Cuando acabó la reunión, Coatlicue dio el anuncio de su sueño. Nadie estaba asustado, sino aterrado.
Una vez recuperaron la compostura, llovieron las preguntas hacia ella, respondiendo con evasivas como "No lo sé" y otras más. Antes del terminar su tiempo, Sol y Tierra partieron hasta la ciudad custodiada por éste.
La vida de Huitzilopochtli es muy modesta: sin mucho lujo, pero tampoco faltaba nada; había cosas para vivir con uno o dos acompañantes. Extrañamente, la diosa se sentía en casa. Vio cada habitación de dicha vivienda con colores claros y cálidos.
—Espero te guste, no soy de muchos lujos como ella —comentó Huitzil, atrayendo la atención de su castaña acompañante.
—No tengo problema con eso, prefiero la modestia.
Pasaron las horas entre charlas donde él especificó lo que hacía dentro de aquella sociedad, causando unas risas por comparalos: Coyolxauhqui con lujos y Huitzilopóchitl muy modesto. Fue un rato ameno hasta que él decidió preguntar sobre los extraños sueños donde tenía que decidir el destino de las personas.
—Realmente no sé, no quiero destruirlos —comentó con la tristeza evidente Coatlicue.
—Ellos no cargan culpa alguna por olvidarnos —murmuró el rubio, dando la razón a su acompañante.
Realmente les cargaba una gran preocupación una decisión letal. El ambiente se cargó con una tensión casi imposible de romper, pero el cambio radical de tema lo aligeró.
Pasó tranquilamente el día hasta la puesta del Sol, donde comenzaron los escalofríos en Coatlicue y varios malestares en su compañero; algo malo estaba por pasar y desconocían el qué.
Sin esperar más, salieron de la casa y asegurando no dejar nada descuidado. Fueron a donde sentía mayor dicha fuerza la castaña y notar un incendio donde varias vidas se estaban por perder. Inmediatamente, Huitzil llamó a seguridad con su nombre humano para hacer la ayuda.
— ¿María? —cuestionó buscando a la chica, pero se aterrorizó al verla correr hacia el edificio en llamas.
Intentó ir hacia ella, pero no podía dejar sin atender las advertencias. Se maldijo internamente por descuidarla y hacer que corriera hacia donde podría perder la vida.
Tras escuchar las sirenas de ambulancias, policías y bomberos, el chico fue corriendo para avisar que su hermana estaba dentro. Era muy malo mentir, pero no podía decir que se trataba de su madre.
Desesperación, esa palabra rondaba al hombre por tal imprudencia de su hermana impulsiva. Pasados unos minutos, los bomberos comenzaron a salir con personas vivas, pero con la salud frágil debido al humo; esperando a María para ser regañada y preguntar el motivo de esa locura extrema.
Al salir los tragafuego** sin ver a la castaña, Huitzil se acercó para preguntar con las características de ella, pero recibió la negativa de su estadía. Así decidió entrar y buscarla con ayuda de los otros hombres, buscando detenidamente en todo el lugar y ser hallada en el suelo bajo tantas cosas que impidieron su muerte.
Una vez la dejaron descubierta de objetos, el rubio corrió para abrazarla y dirigirse hacia la última ambulancia del sitio.
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Editado: 27.07.2019