Hoy 26 de Agosto de 2017 perdí después de un largo mes de lucha constante a la persona que junto a mis padres y hermanos significó, significa y siempre lo seguirá significando todo en mi vida.
Hoy a mis 29 años perdí a mi abuela, esa persona que me cuidó toda la vida y si bien trato de recordar cada cosa buena que viví a su lado, saber si cómo nieta fui la mejor, si fui lo que ella siempre necesitó, la verdad es que no lo sé, sólo recuerdo que la amé y que me amó incondicionalmente a pesar de ese carácter tan particular que tenía, ese mal humor que se esfumaba solo cuando sus nietos y bisnietos le brindaban toda su atención, y ella te demostraba su amor a través de sus caricias, de sus besos.
Solo Dios sabe cómo extraño esos abrazos, duele tanto, en este momento siento un vacío tan grande que siento me han arrancado un pedazo del alma, una parte del corazón si es que eso fuera posible, es increíble cómo SÍ es posible sentirse morir en vida.
Mi único consuelo es saber que ella dejó de sufrir, no iba a ser más esa persona en una cama de hospital, que no lograba conservar su independencia, que se enojaba consigo misma por querer salir adelante y no poderlo hacer.
El día anterior a su último aliento de vida, al igual que el último día en que la había visto consciente, me despedí exactamente de la misma manera, eso nunca lo voy a olvidar.
En ambas ocasiones la salude y en el último momento cuando me estaba por retirar del lugar me devolví nuevamente a abrazarla y besarla. Allí había presente una fuerza superior que no me permitía marcharme de su lado, me dejaba cerca hasta el preciso momento anterior a sentir que me quebraba un poco emocionalmente, quiero creer que eso que me alejo de estar presente en el horario en que murió fue la fuerza de su amor junto con la de mis padres que me levantaron e intentaron en todo momento que me rompiera en mil pedazos todos los días que ella estuvo internada.
Cuando mamá me dijo que mi abuela había fallecido, lo primero que hice ante esa noticia fue marcharme a mi habitación, abrazar la foto que tengo en mi mesa de luz donde aparezco en medio de ella y mi abuelo en mi cumpleaños número 1, y sin más me derrumbé.
¿Odié a Dios? No lo creo, más bien lo cuestioné, pero luego le agradecí por que hizo caso a mis súplicas, necesitaba que ella dejara de sufrir, y lo hizo.
Esa última noche en la que me tocó cuidarla en el hospital, me la pasé hablándole al oído, algo dentro de mi quería creer que ella me escuchaba, le pedí que dejara de temerle a la muerte, que en el cielo la esperaban sus hermanos, su madre, que ellos querían verla y la iban a cuidar hasta que algún día nos volviéramos a encontrar.
Todavía recuerdo cantarle, todos los días le cantaba esa canción que tanto le gustaba, y en esta ocasión cómo en todas las otras en que se la canté un nudo en mi garganta fue el resultado por que la letra era inconscientemente más que apropiada para la situación, ella me estaba diciendo adiós de mil maneras y yo en una forma de a momentos egoísta le pedía que no me dejara, pero nada logró un milagro y al otro día de darle ese beso y un montón de caricias, ella me dejó.
Conclusión N° 1: Duele