Tengo imán para que gente desconocida me cuente sus problemas. Hace poco, tuve que estar un par de horas en la fila para un trámite. Una guapa mujer de mediana edad me platicó a grandes rasgos que estaba harta. Se había enterado por voz de otros que su cuñada y una tía hablaban pestes de ella, esparcían rumores difamándola y además le habían puesto un apodo. Como es mi costumbre, escuché con atención su desahogo mientras mi cerebro procesaba los datos como una computadora.
–Al parecer, no basta con no meterse con los demás, invariablemente habrá gente que te odie –contesté cuando al fin hizo una pausa.
– ¿También te sucede? –preguntó.
– Suelo ser lenta o distraída para captar esas bajas pasiones, hasta ahora nadie me ha dicho algo de frente, pero por supuesto, también me he enterado que tengo odiadores.
– ¿Y cómo lo manejas? –la mujer me observó esperanzada como si fuera a encontrar en mí una solución a sus predicamentos.
–Pues no sé, se me olvida rápido. Solo recuerda que cada persona percibe el mundo desde su forma de ser, entonces lo que digan tiene qué ver con ellas, no contigo.
MI respuesta pareció complacerla y después de terminar la diligencia nos dijimos adiós con la mano.
En el trayecto a mi casa hice un repaso mental de las personas a quienes caigo mal, bueno al menos de las que me he enterado. Me di cuenta que al amanecer no puedo pensar en ellas pues hago una oración de agradecimiento a Dios por darme tanto. En la hora diaria que camino y troto las endorfinas me impiden tener sentimientos negativos. Como muchas mujeres en éste país y en el mundo, soy mamá y papá así que mis actividades son infinitas. Soy chofer, cocinera, repostera, lavandera, empleada doméstica, enfermera, maestra, psicóloga, motivadora, asistente; la hago de plomero y hasta de mecánico. El linaje de mujeres de las que provengo transmitió a mi ADN la obsesión por la limpieza. Mi actividad económica la realizo en línea pero debo atender gente, hacer reportes, gráficas, ver que los números cuadren y dos o tres cosas más. Quizá en los pocos ratos libres podría odiarlas pero tomo talleres de Escritura Creativa y me dejan algo de tarea. También me estoy actualizando en lenguajes de programación porque fue la carrera que estudié y ya me quedé obsoleta. Tengo como hábito leer dos libros por semana. Además escribo las locuras que no dejan mi cabecita en paz. En las noches por fin me relajo en la cama para ver una serie, esos turcos y coreanos están como me los recetó el doctor. Los fines de semana llevo a mis hijos a recorrer la ciudad. Dediqué las horas de mi último vuelo a leer 52 páginas en inglés y poder preparar a mi hija en sus exámenes de trigonometría y física de la prepa bilingüe.
Estoy segura que cuando tenga menos ocupaciones me inventaré otras. Prefiero el amor a la guerra así que lo más probable es que pueda odiarlas hasta mi siguiente vida.
Adriloch