Ese mismo día, en la mañana. Tras descansar unas pocas horas de sueño. Salí a correr para comenzar mi día con energía — o eso decía la chica del comercial de ejercicio —. La verdad, lo hacía para liberar estrés. Mi cuerpo estaba demasiado tenso y yo no me estaba tranquila en un lugar sin empezar a divagar.
Salí a eso de las cinco de la madrugada, para regresar a las seis, comer, bañarme e irme a trabajar.
Corrí como unas cinco cuadras, y para ser mi primera vez en esto, mis piernas me dolían y picaban como si millones de hormigas caminarán sobre mí. Era realmente cómodo, y en algún momento, me caería.
En cuanto supe que no podría más, me detuve y comencé a caminar lento, mientras recuperaba mi respiración. Observaba todo a mi alrededor. Esta parte de la ciudad es casi parecida a dónde vivía, casas grandes, jardines extravagantes. Pero, sobre todo, personas normales.
Estaban los que salían con sus perros, a caminar, a esperar el transporte. O simplemente a regar sus jardines.
Me detuve a saludar a la sra Mary y su pequeño cachorro, Dig. Era una señora regordeta, y con años más que mi madre. Era mayor pero no demasiado. Blanca con una sonrisa encantadora. Vivía junto a nosotros, al lado izquierdo.
— Buenos días. — saludé, mientras quitaba mis auriculares.
— Buen día, cielo. — respondió amablemente. — ¿Cómo es vivir con ellos? — pregunto muy para nada discreta.
— Bien, me adapté fácil. Son tranquilos.
— ¿Si? Es raro, ya que, siempre gritaban.
— ¿Cómo? — sonreí estupefacta.
— Si, siempre estaban peleando, gritando rompiendo cosas. O salía uno a gritar al jardín dando un puertazo y se iba. No es que sea chismosa. Pero aquí todo se escucha. — finalizó.
No es que sea chismosa.
¿Qué no lo era? De todos los vecinos, ella era la primera en decirme esto. O realmente era chismosa, o los vecinos no se animaban a decir cosas que no eran de su incumbencia.
— No entiendo nada. — dije, y miré la puerta de casa.
Realmente esto era extraño, ellos siempre estaban bien. Todo estaba bien con ellos. Era eso o también me ocultaban algo. Cosa que me niego a creer.
— Si, a simple vista se ven buenos y tranquilos y realmente lo son, pero a la forma superficial. Pero, dentro de su casa, en sus problemas son gritos y peleas. Es extraño. Pero, desde que tú llegaste nada sucede. — finalizo, cerrando el grifo. Y caminando a su porche con dig tras de ella.
— Pero, yo..
— No hay mucho que explicar, linda. — me cortó. — Anda, de seguro tienes que trabajar. — dijo y entro a su casa.
Dejándome sola en media calle. Y con más preguntas en mi cabeza.
Caminé a paso lento, mientras iba perdida en mis pensamientos. Subí las escaleras del porche. Iba a colocar la llave en la cerradura pero giré y miré la calle de vuelta.
Todo realmente parecía tranquilo y pacífico aquí.
¿Me estarían mintiendo?
Me obligué a lanzar todos esos pensamientos al fondo de mi cabeza, imposible ellos no me podrían mentir.
Metí la llave en el picaporte de casa, y entre.
Tras cerrar la puerta, coloque una sonrisa en mi rostro. Caminé hasta la sala y todos giraron a verme.
— ¡Buenos días! — dijieron todos al insomnio.
— Bueno días. — repetí caminando a la cocina.
Ya adentro de la misma, tomé un vaso de agua y me lo tomé. Luego de acabarlo coloque el vaso en la fregadora y me encaminé a la mesa tras ver un objeto que, claramente no deje aquí.
Mi celular.
— ¿Qué hace aquí? — pregunté, luego de tomarlo.
Nadie respondió. Ethan veía al televisor, James cocinaba y Ray estaba en su celular. Y Thomas, él estaba en lo suyo.
— Estaba sonando mucho, era Rick. — respondió Ray tras unos segundos.
Oh, era mi jefe.
— ¿Pasó algo? — añadí luego de asentir.
— Si, quería saber si ibas hoy. Le dije que no estabas en casa, y dijo que estaba bien si no trabajabas. — pauso y dejó de ver su celular. — ¿Cómo te fue? — añadió luego de echarme una ojeada.
Me tense tras esa mirada. Aún recordaba las palabras de anoche. Él se veía tranquilo, y yo estaba toda tensa y nerviosa.
Trataría de estar como él, pacífica. Cosa que, claramente no sería posible.
— Bien, aunque sé que, luego de que me siente o me acueste en un lugar. Mis músculos pasarán factura de hoy. — respondí.
— Razón uno, para no hacer ejercicio. — grito James desde la cocina.
— Si claro, pero tú no necesitas hacer nada para estar bien. — grité y se asomó por la ventana de la misma.
— Al igual que tú, siempre vas bien con la que sea. — me guiñó un ojos, y le saqué la lengua.
Él era extraño, pero era mi amigo. Sus comentarios eran a veces sarcásticos o, incluso con doble sentido.
— ¿Qué se hace hoy? — añadió Ethan, luego de colocar el televisor el mismo canal de música en dónde cantaban los chinos.
— Oh no, no, no. — repetí tras ver el televisor. Me acerqué lo apagué. — Yo no escucho eso. Lo siento.
— A nadie aquí en realidad, pero es lo que se escucha en las mañanas. — chisto Ethan y lo encendió de nuevo.
— A.
— ¿A? — pregunto.
— Si ser idiota fuese una materia tendrías A. — respondí.
— Ouuu — chilló James. — Oficialmente una chica te dejo sin palabras.
Sonreí triunfante, y subí las escaleras para darme un ducha.