Coatlicue fue acompañada por la muchacha y Ehécatl, quien vio el interés en ella sobre formar parte de un grupo "danzante azteca".
Se quedó un poco apartado del grupo para escuchar lo que hablaban y las decisiones, pero hubo una simple frase que le dejó helado.
—No, gracias —se escuchó decir a Coatlicue, su voz serena y calmada le sorprendió.
Como disculpa, procedieron a tomar un manojo pequeño de hierbas, hacer sonar la caracola y hacer una limpieza espiritual mientras pasaban un pequeño brasero en forma de copa, saliendo un humo blanco y suave de él.
La castaña sintió un gran peso menos tras el regalo de disculpas, regresando con el azabache a casa.
Cuando llegaron a la entrada, Ehécatl le dejó una copia de su llave para que tuviera libertad y no estar encerrada. Así procedió a retirarse a su trabajo y ella a adentrarse en casa.
Una vez dentro, Coatlicue se dirigió a la habitación donde dejó sus pertenencias y sacó un pequeño brasero junto a una pequeña piedra color blanca, prendiendo fuego en la última para sacar un guaje y sonarlo mientras hacía una limpieza espiritual (como ella recordaba hicieron los danzantes).
Minutos después, dejó que se consumiera aquella piedra con un olor suave, notando que le decían algunas personas "huele a Copal*", sabiendo que era.
Hizo una comida ligera, sospechando que él llegaría tarde por su oficio, pero le sorprendió que llegara temprano.
—Ahora que lo pienso... —Comentaba la castaña, con un leve tinte de curiosidad en su voz. —Nunca me dijiste en qué trabajas.
—Es verdad, —comentó el azabache entre risas -soy profesor de tiempo parcial, doy la materia de historia.
Ante la sorpresa, Coatlicue casi deja caer un plato que lavaba, atrapándolo antes de que este se hiciera pedazos. Dejó el plato en un lado, ya limpio, y miró a Ehécatl, no sospechaba que se dispusiera a contar el pasado en "clases".
Todo realmente la sorprendía, entendió que muchas cosas le esperaban para ser entendidas y aprendidas por ella, considerando la idea de ser danzante aún con el riesgo de ser descubierta como una diosa.
Pasó el primer mes desde que se separó de Tláloc y se reunió con Ehécatl para decir en aquella reunión que había mucha bondad en el pueblo donde Viento vivía.
Los dioses Sol, Luna y Lluvia quedaron sorprendidos ante lo que contaba la otra deidad, entendiendo que había muchas cosas para descifrar en cada pueblo.
Unos minutos después de terminar la reunión, Tláloc le dijo a Coatlicue que descubrió a Sara con la mentira en boca, separándose de la última por los caprichos solicitados insistentemente.
Tierra se sintió más calmada y se retiró con Viento, notando más calma en el ambiente junto a un detalle muy sorpresivo en la casa propia.
—Creo haberles dicho que hoy no habría ensayo —replicó firmemente el hombre, haciendo resaltar más la sorpresa de su compañera.
—Perdone, pero usted nos dijo que anotáramos que hoy tocaba asesoría en su materia —suavizó un estudiante joven.
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Editado: 27.07.2019