1 Año 6 Meses.
— Que, ¿volví?, rayos volví de nuevo — pensó en su cabeza — un momento, soy gata de nuevo.
Estaba feliz, por fin volvía a ser una gata, pero ya había empezado a acostumbrar a ser un gato.
— Aja… ¿Y ahora dónde estoy? — pensó en voz alta al ver que estaba bajo una casa.
— Oh, ya veo — pensó — soy una gata callejera, pero; ¿quiénes son ellos? — dijo al ver a unos gatitos pequeños a mi lado.
— ¿Son mis hijos?, espera eso significa que, soy mamá — pensó en su cabeza.
— ¿Y ahora como hare?, yo no sé cómo cuidar niños, ni siquiera con Tomy pude tenerlos ya que estaba esterilizada — pensé en mi cabeza.
— Wao, que calor, necesito sacarlos de aquí — se dijo a sí misma.
Tomó a uno de los cuatro gatitos que había con ´su hocico, los llevó al frente de una casa, en donde pasaba fresca brisa que se hacía presente en el mes de noviembre y donde no había tanto calor.
— Ahora a esperar que un alma piadosa nos ayuda — ella no quería que los gatitos muriesen.
Empezó a maullar a cada persona que pasaba al frente de la casa, al parecer no había nadie en ella.
Ella sabía que cada cierto tiempo tenía que darles de comer a los pequeños gatitos para que no muriesen, pero si los gatitos comían a ella le daba hambre.
— Pues, a hacer contrabando — se dijo a sí misma.
Camino por los alrededores de la casa, quería encontrar una ventana abierta o algo por donde pudiera entrar a la casa. Por suerte encontró una ventana por un costado de la casa.
Entró a la casa, era de colores cálidos, la sala estaba conectada con la cocina, los muebles eran de color blanco y marrón claro, las paredes principales eran de color crema y algunas paredes de color ocre y arena, se dirigió a la cocina, los muebles de la cocina eran de los mismos tonos cálidos de la sala.
— Rayos — pensó, ninguno de los muebles en la cocina estaban abiertos, ni la nevera, ni la despensa y tampoco los cajones.
Tuvo que volver con sus gatitos, lamentablemente, sin comida.
Volvió a maullar a las personas que pasaban enfrente de la casa, por suerte un señor algo viejo, de ojos cafés y cabello grisáceo les llevó un poco de pan y agua.
— Toma gatita, esto es para ti y para tus pequeños — dijo mientras se agachaba y les extendía un poco de pan y agua en una pequeña taza.
— Lamento no poder llevarte conmigo, pero vivo en un asilo y no dejan tener mascotas — comentó el hombre.
— Espero encuentres a alguien que los cuide con mucho amor y cariño — dijo mientras se levantaba para irse.
No los llevo, pero al menos les dejo algo de comida para poder defenderse hasta la noche.
(…)
Ya era de noche, los gatitos y ella tenían frío, debía encontrar algún lugar para dormir donde no hubiese tanto frío, las personas que vivían en la casa aún no había llegado.
No le quedo más opción que llevar a los gatitos uno por uno a adentro de la casa y colocarlos sobre el sillón que se encontraba en la sala.
Los gatitos empezaron a dormir, eso le dio tiempo a ella para inspeccionar mejor la casa y ver si había algo de comida en las otras habitaciones.
Si dirigió a uno de los cuartos, el de lavandería, empezó a percibir un olor común para ella, un olor que había captado por primera vez cuando estaba con Jane.