Las palabras de él,
como pizza con piña mal servida:
agridulce, tibias, crudas,
me llenan de hambre y me da nauseas
Cada bocado me recuerda
el “mi” que dijo con los labios,
pero sin alma.
Como si me perteneciera solo un rato,
como si fuera un plato pasajero
en su mesa de confusos deseos.
Y yo, con la servilleta en mano,
intentando limpiar el corazón
de las migas que dejo su voz.
Tragué mariposas sin alas,
y ahora las vomito una a una,
como si fueran recuerdos que no puedo digerir.
Amor indigesto,
que alimenta por un segundo
y quema después toda la noche.
sus palabras me dieron acidez,
Pero aun así quiero más.
¿Será obsesión, o el hambre de saber
si sus frases fueron horneadas con verdad
o si eran masa vacía cubierta de promesas falsas?
Y me pregunto,
mientras enfrió el alma en silencio,
¿De verdad dijo que lo sentía
o solo repitió recetas vacías?
¿Fui un antojo, un sabor nuevo,
una mezcla extraña que quiso probar?
¿O fui simplemente,
una pizca de ternura
Que nunca volverá a saborear?
El eco de su voz aún me burbujea por dentro,
como soda mal cerrada,
como frase mal dicha,
como verdad sin acción.
Y me voy,
con la duda aun tibia en los labios,
con el corazón envuelto como regalo
guardando las sobras
de lo que quizás,
nunca fue real.