo la besé suavemente.
Después me introducí en ella, nuestra unión fue apasionada, pero también llena de amor y ternura. Ana se sintió segura en mis brazos, y yo sentí que era el hombre más afortunado del mundo.
—Te amo —dije, mientras nos movíamos juntos y ella jadeaba y gemia mas y mas—. Te amo más que a nada.
Ana me respondió con la misma pasión, y nuestra unión fue perfecta, nuestros cuerpos chocaban al mismo tiempo, y la habitación se llenó de gemidos de nosotros dos y de mis hermanos que estaban masturbandose mientras veían como ana se venia una vez más en mi.