Mis Sueños, Mi Nueva Vida (completa)

Capítulo 14: Diez años cambiaron personas, pero no sentimientos. Parte 2

Al regresar Emely de su rutina diaria de ver el atardecer en ese lugar que la hacía sentir especial, decidió darse la oportunidad de conocer al pueblo y pasó por otras calles que aún no conocía.
En una de ellas se percató de que había una iglesia Adventista del Séptimo Día.
—"Mira, esta iglesia era a la que iba Juan, el amigo de Justin"—se dijo para sí misma mientras, parada en frente, observaba la iglesia.
—Hola, señorita, ¿necesita algo?—preguntó un joven que andaba en bicicleta.
—No, nada, solo estaba mirando—respondió Emely apenada; más en su interior sentía el deseo de hacerle una pregunta:
—Bueno, sí. ¿Cuándo es que abren la iglesia?
—Mañana miércoles a las 8 de la noche. El viernes a la misma hora. El sábado en la mañana a las 9 a.m. y los domingos a las 8 de la noche también.
—Muchas gracias—satisfecha con la respuesta, Emely se aleja sin entender por qué preguntó si ella no iba a venir.
—¡Señorita!—la llamó el joven cuando ella comenzó a alejarse—. ¡Espero que algún día nos visite!—sonriendo, el joven le dijo adiós mientras ella se iba alejando más y más.
Cuando llegó a casa, se dijo a sí misma:
—Qué niño tan simpático. Quién sabe y un día vaya a su iglesia.
Ese día era martes; ella intentó ir al día siguiente, pero no pudo por cuestiones de trabajo. Entonces hizo todos los preparativos para ir el viernes.
El viernes, a las 7:58 de la tarde/noche, estaba frente a la iglesia indecisa en si entrar o no. Entonces, cuando se iba a ir, llegó el joven que la había invitado y le dijo:
—Hola, señorita. Gracias por venir; la estábamos esperando...
—¿A mí?—pregunta Emely con dudas.
—Sí, señorita. Le hablé a Dios de usted y le dije que la trajera aquí de vuelta; y mira, Dios la trajo. Espero que hoy se sienta bien aquí con nosotros y que pueda conocer a Dios, señorita.
—Muchas gracias, pero no me digas más "señorita". Me llamo Emely.
—Mucho gusto, yo me llamo Kevin—entonces Kevin sonrió y mientras entraban en la iglesia, él añadió:—Sabe, su nombre me resulta familiar.
—¿Y eso por qué?—pregunta Emely sonriendo.
—Ahora no recuerdo, pero cuando lo recuerde se lo digo.
Los dos se sentaron en el segundo banco del lado izquierdo. Kevin era un joven muy atento y cada detalle del culto lo explicaba a Emely.
Cuando terminó el culto, a Emely se sintió muy bien y prometió volver. Entonces Kevin aprovechó para hacerle otra invitación:
—Mañana puede venir a las 9 de la mañana.
—Mañana tengo que trabajar; no podré.
Kevin se quedó pensativo y recordó la despedida del sábado:
—¿Sabes dónde queda el Barranco?
—Sí. Voy todas las tardes—respondió Emely emocionada.
—Mañana en la tarde nuestro pastor, el cual hoy no estuvo aquí, nos dará una charla sobre el amor. Te aseguro que te va a gustar su historia de amor. A mí me hizo llorar...
Sonrió Emely y le aseguró a Kevin que allí estaría.
Justin, el viernes en la noche, tuvo que asistir a la otra iglesia Adventista que quedaba afuera del pueblo y volvió a su casa, la cual estaba cerca de la iglesia a la que esa noche Emely había asistido. Mientras avanzaba en su bicicleta, en un cruce de calle se encontró con Kevin:
—Pastor, ¿se acuerda de la joven que había visto hace unos días frente a la iglesia y le hice una invitación?
—Pues sí, ¿qué sucedió?
—Pues hoy nos visitó y se sintió bien en la iglesia. Mañana estará con nosotros en el retiro.
—Perfecto. ¿Sabes su nombre para orar por ella esta noche?
—Pastor, ella me lo dijo, pero lo olvidé.
—Bueno, esta noche vamos a orar por ella para que el Señor toque su corazón y pueda entregarse a Él. Bien hecho, Kevin; hay que hablarles a todos de Jesús para que todos sepan que aún en este mundo hay esperanza.
Entonces se despidieron, pues debían levantarse temprano para el culto.
El sábado la actividad comenzaba a las 5 de la tarde; Emely estuvo allí cinco minutos antes. Cuando Kevin la vio llegar, corrió a saludarla.
—Buenas. Qué bueno que estás aquí. En cinco minutos comenzaremos.
—¿El pastor ha llegado? Es que quisiera hacerle una pregunta—le pregunta Emely a Kevin con algunas dudas en su mente.
—Él se va a retrasar porque tenía que visitar a unas personas, pero llegará a la hora exacta para la reflexión acerca del amor y después que terminemos te lo presentaré para que puedas preguntarle lo que desees.
—Quizás tú me puedes ayudar, Kevin. Es que ayer estaba leyendo una Biblia que tenía de hace años. Entonces me encontré con algunas cosas que no entendí.
Entonces Kevin ayudó a Emely con sus dudas en unos dos minutos. Un minuto antes de empezar, le preguntó:
—¿Ya no tienes más dudas?
—Solo eran esas. Gracias, Kevin, eres un buen muchacho. Me recuerdas a alguien que conocí cuando tenía tu edad.
—De nada, señorita. Aquí estoy para servir.
—Emely es mi nombre—le dijo ella sonriendo.
—Me suena tu nombre, pero no sé de dónde...
La actividad de despedida del sábado comenzó: cantaron, oraron, dieron gracias a Dios y cuando tocaba la reflexión, llegó el pastor en el momento exacto.
—Pensé que no llegaba—dice el pastor Justin, secándose el sudor de la cara, y todos los que lo rodeaban sonreían—. Para empezar la reflexión de hoy les haré una pregunta que no es necesario que me respondan: ¿Cuántos aquí se han enamorado?
Justin tenía como costumbre, cuando predicaba delante de un número pequeño de personas, mirarles la cara a algunos. En el momento que hizo la pregunta, miró a los ojos a Emely.
Un segundo de silencio, cambio su mirada y siguió con su reflexión...
En honor al tiempo, Justin no hizo la historia de su amor imposible con Emely, sino que relacionó el amor de una pareja enamorada con el amor que deberíamos sentir por Dios. Y exhortó a todos los presentes a enamorarse de Dios como alguna vez lo hicieron por su pareja.
Al terminar, Kevin llevó a Emely para que la conociera el pastor, sin saber que ellos ya se conocían.
—Pastor, mire, ella es la muchacha que nos comenzó a visitar; se llama Emely. Ah, ya recuerdo, se llama igual que la joven de la historia que me hizo hace unos días—Kevin miró a Emely y le dijo—. Por eso tu nombre me sonaba, por la historia del pastor.
Justin se quedó perplejo al escuchar el nombre de Emely.
¿Pero sería ella realmente? ¿Después de una década ella lo había encontrado?
Ella, sin saber aún su nombre, decidió ser la primera en hablarle al pastor que había quedado en silencio:
—Mucho gusto, pastor...—sosteniendo la mano, Emely esperaba que el pastor dijera su nombre.
Justin reaccionó dándose cuenta de que sería mucha coincidencia que fuera su Emely y como él no creía en las coincidencias, le respondió:
—Justin, pastor Justin...
Emely, escuchando su nombre, sintió en su corazón una llama que creía extinta.
¿Era él en realidad? ¿Lo había encontrado? ¿Había cambiado tanto?
Al igual que Justin, no creyó en las coincidencias y pensó que era solo una de ellas.
Se marcharon todos a casa. A la hora de dormir, los dos se quedaron en sus camas mirando al techo y simultáneamente, como dos corazones entrelazados por el amor, le dijeron a Dios:
—Señor, si es cierto que volví a encontrar el amor. Mañana al atardecer espero que me lo confirmes...
Justin, luego de pedir esto, abrió su Biblia y se encontró con una promesa de Dios:
"Y esta es la confianza que tenemos en él: que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho." (1 Juan 5:14-15)
Al día siguiente esperó al atardecer; fue y se sentó en un banco. Unos segundos después, una joven se sentó a su lado...




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