Mis Fantasías

Capítulo 6 "Realidad"

Despierto debido a los rayos de luz alumbrando mi rostro. Abro lentamente mis ojos, hasta aclarar mi visión.

No puedo evitar sentarme de golpe, al desconocer el lugar en el que me encuentro. Eso me provoca un leve mareo.

Miro a mi alrededor, encontrándome en una habitación completamente blanca. Hay una pequeña mesa de luz al lado de la cama en la que estoy y un armario a un costado de la puerta. Pero lo que me toma por sorpresa es la enorme ventana, dando una vista perfecta al ¿mar?

¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Dónde estoy? ¿Qué sucedió anoche?

Lo más importante: ¿Quién soy yo?

Mis preguntas se silencian al momento en que la puerta de esta habitación se abre, permitiéndome ver a una mujer morena, algo mayor, adentrarse, acompañada de un carrito con diminutos vasos. Custodiada por dos hombres altos y atléticos, vestidos como enfermeros.

Todos me miran con cierta curiosidad y mi corazón está latiendo con fuerza por no saber qué sucede.

—Disculpe –decido empezar a hablar, aunque mi voz es casi inaudible– ¿Dónde me encuentro? –No puedo evitar sonar asustada, es que, en serio lo estoy.

—¿Ana? –Recibo otra pregunta en respuesta, mientras yo sigo mirándola incrédula– ¿Eres Ana?

—¿Ese es mi nombre? –Decido indagar, necesito que alguien me saque de esta confusión.

La mujer sólo me sonríe amablemente en respuesta, para luego mirar a los hombres detrás de ella.

—Avisen al Doctor Harris –empieza a decir en dirección a ellos y luego vuelve a mirarme– Que ya regresó...

¿Quién regresó? ¿Qué es todo esto? ¿Qué es este lugar?

Luego de que esos hombres fueran a avisar eso al supuesto doctor, dijeron que me llevarían a una oficina, supongo que a la suya. Aunque antes me trajeron un desayuno, debido a que como recién despertaba, debía hacer todo bien. En todo momento se quedaron conmigo. Intenté que me explicaran al menos algo de mi situación, porque sentía mi cabeza explotar, buscando lo que me estaba sucediendo. Pero sus repuestas siempre eran las mismas:

“El doctor Harris se encargará de ti”.

Me sentía algo molesta ¿Por qué tanto misterio? Ya me estaba cansando de: doctor Harris esto, doctor Harris lo otro... Sólo debían decirme si mi hipótesis de que estaba loca era cierta o no. Pero, prefirieron ignorar mis cuestionamientos.

Algo más sucedió en ese momento. Algo que me asustó. Pues me empecé a sentir tan molesta por dentro, que llegué a tener la sensación que yo no era yo, no sé si me explico, era como si no tuviera control de mi cuerpo ni de lo que tenía ganas de hacer y eso era gritar y tirar la bandeja a esos dos que no me daban la respuesta que quería.

Pero no pasó, porque en ese instante la mirada pasiva de la Morena señora me trajeron una tranquilidad y sus palabras también.

“Tranquila, no es necesario que te molestes, ninguno puede darte una respuesta certera, porque no somos los especialistas”.

Una simple y clara respuesta que me dejó callada.

Ahora me encuentro recorriendo un largo pasillo, acompañada por la misma mujer que me llamó “Ana”.

En todo el trayecto que llevamos, esta señora llamada “Ellen”, no ha dejado de decirme lo mucho que me extrañó. Me cuenta que nos llevamos muy bien, que somos algo así como amigas. Debo admitir que su rostro me recuerda a alguien, no sé si la vi en sueños o que. Odio no recordar nada.

—¡Ana! –Siento a un coro de aniñadas voces haciendo eco detrás nuestro.

Apenas logro girar para ver qué es, cuando unos pares de brazos pequeños se prenden en mi cintura. No puedo evitar tensarme un poco ante ese acto. Ambas niñas, de cabello oscuro y ojos color miel me miran sonrientes y yo, no puedo reaccionar, ellas me observan como si me conocieran, pero, no sé quiénes son, no recuerdo nada.

Tengo los brazos rígidos a mis costados, decidiendo si corresponder el abrazo o no.

—Niñas, niñas –interfiere Ellen, separándolas de mí– Ana no se siente bien el día de hoy –las pequeñas parecen interpretar muy bien sus palabras, porque me miran con algo de preocupación.

—¿Está enferma de nuevo? –Cuestiona una de ellas, mirándome de pies a cabeza.

¿De nuevo? ¿De qué hablan?

—¿La malvada le hizo daño? –Aporta la otra niña, con algo de enojo en su voz.

¿Malvada? Dios, mi cabeza duele.

—Via, Vilu –las retó Ellen– Ana está bien, sólo debe descansar ¿Por qué no van a jugar afuera? Ya saben lo que opina el doctor Harris de que anden correteando por aquí.

—Sí, abuela –respondieron a coro– esperamos te mejores pronto, Ana –dicen, para luego acercarse con la intención de besar mis mejillas. Por lo que me inclino un poco y cada una se pone a un lado para regalarme un afectuoso beso doble, al igual que un abrazo– Adiós, abuelita –se despiden de Ellen también, mientras vuelven a correr por el pasillo y desaparecer de nuestra vista.

—Son tiernas –mi pensamiento sale en voz alta.

—Las mellizas te quieren mucho...

Su comentario provoca un gesto de extrañeza en mí y un pequeño deja vú ante sus palabras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.