Después de que Luciano llamara en medio del entrenamiento para avisarme que encontró sin vida a papá, sentí que como se me oprimía el corazón... Perdí a mi viejo. Me acerco al entrenador y le digo que me retiro. Agarro mis cosas y salgo ignorando las miradas de mis compañeras de equipo, hasta puedo llegar a escuchar el choque de los tapones de los botines contra el asfalto de la calle. Me giro para ver que Jimena me sigue, es la única que llegó a escuchar la llamada.
Siento su mano aferrarse de mi codo y empujarme al Chevrolet Corsa negro que le regalaron sus padres. Le quita el alarma cuando estamos a unos pasos y abre la puerta del lado del acompañante y me deja ahí, me quita el bolso deportivo y la mochila de trabajo.
- Valen, sacate los botines.- escucho su voz y levanto la vista para ver que tiene las zapatillas del trabajo- Les aviso a mis padres de que te llevo a Obligado.- niego con la cabeza en lo que trato de salir del coche, pero Jime me entrega las zapatillas y cierra la puerta.
Saca su celular del bolsillo de su campera de entrenamiento y habla mientras no desvía su mirada de mí. No me queda otra que cambiarme, sino me va a seguir insistiendo hasta que ceda. Sube al auto y pone la llave en contacto.
- Espero que tengas lugar en tu casa.- giro mi cabeza pero ella mira al frente y sus manos están en el volante- Papá dijo que van a ir aunque te niegues. No sé como van a llegar, espero que recuerden el camino.
Sé que los señores Robles no me dejarían sola, hicieron lo mismo cuando falleció mamá pero la diferencia es que fui yo la que manejaba como para mantenerme a raya. Esta vez siento que no estoy en mis cinco sentidos... Estoy sola, completamente sola. Y lo que pienso aún peor, es que dejé completamente solo a mi papá. Soy un asco de persona.
Mientras veo los autos pasando a nuestros lados, me desahogo en llanto. Siento que me ahogo, me falta el aire y me aferro al carrito de la campera. A pesar de que eso no es lo que me ahoga, sé que la culpa me carcome y de la peor manera. Que me lleve el diablo por ser mala persona.
No sé cuanto tiempo dormí, pero cuando quiero darme cuenta ya estamos en la entrada al campo. El cartel de madera con el nombre La Valentina aparece a mi vista, tan bien tallado como lo recuerdo. A medida que nos adentramos al gran terreno, veo la cantidad de personas que se van acercando a mi casa. Está rodeada por esa cinta roja y blanca que vi muchas veces en las series policiales que tanto me encanta ver.
Pero ahora no se ve nada lindo. No cuando se trata de mi casa rodeado de policías controlando a las personas que están acá. Respiro hondo un par de veces antes de bajar del auto y ver con qué encontrarme ahí dentro. Cuando lo hago, Jimena hace lo mismo y llega a mi lado. Paso por debajo de la cinta al decir que soy hija de la persona, mientras mi amiga se queda esperando.
- ¡Luciano!- hablo cuando lo veo hablando con el comisario del pueblo y me acerco hasta ellos.
- Señorita Ferro, un gusto verla por el pueblo.- dice el comisario y extiende su mano. Yo solo lo miro para después hacer lo mismo con el capataz de campo de mi padre- El señor se comunicó con nuestro destacamento y...
- ¿Qué fue lo que pasó con papá?- le pregunto al hombre de confianza y éste parpadea solo para que sus lágrimas hagan aparición.
- No se presentó a trabajar. Dí por hecho de que se tomaría el día porque se veía bastante cansado.- se frota el rostro con sus manos y siento que me falta el aire- Sobre el mediodía vine a visitarlo y...- él empieza a llorar, no necesita decirme nada más.
Empiezo a llorar de nuevo y antes de caer, siento un par de brazos que me rodean. La veo a Jimena con dos policías detrás de ella, solo me aferro y sollozo más de lo que me había desahogado en el viaje. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en su hombro.
Después de una hora y media llegaron los padres de Jimena. Pasamos toda la noche en la morgue de la ciudad, con todo eso del acta de defunción y esperar a que entregaran el cuerpo de papá.
Son las ocho y media de la mañana cuando los forenses aparecen para decirme que papá tuvo un infarto entre las dos y las tres y media de la mañana. Al estar solo nadie lo pudo asistir. ¿Será que se enteró del interés de Alemania? No me animé a decírselo, aunque la idea nunca fue aceptarlo. Prefiero trabajar de otra cosa y jugar fútbol como hasta ahora.
A media mañana, la sala de estar ya estaba preparada para el velorio. Nuria, la esposa de Luciano, fue de gran ayuda para despejar el lugar en tan poco tiempo. Jimena y sus padres no me dejaron sola en ningún momento, al que no vi fue a Eduardo... Otra vez. ¿Dónde está cuando lo necesito?
Después del entierro hablo con sus padres, que están igual de sorprendidos que su hijo no me acompañara. Decido ir a su casa y reclamarle. Le pido a mi amiga que me lleve, todavía no estoy bien mentalmente como para arreglármela sola. No tardamos mucho en llegar y bajamos del auto. Ella me espera a unos metros de la puerta de entrada mientras me acerco decidida a golpear la misma. Abro los ojos sorprendida al ver a Lucía, mi mejor amiga, solo con una remera y no cualquiera... Es el último regalo que le traje de Buenos Aires.
Por detrás de la pendeja esta, aparece mi supuesto novio y queda en blanco. Mis ojos se llenan de lágrimas. No sé como llegué hasta él, pero siento el ardor en la palma de mi mano. Ya está, no hay vuelta atrás.
- Ahora podés seguir con lo que estaban haciendo, olvida de que existo. Yo lo hago con vos.- me giro y le doy la espalda.
Veo a Lucía en el mismo lugar y me sonríe, pero de sobradora. Ignoro esa mirada de boluda y en el camino para salir de la casa la empujo con mi hombro a tal punto de tirarla al piso... Seré mas baja que ella, pero sigue siendo igual de débil.