¡Ha muerto Horacio López, Cati, Lacho, el vecino, el compadre, mi padrastro! Dejó de sufrir, regresó a casa, se reunió con sus padres, hermanos y con Tomasita.
Él fue la única persona que he odiado en la vida. Sí, conocí el odio a los 15 años y me duró hasta los 20 o 21. Las razones ya las expuse en la carta a mi padre que escribí hace 16 años. Voy a describir cómo es el odio para los que nunca lo han sentido. Él ocupaba mi mente buena parte del día; le deseaba lo peor y le ponía los sobrenombres más infames; cada uno de sus objetos me provocaba repulsión, no se diga su persona. Lo que más daba coraje, era que mis pensamientos no se materializaban, o sea, a él no le pasaba nada, más bien lo veía feliz. Viví con veneno dentro de mi cuerpo todo ese tiempo. Los únicos momentos en que estaba tranquila eran fuera de casa, lugar que yo consideraba contaminado. Cuando descubrí eso, opté por pasar el mayor tiempo posible fuera: en casa de amigas, en la prepa, deambulando por el centro con Lucía, con mi novio Pepe, así perdiendo el tiempo. Ya cuando tuve juicio trabajando y estudiando jornadas exhaustivas.
No tuve que hacer algo para quitarme ese odio, desapareció solo. Tal vez fue un milagro de Dios pero un día desperté ligera. Él seguía ahí, su cara y objetos eran los mismos pero ya lo veía diferente. Antes de que se diera ese cambio en mí, él ya había dejado de hacer lo que me hizo detestarlo, quizá eso contribuyó. Poco a poco vi su transformación hacia mi persona. Se convirtió en apoyo, quizá porque mi madre lo amenazó, no sé realmente qué sucedió tras bambalinas pero él y ella se volvieron luz en mi vida.
Cuando Karlo, papá de mi hija Ale, enfermó, los dos lucharon hombro a hombro junto conmigo. Por cada acción dolorosa que viví, ellos me compensaron con quinientas buenas. Creo una proporción 1:500 suena imposible, pero así fue. Mi odio se transformó en amor hacia mi madre y mucho aprecio hacia él. Y si conmigo fueron buenos con mis hijos más.
Horacio era luz y sombra, como todos, como tú y como yo. Pero a punta de golpes, unos nos vamos inclinando un poco hacia a la luz, y tal vez ni siquiera por buenos, sino por miedo a recibir más.
Cuando falleció Tomasita, él y yo nos acercamos. Llegaba a diario a comer a mi casa, teníamos largas conversaciones, llorábamos y reíamos. Viajábamos juntos, a Villa Madero, a Santo Domingo Ingenio. Era muy necio, pero por alguna razón conmigo se ponía manso. Puede ser porque mi tiempo de hacer daño ya había pasado, porque la vida nunca me ha dejado ser tan mala, me da mi sentón luego luego. Aunque no parezca eso es una ventaja. Si yo un día violo una regla con el vehículo, me infraccionan en ese momento, es una de mis muchas raras características. Volviendo a Horacio, parecía que le agradaba pasar tiempo conmigo. Yo escuchaba sus historias repetidas de cuando cazaba cocodrilos y pejelagartos como si fuera la primera vez.
Por razones que también expuse en otro escrito, mis hijos y yo nos mudamos a la casa de mi madre. Suena ilógico. ¡Yo viviendo bajo el mismo techo con mi ex enemigo!
Estuvimos nueve meses con él. Se comportó como un padre. Nos hizo sentir protegidos y abrigados. Me apoyó cuando mis hijos se enfermaron. Sin embargo yo había tomado la decisión desde hacía mucho. Por razones que no tenían qué ver con él, por proteger a mis hijos emocionalmente, debía marcharme. Le pedí que se fuera conmigo. Él dijo que no podía dejar la casa, sus cuartos de renta, sus asuntos en Cd. del Carmen. Prometió que iría cada dos meses a Monterrey. Cuando me fui manejando, él me escoltó en su carro acompañado de su hermano Jorge. Ese viaje de tantos kilómetros fue de muchas vivencias, todas buenas y divertidas que tengo escritas por ahí.
Me instaló en Cadereyta y se quedó un tiempo, como habíamos quedado. Ese viejo y yo, íbamos al supermercado, llevábamos a mis hijos a la escuela, engullíamos cuanto mugrero todas las tardes porque vaya que le encantaba comer mal, solo que antes mi mamá no lo dejaba. Se fue a Ciudad del Carmen preocupado por mí pero hablábamos casi a diario. Regresó al mes y medio, pasó su cumpleaños con nosotros y de nuevo la pasamos bien. De verdad que hasta estaba pensando en regresarme a Cd. del Carmen y seguir viviendo en su casa, sólo había algo que me lo impedía.
Lo esperamos en Diciembre (hablo del 2021), pero argumentó que no podía viajar porque una bruja le estaba haciendo unas limpias.
Las llamadas se fueron espaciando. Cuando me contestaba decía incoherencias. Una mujer se adueñó de la casa de mi mamá y de él. Me dijo que se iba a casar con una muchachita que era vidente, que le estaba ayudando a quitarse toda la brujería que le habían hecho. Le dije que no creyera en esas cosas y que era obvio que no se quería casar con él por guapo. Estamos hablando que él era plataformero jubilado de Pemex, rentaba cuartos, tenía la pensión de mi mamá, y eso es bastante dinero.
Dejó de contestarme el teléfono. Le quitaban todo su dinero, lo emborrachaban, lo dejaban sin comer. No digo que él fuera un santo, olvidé mencionar que su debilidad siempre fueron las mujeres, entre más jóvenes mejor. Fue un mujeriego y le gustaba regalarles de todo.
Fui a Ciudad del Carmen a fines de Abril del 2022, por cuestiones de mi cargo en la AIPM. Él sabía que yo llegaría pero me dijo que no podía quedarme en la casa de mi madre. Cuando llegué, me habló mi hermano dándome su mensaje: debía recoger mis cajas o se iban a la basura. Alma me llevó de inmediato en su camioneta y ciertamente estaban desechando todo. Rescaté las cajas de fotos de mi historia familiar, los libros de mi hija Naty y unas raquetas, lo demás se lo llevaron.