Mariel estaba teniendo una tarde tranquila con las niñas, no las había llevado a la escuela porque amanecieron con un dolor de estómago por los muchos dulces que habían comido la noche anterior, debían aprender a decirles que no. Las pequeñas estaban tomándose un té que Mariel les preparó, una de las recetas que Yoongi le enseñó para ese tipo de casos y él no estuviera. Con las caricaturas de fondo y las dulces risas de las pequeñas a su lado, Mariel se sorprendió al escuchar el auto de su compañero de casa, aún era temprano para que llegara del trabajo.
-¿Tío Yoon?- preguntó Sunhee volteando a verla seguida de su hermana, ambas tan confundidas como ella.
-Eso parece- murmuró pausando las caricaturas de sus sobrinas.
Antes de que se levantara del sofá, la puerta se abrió y Yoongi entró con un par de bolsas colgando de cada una de sus muñecas, su expresión tranquila cambió a una de sorpresa al ver las tres cabezas que lo miraban desde el sofá.
-¡Si es tío!- Haneul gritó y corrió hacia Yoongi seguida de su hermanita.
-Hola preciosas- murmuró arrodillándose en la alfombra aún confundido, pero abriendo los brazos para recibir a las niñas -¿Qué hacen aquí? Deberían estar en la escuela-
-Y tú en el trabajo- se burló la menor desde su lugar -Comieron mucho dulce y les dolía el estómago, no las quise llevar así-
-Oh, ¿ya se sienten mejor?-
-¡Yo sí!- grito Haneul aprovechando para colgarse al cuello de su tío y que la levantara.
-Y la reina, ¿cómo te sientes, mi amor?- preguntó acariciando el cabello de su ahijada que no podía cargar.
-Aún duele un poquito- dijo en un puchero y sobándose la barriguita, ambos adultos muertos de amor por el gesto.
-Tan linda- murmuró Yoongi sonriendo en su máximo esplendor.
Yoongi dejó que Haenul volviera a tocar el suelo para él ir a la cocina, seguido de las pequeñas que nunca lo querían dejar solo, para poder dejar de cargar las bolsas que había traído.
-¿Qué es eso?- preguntó Sunhee subiendo con dificultad al banquito de la barra.
-Oh, pensé que Ari estaría sola y tendría hambre después de dar sus clases, así que traje pollo frito, ¿ustedes tienen hambre?- rio al ver a ambas niñas asentir efusivamente -Entonces me alegra haber traído suficiente para los cuatro, ¿me ayudas, Aricita?-
Un poco descolocada por el apodo que no había escuchado desde hacía tiempo de su parte, se levantó del sofá desde donde los había estado observando fijamente, fue directo a la cocina a bajar los platos y vasos de ellos, junto a los de plástico con dibujitos de las niñas.
-¿Por qué saliste antes?- preguntó al mayor dejando los platos en la barra.
-¿Qué? ¿No están felices de que esté aquí?- pregunto con el ceño falsamente fruncido apartando las piezas de pollo que las niñas señalaban.
-Yo sí, te extraño- respondió Sunhee en un puchero idéntico a los que Soo hacía inconscientemente cuando se comenzaba a frustrar a lo que Yoongi le regaló un tierno beso en la mejilla
-Yo también te extraño- la voz apenada de Mariel paralizaba los sentidos de Yoongi.
-Yo también, preciosa- acarició sus cabellos con cariño y hasta con un toquecito de nostalgia. -Por eso pedí un par de días libres, aunque mi jefe no es tan accesible y esta tarde me la está contando cómo un día-
-Tu jefe es...- comenzó Mariel molesta, dispuesta a dejar salir unas cuantas maldiciones, pero, como ya era costumbre, el par de ojitos brillantes e inocentes la detuvieron -Malo, es muy malo y desconsiderado-
-Lo es- dijo riendo y yendo al refrigerador por el jugo de las niñas -Al menos los tengo, puedo estar con ustedes y mañana podré ver a mi pequeña Sunnie en su clase de ballet-
-¿En serio? -preguntó la mencionada, sus ojitos brillando de emoción-.
-Claro, mi vida. Las llevaré, las recogeré de la escuela y después nos quedaremos en tu clase, viendo todo tu talento- la niña sonrió enormemente y aplaudió con emoción, Haneul la siguió, estaba feliz por ella -Vayan a la sala, comeremos ahí y veremos caricaturas, ¿si? Lleven con cuidado esto-
Las niñas gritaron una emocionada afirmación y corrieron equilibrando los dos platos que llevaba cada una. Yoongi solo sonrió al verlas y puso los cuatro vasos en fila para servir el jugo, Mariel únicamente estaba atenta a cada movimiento que hacía.
-No te despidieron, ¿cierto?- preguntó al mayor seriamente, pero el otro estalló en una carcajada-.
-No, Ari- dijo con una sonrisa -De verdad que solo quería pasar un poquito más de tiempo con ustedes-
-¿No te afectará con tus ahorros para el restaurante?-
-No me van a descontar porque, de los cinco años que trabajo ahí, nunca le había pedido días libres- le dio los vasos de jugo de las niñas y fue a guardar nuevamente el cartón de jugo -Ahora vamos con ellas antes de que piense que realmente no me quieres aquí-