Extracto de mi libro "Una enseñanza de vida".
2002, Ciudad de México,
Tenía el mal hábito de acumular todos los documentos importantes dentro de un sobre grande color manila: los estudios médicos, radiografías, tomografías, resonancias magnéticas, interpretaciones, recetas, boletos de avión, envíos, en fin, cada papel generado desde el primer día de la enfermedad de Karlo. Cada vez que iba a los hospitales, llevaba el sobre conmigo, por si las dudas, por si me los pedían o por si no podía recordar algo.
Había acudido al hospital Ángeles del Pedregal en compañía de mi madre para recoger una receta del neuro oncólogo para Karlo. Al salir, subimos a un taxi y éste nos dejó en la calle principal de la unidad habitacional, al pie de las escaleras donde solíamos apearnos.
Cuando entramos al departamento me sentí ligera y me di cuenta que no llevaba conmigo el sobre. El piso se me abrió pues perder todo tendría consecuencias graves.
Mi madre empezó a rezar y yo decidí salir a buscar lo que había extraviado. Un chico que se alojaba en uno de los cuartos decidió acompañarme pues era tarde para que anduviera sola.
Recorrí mis pasos de ida y vuelta: el hospital, el consultorio, los baños; hablé con gente y deje mis datos.
Después de 2 horas de búsqueda, regresamos con las manos vacías al pie de la escalera del edificio F1. La calle estaba solitaria y de repente se acercó un joven quien preguntó: ¿Ustedes conocen a...a..., híjole como se llama?
El chico tenía el sobre amarillo en sus manos. Di un grito de felicidad y exclamé: ¡Tú eres el taxista! Pero, ¿cómo?
Él dijo: ‘Después de dejarlas, seguí levantando pasajeros y llegué hasta el norte de la ciudad (nosotros estábamos en el sur). En una parada quise cerrar el cristal de la ventana de mi auto con la manija pero, como suele caerse abajo del asiento, metí la mano sin ver y toqué un objeto de papel; lo saqué y descubrí este sobre amarillo. No sabía cómo había llegado ahí así que saqué algunos documentos y me di cuenta que eran estudios médicos. Recordé que dos mujeres habían abordado en el hospital Ángeles y las había dejado en esta colonia. Decidí no levantar más pasajeros y vine a buscarlas; sin embargo no recordaba el lugar exacto así que recorrí varios edificios y pregunté a algunas personas si habían perdido estos documentos. Por fin te encontré.’
Yo quería besarle los pies. Le agradecí infinitamente que hubiera regresado de tan lejos sin importarle dejar de trabajar. Le confesé que los documentos eran importantes y los había buscado por más de 2 horas.
Él contestó: ‘Sé lo que es perder algo valioso y por eso vine. Me hubiera gustado que me regresaran algo que perdí hace algunos años’.
Habló sobre la documentación extraviada de un equipo de fútbol que entrenaba.
Le quise dar $300 que traía en mi cartera pero no los aceptó. Le recordé que había gastado gasolina, perdido clientes y tiempo pero siguió negándose.
Entonces lo bendije: ‘Con seguridad nunca nos volveremos a encontrar; yo no podré devolverte el favor pero un día te toparás a un ángel como tú en el momento que más lo necesites. Nunca olvidaré esto y lo haré por alguien más cuando haya oportunidad’.
Adriloch