No dormí en toda la noche, nerviosa de que, en algún momento entrara por la puerta a repetir lo mismo otra vez, solo porque yo supiese la verdad. No dormí, pensando en que no podía seguir viviendo aquí. Si antes había algo que me decía que no podía estar cerca de él. Ahora lo comprobaba, no iba a permanecer más tiempo con él. No más. Y me dolía tener que expresarme así de él. Pero no podía seguir viviendo y fingiendo que nada pasaba.
En cuanto pude, le avisé a Cam que no podría verla. Que me disculpará, pero no podría estar allí más tiempo.
En cuanto salió una apice de que iba a amanecer. Me levanté y me coloqué la ropa que había denominado: Ropa de Huída. Mis leggins de ejercicios y mi camisón de seda. Me hice una coleta de cabello desaliñada. Y estaba dispuesta a irme de aquí. Pero, había un problema, no sabía a donde.
Le marqué a James. Nerviosa y apenada. Tras el tercer llamado contesto
— ¿Sam? —lo había despertado.
— ¿Me puedo quedar en tu casa unos días? — sorbi mi nariz. — La casa se inundó y tienen que repararla y me habitación está más afectada.
— ¿Y la habitación de huespe..— Lo interrumpí.
—¿Puedo? Por favor. — chille nerviosa, quería irme de aquí.
—Si, está bien. —respondió.
—Estaré en unos minutos allá. Gracias. — colgué.
Tomé la maleta — la cuál había hecho anoche y escondido debajo de la cama —mi mochila y la carta que le dejaría a la misma. Salí sin hacer mucho ruido y dejé todo en el pasillo y entre a la habitación de mamá.
Dejé la carta en la mesita de leer.
— Me fallaron, otra vez. Espero tu no. — bese su frente mientras susurraba.
No puedo seguir viviendo aquí, no con ese mounstro, lo siento. Te amo, pero el me hace daño.
Sam.
Salí de casa, llorando otra vez. No era posible que cuando por fin me iría de casa para vivir sería en estás condiciones. Pero era lo mejor, no podía seguir viviendo allí.
Tomé el primer taxi que pasó, le indique la dirección y emprendí el viaje lejos de la casa que creía felíz. Ví por el vidrio, como cada vez más me alejaba de allí. Y me hice entender que, era lo mejor. Que comenzaría una nueva vida. Lejos de él, o todo lo que tuviese que ver con él.
***
Llegué a la casa de los chicos. Nerviosa toque el timbre, y rápido un James bañado y afeitado me recibió con una gran sonrisa.
Y me hizo cuestionarme mi aspecto, mis ojeras, mi cabello, mis lágrimas, mi cara mala. Estaba hecha un desastre.
— Hola. — empecé, nerviosa y juguetee con mis dedos.
—Hola, ven pasa. — dijo horrorizado por mi aspecto.
Entre y me ayudó con la maleta y yo cargaba mi mochila. Aunque conociera la casa, me quedé nerviosa parada en el salón. No sabía que hacer o decir, estaba nerviosa y triste.
— ¿Qué te-.? — trato de hablar. Y lo detuve con un movimiento de mi mano. Él comprendió mi acto. No iba a hablar
Él me observaba en silencio. Me examinaba todos mis actos. Y me incrustaba sin temor. Cómo si tratara de entender que lo que me sucedía, iba más allá de la supuesta inundación en mi casa.
Yo por mi parte, trataba de ignorar su mirada de reprochó, y enojo. Sabía perfectamente que él quería decir algo, pero si yo no le decía no lo haría.
—Venga, habla ya. — solté.
—No, no tengo nada que decir. Llevaré esto a tu habitación y desayunamos.— tomó mi maleta y subió escaleras arriba con la misma.
Dejándome sola en el salón. Era realmente grande, la primera vez que estuve aquí no lo ví por la cantidad de personas. Pero, está vez, si lo podía detallar. Era grande pero acogedor con un tema hogareño. Muebles modernos pero cómodos. Una sala y luego el comedor. Pero se notaba que usaban más el salón que el comedor. Un televisor, taburetes en el mesón de la cocina. Todo estaba perfectamente puesto en su lugar, algo extraño para ser chicos.
Minutos después James bajo, y me encamino a la cocina me sentó en un taburete y me coloco un plato de cereal con leche. Y juntos empezamos a comer. Nos quedamos en un silencio, que solo era interrumpido por el sonido de los cubiertos en el plato. Claro, y la mirada incrustada de James.
Suspire y tras tragar mi bocado lo miré.
—Oye yo.. — comencé y me interrumpió.
—No, está bien no te voy a forzar a hacer nada. —tomó mi mano libre. — Cuando te sientas segura podrás decirme y aquí estaré.
Asentí, mientras otra vez lágrimas corrían por mis ojos. Trate de sonreír, y apenas lo logré.
—Gracias.. — logré decir demasiado bajo.
Entonces, la puerta de entrada estaba siendo abierta. Me atragante con el cereal de los nervios, pensé que estábamos solos.
¡Si es cierto aquí viven los cinco!
Que pena, me vive a quedar aquí y solo consulté con James.
— ¿Les importará que?? — comencé y el negó.
—Tranquila, más bien todos estamos bien con que te quedes.
Asentí no muy segura, agradecí seguir de espaldas y que solo James tenía vista directa a la puerta.
En cuanto la puerta de abrió, se escuchó un estruendoso :
— ¡Buenos días, animales del paraíso central! —era Ethan, sin dudas era él.
¿Animales del paraíso central?
Patético.
—Si, no grites, Ethan. James está allí con.. — comenzó y en cuanto me notó se callo. Era Ray.
Sentí las miradas puestas en mi espalda y estaba incómoda. Poco a poco giré el taburete quedando frente a ellos.