La ciencia habla de ondas cerebrales que ocurren mientras dormimos: delta, theta, alfa, beta y gamma. Sí, todo tiene una explicación científica. Pero, ¿será solamente una actividad cerebral? ¿Qué pasa con nuestra alma? Esa que nos guía, nos hace sentir emociones y escapa del cuerpo cuando morimos.
He conocido gente en mis sueños; vi lugares a los que nunca fui; sentí felicidad, enojo, angustia, miedo y también reí a carcajadas. He tenido sueños premonitorios, o así los he interpretado.
Hace años, en Septiembre del 2006, mi hermano mayor enfermó de cáncer terminal. Sabíamos que el fin era inminente. Por tres noches seguidas tuve sueños inquietantes a 800 km de donde él estaba.
Primer sueño: me vi caminando por las calles del pueblo oaxaqueño donde nacimos (y donde él pasaría sus últimos días). Un toro blanco subía el empedrado y empinado camino que viene del rio. Sentí miedo y corrí por un callejón para escapar pero él volvió a aparecer de frente. Seguí alejándome pero él siempre estaba ahí.
Segundo sueño: de nuevo el pueblo. Las calles estaban vacías, algo raro porque aunque era temprano por la mañana, las actividades suelen empezar al amanecer. Me sentí atraída al monte y, aunque tenía un miedo irracional, me perdí en él. El toro blanco apareció de nuevo. Corrí aterrorizada, mis pies dejaban huellas en el lodo, las ramas lastimaban mi piel. Cuando estaba a punto de alcanzarme, desperté con el corazón acelerado.
Tercer sueño, última noche: estábamos en la casa de mi cuñada en el pueblo; mi mamá, mi hermano, su esposa, sus suegros, mi hijita y yo. Mi madre y cuñada bañaban a mi hermano. Él estaba sentado en una silla de madera color café completamente desnudo; era sólo piel y huesos. Los demás observábamos.
Un toro negro entró, destruyendo la puerta. Por instinto, agarré a mi hija y subí rápidamente las escaleras para escapar; los demás hicieron lo mismo. Mi hermano se quedó solo en la silla, frágil y vulnerable. El toro negro lo embistió con toda su fuerza.
Desperté angustiada. A los pocos minutos sonó el teléfono: “Ya murió tu hermano”.
Días después soñé con él. Vestía su traje de básquetbol negro, lucía saludable y su piel tenía un brillo especial. Recordé que cuando era adolescente tenía esa apariencia pulcra; era rubio, con muchos lunares y cabello bien peinado. Nos abrazamos y lo sentí, toqué su cara y su cabello. A pesar de lucir radiante, parecía preocupado.
—¡Por favor, por favor, diles que me perdonen! –me pidió. Pasaron años para que supiera a quiénes se refería y pudiera dar el mensaje.
En el 2011 volvió a aparecer ante mí durante una siesta. Su apariencia seguía juvenil y lozana. Repetimos el abrazo. ¡Qué sensación tan hermosa! Sin embargo su expesión pasó de la preocupación al terror. Una chica joven de cabello negro y mirada maligna apareció. No sé cómo, pero tuve la certeza de que lo regresó al lugar en donde está atrapado y del cual escapó para verme. Esa cosa, porque no la puedo llamar persona, me dejó caer toda su energía densa y oscura. Fue algo horrible, una mezcla de miedo, desesperación, sufrimiento, vacío y dolor pero potenciados al mil por ciento. Primero traté de luchar pero fue en vano, luego llamé a mi Dios padre pidiendo que me liberara y ese demonio empezó a alejarse; mientras lo hacía, movía la boca con odio profiriendo lo que creo que eran insultos porque no emitía sonidos.
¿Habrá una explicación científica? Me gustaría escucharla
Adriloch